ECONOMíA › DESACELERACIóN EN LA CONSTRUCCIóN Y PREOCUPACIóN DE EXPORTADORES
La creación de empleo en la construcción fue menor este septiembre que el año pasado. Retracción en la demanda de propiedades de alto nivel. Exportadores preocupados por la suspensión de pedidos de Brasil. Primeras luces de alerta.
› Por Cledis Candelaresi
La construcción, uno de los sectores más dinámicos tras la devaluación, registró en septiembre una baja del 3 por ciento en la generación de empleo respecto del mismo mes del año pasado. Ese dato se corresponde con otro igualmente desalentador del rubro inmobiliario: un desarrollador de la cotizada zona de Puerto Madero pasó de recibir entre treinta y cuarenta consultas de potenciales compradores los fines de semana a ninguna. Las exportaciones de alimentos y de plásticos a Brasil enfrentan suspensiones de pedidos. Malos indicios que se corresponden con las alertas estadísticas que manejan en la Unión Industrial Argentina, cuyo titular, Juan Carlos Lascurain, advirtió ayer que “no es momento de recomponer los salarios sino de preservar el trabajo” (ver aparte).
La sentencia del titular de la UIA se enmarca en su batalla contra la propuesta cegetista de otorgar un plus de 500 pesos por única vez a los trabajadores para compensar la erosión que produce la inflación sobre sus remuneraciones. Pero va más allá de eso. También expresa la preocupación por el parate industrial que empezó a esbozarse y que podría profundizarse por un mix de devaluación del real, expectativas adversas que genera el conflicto con el campo y los coletazos que sobre la economía real indefectiblemente tendrá la crisis financiera internacional.
En el departamento de estudios técnicos de la UIA prestan especial atención a que se está achicando la importación de los bienes de capital, un indicador de que hay un freno a la inversión. Entre enero y agosto este rubro creció un 34 por ciento. Pero si se considera sólo el último mes, el registro se reduce al 0 por ciento. Un caso renonmbrado y de envergadura de proyecto malogrado es el de la planta de Aluar, emprendimiento de 850 millones de dólares que quedó suspendido. Así abortó la primera iniciativa bajo la ley de promoción de inversiones, nacida hacia fines de 2004.
La industria crece. Pero el ritmo mermó drásticamente. Si se exceptúa a los sectores metalmecánico, automotriz y químico, el resto apenas remontó en los últimos ocho meses un 1,8 por ciento, proporción magra en relación con la buena performance anterior. El mapa de las estadísticas industriales se caracteriza por la heterogeneidad. “Hasta hace pocos meses todo iba para arriba. Ahora algunos crecen menos y otros nada”, explica uno de los economistas de la central fabril.
Los pesares de la construcción empezaron hace unos meses, cuando el conflicto agrario comenzó a congelar los emprendimientos privados, básicamente por la incertidumbre respecto del futuro y, en menor medida, por las dificultades logísticas que generaron las rutas cortadas. Según acusan los constructores, esas mismas dudas sobre el derrotero de la economía hizo que muchas fábricas “postergaran ampliaciones” previstas.
Finalmente, la obra pública también amagó escarcharse, en particular en las provincias que dependen prioritariamente de los giros que les llegan desde la Capital Federal. Sólo el decreto de necesidad y urgencia 1472 –el único de este tipo que firmó hasta ahora Cristina Fernández de Kirchner– reforzó las partidas de infraestructura vial y viviendas con una reasignación por 4700 millones de pesos. Ese oxígeno y la idea de que en épocas de inestabilidad el ladrillo es una inversión tan conservadora como el dólar para los argentinos dieron algún aliento a los hombres de la Cámara Argentina de la Construcción.
El calzado, otro sector que en los últimos años estuvo alentado por un tipo de cambio y medidas aduaneras que le permitió reactivarse, hoy tambalea. La devaluación del real –y la consecuente competitividad brasileña que se gana con ella– es un peligro tan concreto como las importaciones asiáticas, que se incrementaron un 50 por ciento en los últimos meses. Pero más grave que esa amenaza es la merma drástica en la demanda interna que, según el titular de la Cámara que nuclea a los fabricantes, Alberto Sellaro, hará que la temporada estival este año se termine la primera semana de noviembre, en lugar de prolongarse hasta la víspera de Navidad, como habitualmente. “Tenemos una sobreoferta de producto y ventas en retroceso”, se lamenta el empresario.
La suerte no es muy diferente para los exportadores, en particular si el destino prioritario de su producción es Brasil. Los pedidos de importación desde ese país de productos alimenticios argentinos con valor agregado cayeron entre un 10 y un 15 por ciento en los últimos sesenta días. Todavía no hay una medición estadística, pero varios fabricantes plásticos están afrontando pedidos de suspensión dramáticos. Ya es conocido que las automotrices soportan una merma similar de compras desde el país vecino, donde la crisis financiera internacional está lastimando fuerte, con drenaje de capitales incluido.
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