ECONOMíA › OPINIóN
› Por Matías Kulfas *
La Argentina es un país que entre el experimento monetarista de la última dictadura y el oscurantismo de los años ’90 le ha dado la espalda a su proceso de industrialización. A diferencia de otros países, en particular en el este asiático, los procesos que se dieron entre las décadas del ’40 y del ’70, con sus alcances y limitaciones, fueron interrumpidos.
La brecha existente entre nuestro país y, por ejemplo, Corea es notable. Pero algún desprevenido puede pensar que esto siempre fue así. Nada más alejado de la realidad. A comienzos de los años ‘70, el producto por habitante de la Argentina era cuatro veces más elevado que el de Corea.
A partir de entonces el contraste es notorio: el producto por habitante de la Argentina se estancó gracias a las recetas neoliberales y los experimentos monetaristas que se inician en 1976 mientras que el de Corea prosiguió su marcha ascendente. En el año 1989, Corea alcanzó el mismo nivel de producto por habitante de la Argentina y en la actualidad lo supera en casi un 60 por ciento.
¿Cómo se explica semejante contraste? ¿Qué epidemia, guerra o conjunción de armas de destrucción masiva azotaron a la Argentina durante estas tres décadas para pasar de ser un país cuatro veces más rico a otro 60 por ciento más pobre que Corea? La respuesta es una sola: la epidemia de la ideología neoliberal, una verdadera máquina de destrucción masiva de fábricas, emprendimientos productivos, empleos y laboratorios de investigación y desarrollo.
El resultado es una economía que se concentra excesivamente en la producción primaria y la industrialización con poco valor agregado. Una economía que crea pocos productos diferenciados y que no le otorga importancia estratégica a la tecnología y al diseño. Es otra debilidad que surge como herencia de esa fase neoliberal.
Nuestra propia experiencia y las mejores experiencias internacionales demuestran que el rol del estado es clave para el desarrollo productivo. Cuando la Argentina decidió desmantelarlo, nos alejamos del desarrollo. Esto no implica desconocer que se trata de una tarea en absoluto sencilla. Ni tampoco los errores que se cometieron en el pasado. Pero un país que quiera desarrollarse debe tener un estado con vocación para el desarrollo y la industrialización.
* Director del Banco de la Nación y presidente de la Asociación de Economía para el Desarrollo de la Argentina (AEDA), entidad que hoy y mañana realiza su Primer Congreso Anual en el Centro Cultural Caras y Caretas, Venezuela 330.
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