ECONOMíA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
El saldo de la primera etapa del lockout agropecuario en el sensible mercado de los alimentos fue un aumento de precios de 23,2 por ciento. El resultado de la segunda y tercera etapa en continuado de la protesta del campo mientras la tierra sigue trabajando en la delicada estructura de la canasta básica de alimentos fue un alza de 6,4 por ciento. Este dato es provisorio porque siguen los cortes de rutas que provocan desabastecimiento de productos indispensables en la mesa de los hogares.
En el intermedio de ambas agresiones al presupuesto de los sectores de ingresos más vulnerables los precios registraron un lento descenso que duró ocho semanas hasta retroceder 24 por ciento. Este relevamiento realizado por la Consultora Equis, tendencia de los precios de alimentos similar a la detectada por otros estudios privados e incluso por el cuestionado Instituto Nacional de Estadística y Censos, revela el impacto del lockout de un sector del campo en los bolsillos de los consumidores.
El titular de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, afirmó, sin ruborizarse y ante el silencio de su auditorio, en la conferencia de prensa para informar la extensión de la protesta, que esa medida no genera desabastecimiento ni aumentos de precios. Sólo la impunidad que le brinda la ausencia de repreguntas puede ocultar lo que está pasando con los precios de los alimentos por el
lockout que cumplió ayer cien días. En especial, con el pan. La protesta del campo con la decisión de no comercializar granos sumado a los cortes de rutas que impiden pasar a los camiones con cereales que quieren abastecer está provocando un importante faltante de harina. Esto lo dicen agentes económicos del propio negocio agropecuario, como la Federación Argentina de la Industria Molinera que, precisamente, no están en contra del campo. Incluso tiene su sede en la Bolsa de Cereales y reúne a los 52 molinos harineros más relevantes de la actividad, entre los que se destacan Minetti, Kraft, Cargill, Molinos Cañuelas, Los Grobo.
No escasea sólo el pan, sino que los cortes de rutas dispararon maniobras especulativas de la cadena de comercialización por faltantes de productos, estableciendo cupos de compra y definiendo subas preventivas de precios. Desde el 27 de mayo, cuando se lanzó la segunda vuelta del lockout, hasta anteayer, en apenas tres semanas la Consultora Equis detectó los siguientes aumentos: carne picada (115 por ciento), arvejas (49), harina de trigo (38), zanahoria (33), batata (25), café (24), papa (15), aceite mezcla (13), arroz (8), galletitas dulces (6), leche (5), huevos (4) y fideos (4 por ciento).
Cuando el tema de la inflación y su impacto en los pobres era más relevante que los intereses de las cuatro entidades de un sector del campo, algunos analistas calculaban que por cada punto de aumento de la canasta básica de alimentos 100.480 personas caían en la indigencia. En un período más prolongado, la mejora de ingresos o la creación de empleo pueden más que compensar el alza de precios y eludir el descenso a la pobreza. Pero en estos días de ajuste veloz por los cortes de rutas los grupos más vulnerables no tienen defensa. El castigo a sus bolsillos es devastador. Ese es el impacto inmediato y concreto del lockout de Buzzi & Cía. Las cuatro entidades dicen que hoy terminan con los cortes de rutas: estuvieron durante cien días jugando con la comida y con el ingreso de los pobres.
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