DEPORTES
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Sacrificado de ocasión
› Por Facundo Martínez
Boca terminó su exitoso ciclo de la peor manera. No como terminan esos héroes que, aunque desvencijados por largas campañas, se mantienen en pie hasta el último suspiro, que no hubiera sido remontar el 0-4 sino, tan sólo, terminar el partido en la Bombonera con honor. Boca prefirió el escándalo, la cobardía, la irresponsabilidad, todo en un mismo y único gesto, para eclipsar una debacle ciertamente anunciada.
No comenzó la caída frente a las Chivas, que hicieron lo mejor que podían hacer para acceder a las semifinales de la Libertadores: jugaron bien y golearon, el descenso vertiginoso de Boca a las profundidades de hoy se debe a una sumatoria de desaciertos cuya responsabilidad no puede caer solamente más sobre el entrenador Benítez, frágil eslabón de la cadena, sino que exige autocríticas de jugadores y, principalmente, dirigentes.
La decisión de despedir al técnico debe entenderse en el terreno de las reacciones. Un manotazo al vacío, puro espamento de quienes se llaman a sensatez después del gran papelón y de la lluvia de críticas provenientes de todos los rincones del planeta fútbol. ¿Por qué no pensar que al escupir a Bautista –actitud terrible y miserable–, Benítez escupió también su soledad, su abandono? Eso de pedir un enganche y recibir dos marcadores laterales, su absurda lucha entre lo nuevo y lo viejo.
La única razón por la que Benítez debía dejar su cargo es tanto más simple. En estos ocho meses de gestión no supo, no pudo, encontrar “el equipo” y optó por un comportamiento pendular, que lo mantuvo siempre cerca del eje, pero nunca el tiempo suficiente como para convencer y convencerse. Le faltó autoridad frente a los jugadores, pero tampoco lo ayudaron los dirigentes, para quienes las inquietudes del entrenador no eran materia atendible.
Ahí no se termina el asunto, Benítez es un sacrificado de ocasión. Boca debe atender otras cuestiones. La chicharra del desbalanceo entre los intereses de un equipo agotado y el de dirigentes que optan por repatriar baratijas, no parará de sonar mientras esa mecánica deficiente continúe triturando entrenadores. Si el éxito fue tantas veces asociado a la gestión, este rotundo fracaso no debe ni puede sorportar otra mirada.
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