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Bielsa no se ayuda
› Por Facundo Martínez
Después de la derrota ante Brasil volvieron a dividirse las aguas alrededor de la figura de Marcelo Bielsa. Aquellos que no lo quieren al frente del equipo nacional centralizan la atención en las actuaciones individuales como si, por la evidencia de la parte, el todo quedara irremediablemente al descubierto. Para sostener, por ejemplo, que la defensa fue un “desastre”, que quedó varias veces “mal parada”, los detractores le apuntan a la “lentitud” de Heinze frente a los fabulosos piques de Luis Fabiano o frente a los arranques explosivos de Ronaldo, tan espectaculares que terminaron en los tres penales que marcaron la diferencia.
Vistos frente al conjunto, los desatinos particulares no consiguen, por más empeño retórico que se aplique, opacar las mejorías que la Selección mostró frente a los brasileños. Basta, para dar cuenta de esto, comparar esta presentación con las últimas ante Colombia y Ecuador. Frente a Brasil, el equipo de Bielsa consiguió por momentos ser claro dominador, con pasajes de buen fútbol e inteligencia, los que le permitieron generar no menos de cuatro situaciones claras de gol. Si se consideran las ausencias de Aimar, que entró pero sin estar bien físicamente, y las de D’Alessandro, Verón y Riquelme, por lesiones, no pareciera ser poco lo ofrecido.
Sin embargo, aun queriendo destacar lo mejor del equipo argentino, a la espera, claro está, de nuevos avances, no se puede soslayar la extraña forma en la que Bielsa manejó las alternativas en el ataque del equipo desde el banco de suplentes. Fue desconcertante la inclusión de Rosales por Delgado y su posterior salida por Saviola, apenas 25 minutos más tarde. También resultó insólito el ingreso de Aimar, cuyo esplendor físico no pasó del cuarto de hora. Y qué decir de la imagen de Crespo tirado a la derecha, enviando centros para Saviola.
Con estos manejos, Bielsa no parece ayudarse a sí mismo. El que estos aspectos se hayan destacado por encima de la producción colectiva así lo demuestra. No son los cambios, en absoluto, la explicación de la derrota –otro hubiera sido el debate del día después si la Argentina hubiera conseguido la igualdad luego del descuento de Sorín–, pero lo que sí ponen de manifiesto es hasta dónde puede llegar Bielsa, qué clase de sacrificios es capaz de realizar el entrenador con tal de no abandonar la rigidez de su sistema. Este es, sin dudas, el punto más flaco de la Selección, su verdadero talón de aquiles.
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