DISCOS
Un balance provisorio para una historia que se sigue escribiendo
El sello Sony Music está reeditando buena parte de su catálogo de rock nacional, que incluye clásicos y rarezas.
› Por Cristian Vitale
Tres dibujitos representan a Edelmiro Molinari, Rinaldo Rafanelli y Oscar Moro de espaldas, bellamente coloreados y parados sobre una base boscosa; es un complemento gráfico casi imprescindible para activar otro sentido, el del oído, que permite escuchar gemas de época –”Pascual Tal Cual”, “Un blues para Adelina” o “La tierra del Gitano”– del segundo disco de Color Humano (1973). Sensaciones posibles –y no meramente nostálgicas– que despierta la completa edición que encaró Sony Music para volver a poner en la superficie el rock argentino de los ‘70. Los discos se pueden conseguir, en todas las disquerías, en la módica suma “antipirata” de 13 pesos. La compañía vio, con perspicacia, que para el rockero, imagen y sonido componen un todo indivisible a la hora de apreciar una obra. Todos los CD editados –58 en total, incluyendo material de los ochenta– respetan la tapa original e incluyen las mismas canciones, sin bonus tracks. La tapa de los discos es una réplica, en miniatura, de los vinilos originales. Para noviembre, la discográfica planea editar 41 discos más.
Otro de los hallazgos de la serie tiene que ver con los dos últimos discos del Aquelarre versión seventie, tal cual fueron concebidos en un principio: Brumas (1974) y Siesta (1975). Ambas obras concentran varias de las piezas musicales más inspiradas de una época de por sí inspirada: “Pájaro de la locura”, “Siesta cambiada”, “Brumas en la Bruma” o “Parte del día”. Y sólo haría falta que alguien reedite Candiles (1972), cuya versión original pertenece al extinto sello Trova, para contrarrestar el sonido sinfónico y fino del grupo de Emilio Del Guercio y compañía con verdaderos clásicos rockers, impetuosos y lamentablemente poco recordados como “Miren a este imbécil” o “Patos trastornados”. Para compensar, el rock crudo –en esta colección– se concentra en Desatormentándonos (1972) de Pescado Rabioso y Caliente, el primer disco de Vox Dei. Con menos decibeles, el acústico Cristo Rock (1972), para muchos el mejor disco de Raúl Porchetto.
La colección contiene también la trilogía de Invisible, el denso y zeppeliniano primer disco, sin los agregados de la primera edición en CD; el contemplativo Durazno sangrando (1975) y El Jardín de los Presentes (1976). Y más Spinetta con Artaud (1973) o el disco doble de Pescado Rabioso que contiene una réplica en escala CD del libro interno con todas las letras de las canciones, algunas de ellas admirables expresiones poéticas del período: “Aguas claras de Olimpo” (más conocido como “Crisálida”), “Poseído del alba” o “Credulidad”. Para bajar a tierra, se puede apelar a los primeros de Manal (1970), con los ásperos y directos “Todo el día me pregunto”, “Informe de un día” y “Avellaneda Blues”. También está el transitado primer y único disco de Tanguito, la ópera prima de Moris (30 minutos de vida), que en parte el mismo trovador y en parte otros músicos se encargaron de versionar hasta agotar canciones como “El Oso” o “Ayer nomás” (no podría decirse lo mismo de “Escúchame entre el ruido” o “De nada sirve”, solo escuchadas en fogones) y la colección entera de Sui Generis. La flaqueza, empero, no pasa por el valor artístico o no de las obras –quién podría discutir Pequeñas anécdotas sobre las instituciones (1974) de Sui–, sino por la utilización que en su momento se hizo de ellas. Todas estas obras, que la compañía rescata con respeto, constituyen sólo una parte de la iniciativa, que contempló títulos más heterogéneos (los dos discos de La Máquina de Hacer Pájaros, todo Sumo y Soda Stereo, 40 dibujos ahí en el piso de Divididos y varios de Virus y Charly García) y precederá a una tercera que verá la luz en noviembre, con más títulos aptos: Crisálida, de Espíritu, el de Claudio Gabis con La Pesada, el primero de David Lebon o Colores santos de Cerati-Melero serán algunas de ellas, para seguir sacudiendo memorias lúcidas y opacas. Para ambas, la colección tiene su utilidad.
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