ECONOMíA › OPINIóN
› Por Alfredo Zaiat
En más de una oportunidad en los últimos años se destacaron los errores de pronósticos de los economistas de la city. E incluso se remarcaron sus debilidades analíticas sobre las fuentes de los procesos económicos. Hace no mucho defendieron durante un largo período la convertibilidad como un modelo sustentable, cuando era un engendro de tipo de cambio fijo a perpetuidad, que obligaba al ajuste permanente y, por lo tanto, a la destrucción de lazos básicos de cohesión social y de organización productiva. Más cerca, en el lapso del crecimiento económico del país más importante de la historia moderna hablaron de “rebote”, “veranito” y de “meseta”, en un muestra impactante de desconocimiento acerca de la dinámica de los motores locales, así como también la incapacidad de incorporar con suficiencia en el análisis los impactos provenientes del frente externo. Pero el 2008 ha sido el año de las mayores torpezas –en una calificación benigna– de los especialistas domésticos y del exterior que circulan en calesita por la cadena nacional privada de (des)información–. El ocultamiento de sus desatinos, que obviamente tiene una raíz ideológica y política en función de preservar los intereses del poder, permite la permanencia de esos falseadores del saber económico. Tienen, además, la aceptación social porque intervienen en ese mundo oscuro del pronóstico, instrumento valioso para hipnotizar a una sociedad del miedo. A lo largo de este año que termina no menos de siete sentencias terminantes y estimaciones infalibles, que fueron potentes factores de desestabilización, confusión para los agentes económicos y que finalmente no se cumplieron, fueron expresadas por esos mercaderes del pánico económico.
1. “La Resolución 125 que fija Derechos de Exportación móviles para cuatro cultivos clave implica la muerte del campo.”
El campo privilegiado por la extraordinaria renta diferencial de las tierras fértiles de Argentina estaría hoy en una situación mejor con ese esquema de retenciones. La sequía fue el principal componente que definió en estos meses el rumbo productivo del sector agropecuario, además de la estrategia destructiva de la voluntad de los productores y de la actividad comercial de los pueblos del interior por parte de la Mesa de Enlace. Estos dirigentes se dedicaron a presentar escenarios de catástrofes y a incentivar cortes de rutas que afectaron la actividad productiva y que provocaron un shock inflacionario.
2. “La economía argentina va rumbo a un escenario de estanflación (estancamiento con inflación) y para evitarla debe desacelerar su crecimiento.”
No se verificó ese proceso. Esos expertos no se cansaron de advertir que Argentina tenía que crecer menos y enfriar la economía porque el riesgo de no aceptar esa receta era el estancamiento con inflación. Si se hubiese seguido ese consejo, esa desaceleración hubiese ubicado a la economía en varios escalones menores en ritmo de producción al existente en la actualidad, lo que hubiera implicado enfrentar hoy un desagradable escenario de recesión. Instancia que por ahora se elude precisamente por no haber desacelerado la economía antes.
3. “La corrida financiera provocará una pérdida de reservas que el Banco Central no podrá recuperar.”
La entidad monetaria perdió un poco más de 6000 millones de dólares a lo largo del año en tres episodios de estrés financiero: el conflicto con el sector del campo privilegiado, la caída del Muro de Wall Street y la reacción del poder ante el fin del negocio con el dinero previsional de los trabajadores de las AFJP. Teniendo en cuenta esos shocks, esa merma fue de “apenas” casi el 12 por ciento del total máximo acumulado por el BCRA, porcentaje más bajo que el registrado por otros países de la región, como el investment grade Brasil. Además, desde hace un par de semanas el BC volvió a comprar dólares en cantidad.
4. “La inflación está desbocada y terminará el año cerca del 30 por ciento.”
La desaceleración del alza de precios en los últimos meses ha sido notable. La torpe intervención de la administración kirchnerista en el Indec actúa como un factor de distorsión en el análisis del proceso de inflación.
5. “El camino a un nuevo default de la deuda ya ha comenzado, con probabilidad de ocurrencia en 2009.”
Esta fue una de las afirmaciones más temerarias, que ha llevado a una serie de análisis erróneos sobre la situación financiera del Tesoro. Esa sensación de default fue alimentada por la inhábil colocación de bonos al 15 por ciento anual a Venezuela y por la tosca intervención de compra de bonos en el mercado por parte del Banco Central. Ahora, que se han pagado los últimos vencimientos, esos mismos analistas dicen que disminuyó el riesgo de una cesación de pagos, aunque mantienen vivo ese fantasma.
6. “El dólar a fin de año se ubicará en un rango de 4,00 a 4,10 pesos.”
En medio de la tormenta cambiaria por la crisis internacional, la furia del poder por el fin de las AFJP y el fuerte ajuste cambiario en Brasil, los pronósticos sobre la evolución del tipo de cambio fueron dramáticos, además de la presión por una fuerte devaluación de industriales y expertos de la city. Con una errática política cambiaria oficial, el dólar cotizó el viernes pasado a 3,45 pesos.
7. “El fin de las AFJP es la muerte del mercado de capitales y la desaparición del crédito en Argentina.”
Algo no puedo morir si antes no nació, y esto le corresponde a la supuesta existencia de un mercado de capitales en el país. Lo que sí se murió fue el negocio de comisiones abusivas, maniobras fraudulentas y ganancias para agentes bursátiles por la compraventa de acciones y bonos. El insignificante mercado bursátil sigue funcionando y el crédito sigue siendo tan escaso como antes.
Ha habido otras sentencias fulminantes que no se verificaron, como la posibilidad de la instauración de otro corralito, la inminencia de déficit comercial por la caída de las exportaciones y los precios internacionales de los commodities. También se asustó con despidos y suspensiones masivas, amenaza que busca ser un enérgico disciplinador de reclamos de trabajadores. No faltó el pronunciamiento de una crisis energética que nunca se termina de concretar.
Esa sucesión de desatinos de supuestos especialistas termina siendo funcional a las políticas oficiales porque esos pronósticos fallidos son más groseros que las debilidades, y en varios casos la mediocridad, que manifiesta la gestión kirchnerista en cada uno de esos frentes. En ese complejo y confuso panorama, la posibilidad de superar esa dinámica perversa y mezquina se presenta como uno de los principales retos de la economía argentina, desafío que no se estudia en la usina de astrólogos modernos, cuyos informes sobre el devenir del 2009 ya han sido prolijamente archivados para su oportuna evaluación.
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