Mar 20.05.2008

ECONOMíA  › OPINIóN

Baqueanos con escarapela

› Por José Natanson

“El patriotismo es la menos perspicaz de las pasiones.”

Jorge Luis Borges

“A los que carecen de una identidad cualquiera, el Ur-fascismo les dice que su único privilegio es el más vulgar de todos, haber nacido en el mismo país. Este es el origen del nacionalismo.”

Umberto Eco

En el relanzamiento de su protesta, los productores agrarios llamaron a manifestarse bajo el slogan “todos somos el campo” y convocaron a prenderse la escarapela. Este intento de convertir un reclamo sectorial en una cruzada nacional no debería escandalizar. Al fin y al cabo, es una táctica de manual para darles potencia a los reclamos particularistas.

En mayo de 2001, los trabajadores de Aerolíneas Argentinas lograron convencer a un sector importante de la sociedad de que la suerte de una empresa privada española era en realidad una causa nacional. Aunque el hundimiento de la compañía afectaría a unos pocos miles de empleados y –transitoriamente– a la minoría que puede permitirse viajar en avión, los sindicatos aeronáuticos lanzaron una cruzada sustentada en el confuso concepto de “aerolínea de bandera”. El acto en el Luna Park, convocado bajo el slogan “Todos somos Aerolíneas”, reunió a 12 mil personas. “Sólo le pido a Dios/Que se vayan los gallegos/Que se vayan para siempre/Aerolíneas sigue siendo de la gente”, cantó Víctor Heredia.

En el 2005, un grupo de vecinos de Gualeguaychú, en su mayoría perteneciente a la pequeña burguesía local, casi todos comerciantes que prosperaron gracias al turismo y el Carnaval, cortaron el puente internacional con Uruguay en protesta por la construcción de dos pasteras. La historia es conocida, pero lo central es que si efectivamente Botnia contamina, en todo caso contaminará el tramo del río cercano a la ciudad, pero no toda la Cuenca del Plata. Algo no muy diferente, por otra parte, a lo que hacen otras tantas papeleras en otros tantos ríos argentinos, sólo que ubicadas en parajes más solitarios o frente a pueblos menos organizados o más pobres. Pese a ello, los asambleístas lograron convertir su protesta en una cuestión de Estado.

Y ahora el campo. En un documento del Cenda (“Los complejos agroalimentarios y el empleo”) citado en la última edición de Le Monde Diplomatique, Javier Rodríguez explica que, pese a la sensación extendida de que la Argentina es un país agrario, el sector agropecuario genera en realidad sólo el 6,0 por ciento del PBI y ocupa al 11,4 por ciento de la población (incluyendo en este último porcentaje a los trabajadores de las industrias alimentarias). Desde luego, su importancia crece si se consideran las exportaciones: el 57,4 por ciento del total son productos primarios o manufacturas de origen agropecuario, lo que explica que el campo sea hoy una fuente esencial de divisas.

En plena pulseada, no estaría mal prestarles un poco de atención a problemas menos particulares, desde la inflación y el desempleo hasta la pobreza, en un país mucho más complicado de lo que creen –y quieren hacer creer– los asambleístas de Gualeguaychú o los baqueanos neonacionalistas con escarapelas en el ojal.

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