DISCOS
› EL “ROCK AND ROLL CIRCUS”
Ni Gaby, ni Fofó, ni Miliki: los Stones
La edición en DVD es un festín: Jagger y Richards, entre otros, explican por qué llegaron a odiar esa idea bizarra de 1968.
› Por Eduardo Fabregat
No es sólo un concierto. Son The Rolling Stones. En escena. El slogan del nuevo tour de la banda paradigmática del rock and roll busca calentarles aún más la cabeza a fans de todo el mundo... incluyendo la Argentina. Mientras Daniel Grinbank negocia para que las cuentas cierren y el grupo toque aquí en febrero (la alternativa, se sabe, es Montevideo), Mick Jagger, Keith Richards, Ron Wood y Charlie Watts calientan motores para la aventura que comenzará el 21 de agosto en el Fenway Park de Boston, con el cartelito sold out colgado desde hace días. Precedida por un nuevo disco (ver aparte), la gira On Stage vuelve a poner en los titulares al grupo que, a pesar de los años y los millones, sigue levantando la bandera del It’s only rock’n’roll, el grupo que levanta polvaredas entre veteranos que atesoran el vinilo de Beggars Banquet y jovencitos que ni habían nacido cuando ya reventaban estadios, el grupo que sobrevivió a todo. En especial a sus mismos integrantes.
En estos días, dos productos sirven no sólo para preparar el terreno y empezar a hacer sonar la registradora sino también para repasar ese historial agitado. Uno es la reedición de Forty Licks, el doble CD que en el 2002 abrió el archivo y presentó cuatro temas nuevos para la subsiguiente gira, y que oficia de guía casi perfecta al universo Stone. El otro es más impactante, un documento que se mantuvo guardado durante 15 años y al que los Stones llegaron a odiar, un ajustado retrato del lado más bizarro del swinging London: el Rock and Roll Circus. El título en sí no es novedad, ya que existen ediciones en CD y VHS. Pero el punto a favor es que este Circus llega en DVD, y con abundantes comentarios y material adicional que permiten echar un vistazo profundo a uno de los delirios mejor guardados del campamento rolinga, y revelan un par de secretos jugosos.
Hay que repasar la historia: durante la tormentosa grabación de Their Satanic Majesties Request, a Jagger se le ocurrió la idea de salir del concierto típico de rock y montar un especial de TV que combinara números circenses con un show de los Stones y artistas invitados. El 11 de diciembre de 1968, en el teatro Roundhouse de Londres, el quinteto que aún integraban Bill Wyman y Brian Jones se juntó con The Who, Taj Mahal, Marianne Faithfull, John Lennon, Yoko Ono, Eric Clapton, Mitch Mitchell (baterista de Jimi Hendrix) y los desconocidos Jethro Tull para un happening que se extendió por 36 horas y tuvo, además de música, enanos, payasos, tragafuegos, trapecistas y gente en las gradas con túnicas de colores y sonrisas inalterables.
Los commentaries, a cargo de Jagger, Wyman, Richards, Ian Anderson y el director Michael Lindsay Hogg, abundan en detalles sobre por qué el especial fue archivado. El bajista confiesa que llevaban un año y medio sin tocar, y que apenas se prepararon: “Cuando lo vimos, Mick pensó que los Stones no daban la talla, aunque creo que se refería a su labor”. Jagger dice algo similar, aunque de modo más diplomático, y Anderson, tras revelar que Jethro Tull hizo playback (¡playback en un festival rockero!), señala que a los Stones no se los veía en buen estado musical, que Jones era un paria y que lo mejor de la noche fue The Who (con A Quick One While He’s Away), aunque advierte que esa ceremonia fue muy inspiradora: “Tres años después empecé a vestirme como si fuera Rudolf Nureyev con anfetas, y saqué Thick as a Brick”.
Pero el que se lleva las palmas es Richards. El guitarrista cuenta cómo surgieron los Dirty Mac haciendo Yer Blues (“Teníamos a Lennon, Clapton, Mitchell... ¿cómo no íbamos a hacer algo?”), señala que “mi recuerdo es un absoluto caos, fueron 36 horas y al final me fallaba la memoria”, y reafirma que “estábamos agotados, sólo queríamos terminarlo. Cuando lo vimos, fuimos muy duros con nosotros mismos”. El mejor párrafo de Keith, rematado con esa risa reventada que es marca de fábrica, da una idea de lo que fue el swinging London y cómo se vino abajo, haciendo alusión al show de los Stones en el que los Hell’s Angels mataron a un fan: “Los espectáculos de fines de los ’60 eran muy peculiares, y el nuestro fue especialmente desastroso. Los demás tenían Woodstock. Nosotros, Altamont”.
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