ECONOMíA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
Las estadísticas en la economía sirven como una herramienta que permite obtener información para orientar mejor una estrategia de gestión y, por lo tanto, para realizar una mejor administración. Cuando los índices que se elaboran poseen errores metodológicos, deficiencias en la captación de datos o carencias en el tamaño del universo relevado se genera un escenario de confusión. Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner han sido responsables y también víctimas de que las estadísticas se hayan convertido en un espacio de disputa política y, fundamentalmente, de la pérdida de legitimidad social del Indec. El cuestionamiento a los índices oficiales ha derivado en la proliferación de indicadores elaborados por consultoras de la city y organizaciones privadas. Sólo la tensión que existe en el ámbito de la política y de la actividad empresaria de medios de comunicación permite que esos índices puedan ser considerados. A diferencia del merecido reclamo a la conducción del Indec, a los índices privados no se les exige transparencia y consistencia técnica. Son creíbles simplemente por oposición a los elaborados por el Instituto, comportamiento que resulta poco riguroso para construir propuestas políticas o realizar análisis que se pretenden serios.
La elección de índices privados, en especial si los datos son los más negativos del mercado, para definir una canasta básica alimentaria que sirva como referencia para discutir el salario mínimo, para evaluar la competitividad del tipo de cambio o para establecer el umbral de la pobreza, tiene el mismo defecto que se critica al Gobierno: el abuso de las estadísticas para fortalecer posiciones políticas en el debate económico. Del mismo modo que la subestimación, la exageración tiene similar efecto: puede impulsar a fallas en la coordinación de los planes de producción y gasto del sector privado, y a la vez puede orientar en forma equivocada al propio Gobierno al momento de administrar riesgos macroeconómicos. También puede aumentar en exceso la incertidumbre de los agentes económicos, conduciéndolos a cometer severos errores en sus estrategias de negocios como en las políticas económicas de un gobierno. Puede sobreestimar las dificultades afectando así el diagnóstico y la formulación de diferentes políticas. De esa forma, esa situación irregular pasa de ser un problema cuantitativo (polémicas por los números) a uno cualitativo. En la práctica, se corre el riesgo de determinar un escenario irreal que provoca decisiones equivocadas que generan costos elevadísimos. Una referencia en ese sentido se encuentra en lo que le sucedió a muchos que tomaron como ciertas las afirmaciones de analistas acerca de la posibilidad de un nuevo default –que no se produjo– o de un apagón –que no se verificó—.
Esto mismo ocurre con los índices de pobreza. Resulta aventurado suponer que ha descendido sin pausa pese a que desde 2007 ha empezado a registrarse una mayor intensidad de la puja distributiva, reflejada en el alza de precios en mercados sensibles de la canasta básica. También porque desde mediados del año pasado se precipitó la peor crisis internacional desde la depresión del ’30 en el siglo pasado. Y, finalmente, porque ha subido la tasa de des y subempleo.
A la vez, carece de rigurosidad analítica y precisión metodológica afirmar que no han mejorado nada los indicadores sociales en el período 2003-2008 e incluso que la situación es igual a la de la década del ’90. Se minimiza así lo que significa un proceso dinámico de recuperación social luego de la devastación del 2001, que es un ciclo bastante diferente al de uno de deterioro constante por pérdida de calidad de vida como el registrado durante los años del menemismo. En forma gráfica, una cosa es una curva en descenso, con altibajos, y otra situación es una en ascenso o estancada en elevados niveles de exclusión social.
Resulta una peculiar evaluación considerar como similares a ambos ciclos económicos cuando en este último se crearon 4 millones de empleos, se ampliaron los planes sociales y se expandieron obras de infraestructura básica para la población. Esto no significa que se haya podido avanzar sobre el importante universo estructural de pobreza vinculado con el núcleo duro de des y subocupados. Pero existen las condiciones que emergen de la base macroeconómica para intentarlo con estrategias más audaces; en cambio, la convertibilidad era un esquema esencialmente de exclusión. Se presenta entonces un poco exagerado estimar que la pobreza se ubica en el mismo rango que en el segundo semestre de 2004, como informaron las autoridades del Episcopado, en base al Barómetro de la Deuda Social Argentina elaborado por la Pontificia Universidad Católica Argentina.
La lectura de la metodología de ese trabajo (páginas 141 a 151) facilita la comprensión de la dimensión de ese estudio. También el examen de la metodología para la medición de la pobreza del Indec, que consta de nueve páginas y está publicada en el sitio web de ese organismo público, permite evaluar las características de ese índice oficial. Los profesores de estadísticas aconsejan a sus alumnos que no es conveniente comparar peras con manzanas porque se pueden alcanzar conclusiones desacertadas. En este caso, esa enseñanza sería una buena guía para transitar con prudencia un tema tan sensible.
La Encuesta de la Deuda Social Argentina, fuente de información del Episcopado, aborda “el estudio de los logros y déficit en materia de desarrollo humano de la sociedad argentina a través de una muestra probabilística estratificada no proporcional de población adulta de 18 años y más”. Las mediciones se realizaron con una periodicidad anual durante el mes de junio de 2004 (línea de base), 2005, 2006, 2007 y 2008. La cantidad total de casos relevados fue de 1100 en las tres primeras mediciones, de 1500 en junio de 2006 y de 2520 en 2007 y 2008. A partir de estos casos, se obtuvo información acerca de algo más de 4400 miembros de los hogares relevados, en las primeras mediciones. En la medición de 2006, la ampliación de la muestra permitió alcanzar un total de 5676 personas, mientras que la totalidad relevada en 2007 fue de 9071 y en 2008, de 8940. Los autores de esa investigación explican que en términos de los hogares alcanzados, las tres primeras mediciones predicaban acerca de 3,2 millones, incrementándose a 4,5 millones a partir de junio de 2006. En todos los casos, el marco muestral utilizado y la selección de los casos fue la información correspondiente al Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda de 2001 realizado por el Indec.
Por su parte, “El método utilizado para la medición de la pobreza en Argentina”, documento publicado por el Indec, detalla que se “vienen realizando estimaciones sistemáticas y periódicas de la incidencia y otras características de la pobreza en el Gran Buenos Aires desde principios de los años noventa. A partir del año 2001 mediante la aplicación de una metodología de transición también se producen los mismos indicadores para el conjunto de las áreas urbanas representadas por la cobertura de la Encuesta Permanente de Hogares”. El Indec compara los ingresos de los hogares que provienen de la Encuesta Permanente de Hogares con el valor de la línea de pobreza que se computa regularmente. La línea de pobreza del Gran Buenos Aires que se emplea en las estimaciones regulares de lndec surgió de un estudio realizado entre 1988 y 1990 en base a los resultados de la Encuesta de Ingresos y Gastos de los Hogares de 1985/86. Estos estudios se realizaron en el marco del proyecto Investigación de la Pobreza en la Argentina (IPA). La línea fue calculada siguiendo, básicamente, la misma metodología empleada por otras oficinas nacionales de estadísticas y organismos internacionales.
Esos dos trabajos abordan la cuestión de la pobreza pero sus resultados no son comparables, puesto que aplican metodologías diferentes. Y en cada una de ellas se detectan controversias que ofrecen elementos para el entretenimiento de especialistas en estadísticas, entre otras, referidas a la amplitud y forma de selección de la muestra (UCA) o la calidad, cantidad de productos y captura de precios de la canasta de alimentos (Indec).
Polemizar sobre los números que surgen de índices de pobreza sólo colabora para desviar la atención acerca de las raíces estructurales de una sociedad inequitativa. Esto último es un debate más interesante en el cual muchos que predican y se manifiestan preocupados por la pobreza no estarían en condiciones de participar sin caer en la hipocresía.
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