ECONOMíA › QUEJAS POR EL ALZA DEL BOLETO Y POR LA FALTA DE MONEDAS
“Noventa, por favor”, solicitó una pasajera al colectivero, aguardando la respuesta para soltar las monedas que sostenía entre sus dedos dentro de la rendija de la máquina expendedora. “No, el pasaje aumentó. ¿Hasta dónde vas?”, preguntó con cara de nada el conductor del transporte. “¿Aumentó? ¿Ya? Pero tengo las monedas justas”, se quejó la mujer. La situación se repitió incontables veces a bordo de los colectivos, bonaerenses y porteños, durante todo el día de ayer. Es que, a partir de la 0, viajar en colectivo, tren, subte o premetro cuesta hasta un 33 por ciento más caro.
“Los aumentos nos revientan a todos”, deslizó Manuel González, no bien terminó de conversar con el boletero de la línea 28, una especie de salvador de los pasajeros que toman esa línea en Constitución por venderles boletos con billetes. Sin embargo, ayer se quedó sin superpoderes, es decir, sin monedas para dar vuelto a la gente, que para su caso, es lo mismo. González se acercó a las afueras de la estación de trenes para “ver cómo estaba el ambiente”. Si bien aseguró que monedas no le faltan, opinó que “no es bueno que hagan esto. A mí me sale 50 centavos más por día ir y volver del trabajo, pero hay gente que le pegó mucho más duro. Y ganar un peso en la Argentina es muy difícil”.
Silvia Galván es un claro ejemplo de lo que comentó Manuel. Ella vive en Glew, y para llegar a su trabajo, en Villa Urquiza, ciudad de Buenos Aires, debe tomar un colectivo hasta la estación de tren, el tren hasta Constitución y el subte. El mismo camino para regresar a su casa. “Ya no se puede sostener más, la plata no alcanza. Cinco pesos sale un kilo de pan, más de cinco tengo que gastar todos los días para ir y volver del laburo, y eso sin contar el resto de los gastos diarios, que también crecen y crecen. No es justo”, exclamó, mientras esperaba en una de las filas para sacar boleto.
Serio, y sin animarse a dar su nombre –“los supervisores andan controlándonos todo el tiempo”, se atajó– uno de los guardas de la estación central del ex ferrocarril Roca aseguró que ayer sorprendió “a más colados que de costumbre” y coincidió con Magui, empleada de uno de los kioscos que funcionan en el hall de la estación en que la gente está “muy enojada”.
El balance que hizo la joven, que observó el devenir de la jornada desde el pequeño cubículo donde trabaja más de ocho horas diarias, no fue positivo: “La mayoría vino a comprar para conseguir monedas, pero a nosotros también nos faltan, y se van enojados, revolean las cosas, algunos insultan”.
La realidad es que, a poco más de un año del último aumento en las tarifas del transporte público –no bien arrancó el 2008, los boletos comenzaron a costar, en promedio, un 20 por ciento más–, la nueva suba agrava aún más el malestar entre la población por la escasez de monedas. Y en ese punto, los pasajeros de colectivos se llevan la peor parte.
Filiberto Vela toma el 45 todos los días para llegar hasta su trabajo. La parada le queda lejos de su casa, pero con el aumento decidió caminar esas cuadras en vez de tomar otro colectivo. “Por lo menos hace bien al corazón”, sostuvo, poniéndole buena cara a la no tan buena noticia. No obstante, al momento de hablar de las monedas, se puso más pesimista: “Se complicó todo. Hay que rescatar las monedas de donde se pueda. Antes conseguía con las propinas, pero ahora ni eso, la gente prefiere dejarte dos pesos antes que monedas, y si vas a un kiosco, o te redondean o te ofrecen caramelos”, contó.
Bajo tierra, el ambiente no fue menos tenso. “La vamos a pasar mal”, coincidieron dos mujeres que, ventanilla de por medio, venden pasajes a los usuarios. El hecho de que la falta de cambio chico no se sienta en el subterráneo con la misma intensidad que en la calle, ya que los pasajeros cuentan con la posibilidad de tramitar una tarjeta para comprar pases sin necesidad de tener el cambio justo, no significa que ayer no haya habido problemas. “Nos faltan monedas, claro –recalcó una de las empleadas que, como el guarda de tren, tampoco quiso dar su nombre–. Por eso aconsejamos a la gente comprar en cantidad.”
Informe: Ailín Bullentini.
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