ECONOMíA › DESPIDIERON A MARTIN LOUSTEAU CRISTINA KIRCHNER NOMBRO EN SU LUGAR A CARLOS FERNANDEZ
Después de un par de semanas con versiones sobre su alejamiento, y en medio del duro enfrentamiento con el campo, Cristina le pidió la renuncia a Martín Lousteau. La disputa con Guillermo Moreno y deficiencias en su gestión fueron los disparadores de esa decisión.
› Por Raúl Dellatorre
Prácticamente desaparecido del escenario principal desde hacía varias semanas, anoche Martín Lousteau dejó su cargo de ministro de Economía. Pese a los insistentes rumores en tal sentido, la renuncia sorprendió por el momento en que fue decidida. Mayor sorpresa aun provocó el nombre de su reemplazante, Carlos Rafael Fernández, un economista de perfil “absolutamente” técnico –como subrayan quienes lo conocen– pero de extrema confianza de las sucesivas gestiones Kirchner desde hace ya por lo menos tres años, cuando quedó plenamente incorporado al equipo de gobierno en el área de Relación con las Provincias. En la primera línea del gobierno, aseguran que el cambio de ministro es, “de manera excluyente, por una cuestión de eficiencia en la gestión”. Lo que no fue capaz de hacer Lousteau, ahora se lo confiarán a Fernández.
La decisión de desplazar al titular del Palacio de Hacienda fue largamente meditada por los Kirchner. En un día políticamente muy cargado, con Cristina en Misiones y Néstor inaugurando su cargo de jefe del justicialismo con un durísimo discurso en Ezeiza, el retorno de ambos a Olivos al anochecer no les deparaba el descanso. Fue en ese momento del día, coinciden diversas fuentes, cuando se tomó la decisión final de producir el cambio de ministro.
Lousteau debía partir anoche hacia Montevideo, para la reunión de ministros de los países socios del Banco del Sur. La decisión del matrimonio presidencial fue convocarlo antes e interrumpir su partida. No hacerlo hubiera demorado la definición hasta el lunes. Si en estas horas hubiera un acuerdo con el sector rural –algo que es más que una hipótesis en el círculo más íntimo de la Presidencia—, sería una mala señal que la primera noticia “posterior” fuera el cambio de ministro de Economía. Más conveniente era hacerlo antes. Y se hizo.
El estado de ánimo de las dos figuras políticas con poder en el país también tuvo su peso. Cristina, por los avances “importantes” en la negociación con las entidades rurales que le informaban sus asesores. Néstor, porque venía de un acto político trascendente en su carrera, en el que además había jugado con munición gruesa en el tema económico. La condena a las propuestas de enfriamiento de la economía para combatir la inflación y el señalamiento a los “especuladores” como responsables de la suba de precios fueron definiciones que adquirirían mayor peso con el correr de las horas. Los “ortodoxos” y “neoliberales” que se habían anotado en la carrera por la sucesión de Lousteau –hubo varios– acababan de quedar fuera de combate.
¿Qué es lo que determinó la pérdida del cargo de Lousteau? Su gestión, prácticamente desde su nombramiento, fue una sucesión de acontecimientos que mellaron su autoridad. Fue designado antes de que Cristina asumiera, pero semanas antes de que Miguel Peirano dejara el cargo. De ese modo, generaba expectativas sobre lo que debería hacerse y Peirano no hacía, cuando ya el kirchnerismo había ganado la elección y tenía el camino allanado. Uno de estos temas importantes era el Indec, en el que muchos apostaban a la “despolitización” para recuperar su prestigio técnico.
Este, como otros temas, no fue asumido por Peirano. Pero tampoco por Lousteau cuando en diciembre asumió el cargo. Fue su primer punto en contra. Luego, las permanentes y reiteradas peleas con Guillermo Moreno, el secretario de Comercio Interior, un subordinado que jamás se le subordinó. Sin dejar lugar a dudas, Moreno conservó el manejo de la relación con empresarios, el manejo de las políticas de precios, su ascendiente sobre el Indec y hasta una relación privilegiada con los Kirchner que Lousteau nunca llegó a tener.
En el balance final de la gestión del ahora ex ministro, pesó fuerte la imputación de “falta de personalidad” para enfrentarse con empresarios, con el propio Moreno e, inclusive, con sus pares de otros países en los encuentros internacionales.
Alguna versión le adjudica a Lousteau la responsabilidad de haber decidido “en soledad” el cambio del régimen de retenciones, de fijas a móviles, a los granos, “provocando” el mayor conflicto político y económico que sufrió el kirchnerismo en cinco años. Si bien eso es escasamente creíble, lo más evidente es que tuvo escaso manejo político del conflicto y no supo salir a tiempo a contrarrestar los argumentos falaces de los dirigentes rurales contra la medida. Por resolución personal y por decisión política del gobierno, el largo proceso de pulseada con el campo lo tuvo totalmente ausente.
“No podíamos seguir con un ministro incapaz de enfrentar presiones”, enfatizó un alto funcionario del gobierno en los primeros minutos de este viernes. Carlos Rafael Fernández es, para los que han compartido gestión con él, un funcionario “probado”. Sin ser un “político”, ni un militante del kirchnerismo, se ganó la confianza de los principales referentes del gobierno por su gestión como subsecretario de Relación con las Provincias, como ministro de Hacienda de la provincia cuando el gobierno “lo mandó” para arreglarle las cuentas a Felipe Solá, y como subsecretario de Hacienda de la Nación, junto a Carlos Mosse. Después de la crisis por la salida de Alberto Abad y Ricardo Echegaray, el gobierno lo puso al frente de la AFIP. Duró poco, pero porque su perfil será útil para un lugar más trascendente desde hoy. Tiene la confianza de los Kirchner y el respeto de Alberto Fernández, quien ayer también fue blanco de versiones sobre su renuncia, “totalmente infundadas” según muy altas fuentes de gobierno.
Hoy a las 19 jurará Fernández, Carlos Rafael. De él se espera una prolija gestión técnica y capacidad para resolver conflictos. Lousteau será historia. Breve. En realidad, ya lo es.
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