Mié 29.10.2003

DISCOS  › “SINFONICO”, EL FLAMANTE DISCO DE JOAN MANUEL SERRAT

Una orquesta para un clásico

El CD del cantautor catalán incluye nuevas versiones de temas ya conocidos: “Cantares”, “Mediterráneo” y “Pueblo blanco”, entre otras.

› Por Fernando D´addario

Joan Manuel Serrat es un típico artista de género y de época (cantautor progre, años ‘60 y ‘70), pero esas particularidades nunca frenaron el paulatino crecimiento de su base de público. A punto de cumplir 60 años, y lejos de aquellos fragores juveniles, el catalán es referente de un conjunto heterogéneo de fans, no sujeto a regulaciones de target: ex militantes, amas de casa, estudiantes, profesionales, adoptan, cada uno, el Serrat que mejor refleja sus expectativas. Hay, entonces, un Nano romántico, otro bien pensante, un Serrat pro-derechos humanos, un Nano anti-ETA y hasta uno apto para nostálgicos de toda nostalgia. No es que las distintas imágenes de Serrat estén disociadas entre sí; se trata de su condición de “clásico absoluto”, que por absorber tantas identidades, asume una de las formas de la indefinición.
Para satisfacer a tan ecléctico auditorio global, el hombre tiene que trabajar a destajo. Si su indiscutible talento (o en su defecto, su oficio) no lo provee de suficientes ideas para grabar nuevas canciones cada dos años, su equipo de management y/o su sello discográfico deben garantizar la continuidad indefinida del artista. El flamante CD Serrat Sinfónico le debe más, seguramente, a la creatividad de los expertos que lo rodean. El disco tiene 16 canciones, muchas de ellas famosas, grabadas con la Orquesta Sinfónica de Barcelona i Nacional de Catalunya, arregladas y dirigidas por Joan Albert Amargós. El mismo Serrat define a su álbum como “un manojo de canciones que primero hemos desnudado para vestirlas después. Hemos buscado su esencia haciéndolas renacer con un nuevo tratamiento para orquesta sinfónica. No hemos querido hacer una ampliación musical de canciones ya existentes. Hemos buscado hacer una creación, recrearnos en ellas”. Sin embargo, el intento es menos analizable desde la esencia artística (las canciones son conocidas e irreprochables, la configuración es respetuosa del espíritu de los temas) que desde el marketing. Lo que define el disco es su packaging: la decisión de adornar las melodías y las letras de siempre con un ropaje diferente.
Serrat se cuidó de hacer un greatest hits convencional, aunque su “nueva mirada” resultó inocua. Eligió canciones de diferentes épocas, tonos, idiomas y sentidos simbólicos: “Cantares”, “Mediterráneo”, “Canço de matinada”, “Pare”, “Aquellas pequeñas cosas”, “El carrusel del Furo”, “Barquito de papel”, “Mi niñez”, “De cartón piedra”, “Bendita música”, “Princesa”, “La bella y el metro”, “Es caprichoso el azar”, “Pueblo blanco”, “Herido de amor”, “Ara que tinc vint anys”. Sólo una de ellas no había sido grabada antes por Serrat: “Herido de amor” (que sí fue registrado por Ana Belén, con música de Nano sobre un poema de García Lorca). Hay canciones que conmueven en sí mismas, con sólo recordarlas (“Pueblo blanco”, “Princesa”), otras que aceptan todas las configuraciones posibles (y aun las imposibles), como “Mediterráneo”. Pero en la adecuación de los 16 temas a un formato sinfónico se percibe un efecto uniformador. Como si se hubiese querido abstraer los procesos evolutivos de Serrat y sus circunstancias (el mundo que envejeció con él) sintetizándolos en un compilado homogéneo, definitivo e inmutable frente a los pliegues de la historia.
Debe decirse, para tranquilizar a sus fans, que ninguna versión desvirtúa el significado último de las canciones, ni desacredita los efectos de verdad que provocan en quienes las escuchan. Un doble juego interviene en este detalle: por un lado, cierto pudor en la dirección orquestal de Joan Albert Amargós; por el otro, el sonido histórico que siempre aportó el músico y arreglador de Serrat, Ricard Miralles, que nunca desdeñó las orquestaciones vistosas. Estas versiones no son, en definitiva, tan distintas a las originales (algún efecto “cinematográfico” en “Mediterráneo”, alguna ligereza adicional para “De cartón piedra”). Esa es su mejor reserva de origen, y también su debilidad.
En algún momento, Serrat grabará un nuevo disco, con nuevas canciones. Pero las viejas siempre serán las mejores. Mientras tanto, se sugieren alternativas discográficas para no detener la rueda de la idolatría permanente: un CD en vivo, un unplugged, un álbum de duetos, poemas de García Lorca. Serrat pondría el nombre y el profesionalismo. La historia se encargaría del resto.

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