Dom 29.07.2007

DEPORTES • SUBNOTA  › EL DECLIVE QUE NO SE DETIENE

Una triste realidad

› Por Gustavo Veiga

En 1951, Perón indultaba a Balbín, Evita renunciaba a ser candidata a vicepresidenta, las mujeres votaban por primera vez en el país, moría Enrique Santos Discépolo y el justicialismo clausuraba el diario La Prensa. Además, ese año que abría paso a un segundo gobierno del General, se realizarían los primeros Juegos Panamericanos en Buenos Aires entre el 25 de febrero y el 8 de marzo, cuya fiesta inaugural se desarrolló en el estadio de Racing con capacidad para 100 mil personas.

Argentina sería uno de los dos países que, en los quince Panamericanos disputados, desplazaría a Estados Unidos del primer lugar en el podio –como Cuba cuarenta años después en La Habana ’91–, con 154 medallas contra 98 de los norteamericanos (68 y 46 oros). Desde entonces, pasaron 56 años y el retroceso deportivo ha sido notorio. EE.UU. se consolidó como potencia e incluso se tornó hegemónica al ganar trece ediciones, Cuba continúa dándole pelea y crecieron bastante Brasil –que apenas había ganado 32 medallas en el ’51–, México y Venezuela, mientras el deporte nacional se desplomó tras la caída de Perón. Ocho años después de su derrocamiento, en San Pablo ’63, Argentina apenas conseguiría 29 medallas (8 doradas).

La tendencia se agudizó con el paso de las décadas y sólo en 1995, en los Juegos de Mar del Plata lograría el 4 puesto, detrás de Estados Unidos, Cuba y Canadá. El descenso deportivo no se revirtió en los Panamericanos que siguieron, como si fueran una reproducción de lo que sucedía en los Juegos Olímpicos, donde no se ganó una medalla dorada durante 52 años (Helsinki l952, Atenas 2004). Que la sequía de éxitos se haya detenido con el fútbol y el básquetbol no debería llamar a engaño. El primero alcanzó el oro con el arco invicto y Marcelo Bielsa como DT y el segundo con la generación inigualable piloteada por Manu Ginóbili. Creer que en Beijing nos irá igual o mejor, sería como invitar a nuestros sueños a soñar de nuevo con que un deporte argentino más competitivo es posible. La realidad, por ahora, nos indica otra cosa.

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