ECONOMíA
› PANORAMA ECONOMICO
Palmeras salvajes
› Por Julio Nudler
Extrañas y hasta incomprensibles razones explicarían el viaje de Aldo Pignanelli al Caribe. Más exactamente, a la ciudad hondureña de San Pedro Sula, donde anteayer se celebró la XLII Reunión Ordinaria de la Asamblea de Gobernadores del Banco Centroamericano de Integración Económica, una entidad multilateral de cuya existencia muy pocos argentinos tienen idea. El programa incluía un fin de semana de descanso en un resort de la zona. Siendo la Argentina miembro extrarregional del BCIE, no es costumbre que el presidente del Banco Central asista personalmente a encuentros de esta índole, encabezando en este caso una delegación integrada por María Margarita Aicardi, coordinadora de Organismos Financieros Internacionales del Ministerio de Economía, y por Juan Basco, gerente de Operaciones Externas del BCRA, en carácter de asesor.
Juan, según explican fuentes ministeriales, es hermano de Carlos Américo Basco, quien el 12 de marzo pasado fue designado director representante por el país ante el BCIE a partir del 6 de abril. Aquel nombramiento dio lugar a una denuncia, en la que se señalaba que C. A. Basco no estaba habilitado para asumir el cargo porque en octubre de 2000 se había acogido al beneficio del régimen de retiro voluntario como director nacional de Mercados Agroalimentarios de la Secretaría de Agricultura. (Es preciso aclarar que cargos como éstos, de tan bajo perfil y excelentemente remunerados, funcionan como tiernos bocados para las urdimbres políticotecnocráticas que se tejen en el Estado, y suelen despertar apetencias y litigios.)
De acuerdo con las normas, quien se acoja al retiro voluntario no podrá ser designado en planta permanente o transitoria, ni incorporado bajo ninguna modalidad de contratación, con o sin relación de dependencia, por el término de cinco años. La prohibición incluye asimismo cualquier designación en representación del Estado Nacional. En consecuencia, después de haber pasado el asunto por la Oficina Anticorrupción, la Subsecretaría de la Gestión Pública, que depende de Jefatura de Gabinete, interpretó que la designación de Basco “es nula y deberá disponerse en forma inmediata el cese de sus funciones y la instrucción de las medidas de investigación necesarias para deslindar las responsabilidades que en cada caso correspondan”.
El pasado 18 de julio, Jefatura de Gabinete, viendo y compartiendo el dictamen de la Oficina Nacional de Empleo Público, se lo giró al Ministerio de Economía, que sin embargo dio como recibida la notificación recién el 9 de agosto. El 13 de septiembre, después de algunos pases de mano, el expediente recaló en la Dirección Nacional de Proyectos con Organismos Internacionales de Crédito. En total, pasaron tres meses sin novedad desde el pronunciamiento de Gestión Pública, y la única a consignar es este desproporcionado viaje a Honduras de Pignanelli y Juan Basco, que quizá persiga el propósito de brindar respaldo simbólico a Carlos Basco. Si, al momento de estallar el escándalo en torno del lobbysta Carlos Bercún, el ministro de Economía ignoraba que lo tenía contratado, puede descontarse que las tramas burocráticas del organismo tampoco llevaron a su conocimiento un tema tanto menor como es el de Basco, pero así y todo capaz de movilizar en un viaje al exterior al responsable de la política monetaria y cambiaria.
Mientras tanto, en Buenos Aires hace furor una especie de juego del quién-da-menos por el dólar. Juan Llach, ex número dos de Domingo Cavallo, se anotó esta semana con un piso de $ 2,50. La Fundación Mediterránea, por su parte, juzga factible un dólar que oscile entre 3,00 y 3,30 pesos. Llach acusa a Roberto Lavagna de impedir la reactivación al negarse a dejar que descienda el dólar, estrategia que en buena medida comparte el Central, que día tras día compra divisas para sus reservas y así impide larevaluación del peso. Una vez más, en la economía sucede con toda naturalidad lo que nadie hubiese esperado.
Quien esté menos interesado en los razonamientos que en los negocios de ocasión se preguntará cuánto puede ganarse en esta tómbola. Y la respuesta es que tasas sorprendentes, incluso si se las expresa en moneda dura. Si se parte del supuesto –sostenido reservadamente por el propio BCRA– de que el dólar se mantendrá en los próximos seis meses en su actual nivel, las Letras del Banco Central prometen casi 79 por ciento anual en verdes. Esto a pesar de que, por ser tan tentador el convite, las tasas vienen derrumbándose –y los plazos dilatándose– ante el aumento en la oferta de fondos. Los bancos, a través de los plazos fijos que captan, manejan más del 70 por ciento de este negocio, cuya ventanilla pagadora es, para variar, el Estado. (No hay caso: en la Argentina todo riesgo privado termina siendo público, o “soberano”, como prefieren los financistas.)
El acuerdo con el FMI, el día que se firme (el cuento Ante la Ley, de Franz Kafka, describe adecuadamente este proceso negociador), quizás acentúe la temeridad de los apostadores y reduzca aún más las tasas, dentro de sus niveles astronómicos, pero al mismo tiempo ratificará el filón al establecer un ancla monetaria y prescribir, como se lee en la carta de intención, que la política monetaria será llevada a cabo principalmente mediante subastas de bonos del BCRA a tasas libremente determinadas. En otros términos: cualquier exceso de expansión monetaria, más allá del ancla, será absorbido mediante lebac.
Aunque siempre existe el peligro de que el dólar respingue, si EconomíaBCRA en cambio lo dejasen caer, las ganancias financieras en dólares se multiplicarían en proporción a esa caída. En todo caso, en los plazos más breves, en los que las chances de una desestabilización son escasas, las tasas que el Central paga por los pesos son, traducidas a dólares, igualmente altísimas: el jueves, por ejemplo, 25,9 por ciento anual a 28 días. ¿Cómo puede ofrecer tan insólitos rendimientos el sector público fundido de una economía desquiciada? Asignando, de acuerdo a determinadas prioridades, sus muy escasos recursos.
Está claro: si quiere evitar la revaluación del peso en un contexto de amplio superávit comercial por depresión económica, el Central tiene que vender pesos, para luego tomarlos en préstamo, vía lebac, en función de sus objetivos monetarios. ¿Podría evitarse este costosísimo juego? Un abaratamiento del dólar, ¿haría repuntar el diezmado poder adquisitivo del salario e impulsaría el consumo? Quizá Pignanelli haya viajado al Caribe para pensar en estas Honduras.