Abandonó la carrera de antropología, aunque no del todo. María Victoria Lois participó de una investigación en Santa Fe donde se consiguieron detectar los restos de dos jóvenes mujeres que habían sido asesinadas por la siniestra Triple A. Formada también en las técnicas de búsqueda de rastros humanos bajo la influencia de la segunda pareja de su mamá, en la actualidad trabaja como secretaria en la sección de Antropología Biológica de la Facultad de Filosofía y Letras.

Su sueño no se alejó, aunque el título de antropóloga haya dado paso a otras inquietudes. “Sigo teniendo la idea de buscar a mi papá. Pero no sé si me bancaría pasar por una situación así”, confiesa la hija del rugbier que desapareció en Olazábal y Ciudad de la Paz, durante una cita de control con otros compañeros cuyos rastros se perdieron en la Esma: Eduardo Cárrega, Daniel Colombo, Hugo Agosti y Antonio Blanco García, el único sobreviviente del grupo, que en la actualidad reside en España y mantuvo contactos por carta con Graciela Lois que hace tiempo interrumpió.

Las sospechas familiares sobre el origen del operativo de la Armada que secuestró a Ricardo y a los restantes militantes de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) de Arquitectura recaen sobre un docente de la Esma y ex decano de la misma facultad durante la dictadura, de apellido Corbacho. “En una entrevista con unos estudiantes, reconoció que se llevó legajos de la facultad a su casa. Y suponemos que muchos de los allanamientos salieron de esos legajos. Entre otras cosas, había hecho colocar un mástil en el patio de la facultad que se lo había dado la Marina”, evoca Graciela. Durante la semana hubo un acto en Arquitectura en el que se colocaron las fotos de todos los desaparecidos. Allí, madre e hija constataron la delación de otro docente denunciado, acusado treinta años más tarde de “entregar” alumnos.

Por estas razones, María Victoria y Graciela suscriben que “al cuerpo de Ricardo, el de mi compañero, el del padre de mi hija, no lo dejaremos en manos de quienes lo mataron y vamos a seguir buscándolo. Tenemos derecho al duelo, a enterrarlo, a que la familia, los amigos y sus compañeros lo despidan...”.