ECONOMíA
› UN MEDIO PARA ARTICULAR UNA POLITICA AGRICOLA COMUN
La “moneda verde” caerá de madura
› Por Julio Nudler
La primera idea concreta lanzada desde el Brasil de Lula respecto de la Argentina responde a lo políticamente esperable. La “moneda verde” a la que se refirió anteayer el economista Aloizio Mercadante, que es diputado y ha sido elegido senador, aunque tal vez ocupe un ministerio en el gabinete de Da Silva, tiene dos sentidos. Uno es el de evitar la especulación con el dólar por parte de exportadores que se sientan sobre ellos y de importadores que procuran obtenerlos antes y en mayor cantidad de lo que realmente necesitan. Estas maniobras cobran mayor virulencia en tiempos de inestabilidad cambiaria y contribuyen a agudizarla. El segundo propósito es ayudar a articular una estrategia agraria del Mercosur, algo así como la Política Agrícola Común (PAC) de la Unión Europea. Esta idea viene dando vueltas entre Brasilia y Buenos Aires desde algunos años, pero lo único concreto es que los dos países siguen peleándose por el arroz, los ajos o unas cebollas.
Todavía no se conoce un proyecto concreto detrás del anuncio de Mercadante, aunque al canciller Carlos Ruckauf le bastó la sola enunciación para oponerse, argumentando que la moneda común del bloque austral debería llegar como corolario y no como arranque del proceso de integración. Sin embargo, la mencionada “moneda verde” toma su color del follaje y refiere a la necesidad de que dos países agrarios como Brasil y la Argentina, y también sus otros socios regionales, tengan una estrategia común en ese sector. Esto significa, entre otras cosas, coordinar su oferta agrícola exportable, o imponer derechos compensatorios de importación a la producción subsidiada de otros bloques o países.
En lo específicamente monetario, la idea no parece tener nada de nuevo, ya que calcaría el Convenio de Crédito Recíproco (CCR) que se creó en la Aladi (Asociación Latinoamericana de Integración) y que específicamente se aplica, dentro de ciertos topes y cupos, en el comercio con Brasil. Por este mecanismo, el exportador argentino cobra de manos del Banco Central en pesos y sin esperas el contravalor de su venta. Ocurre otro tanto con el exportador brasileño, que recibe reales. Periódicamente, los bancos centrales de uno y otro país hacen los números y el que haya resultado bilateralmente deficitario cancela en dólares el saldo.
Este mecanismo nunca entusiasmó a banqueros centrales ortodoxos, como Arminio Fraga o Mario Blejer, porque en el ínterin obliga a entregar moneda local sin contrapartida de dólares, con el consiguiente efecto expansivo. Además, habrá que confiar en que, llegado el momento, la banca central del país partenaire cubra la diferencia en dólares, si el saldo le ha sido adverso. En este sentido, el BCRA no es hoy un socio muy confiable: ahora mismo aún le debe a los brasileños casi mil millones de dólares por efecto de operaciones trabadas tras la devaluación.
Cabe también recordar el desprestigio en que cayó el CCR de Aladi por los numerosos fraudes cometidos por firmas privadas, que presentaban al Banco Central toda la aparente documentación de exportaciones realizadas, cobraban su plata y, posteriormente, el organismo monetario del país de destino del presunto cargamento negaba tener noticia de esa importación. Sin un aceitado flujo de información entre el BC, la Aduana y Comercio Exterior no hay manera de evitar las estafas.
No está muy claro aún si la idea de Mercadante es que la compensación periódica de saldos ya no se realice en dólares sino en esa nueva moneda que denomina “verde”, y que en tal caso sería más que una unidad de cuenta. También sería un medio de pago, con aplicación dentro del bloque. Si así fuese, la propuesta no sería en ese aspecto tan seductora para la Argentina, que, ya sólo a partir de sus ventas de trigo, es sistemáticamente superavitaria en su intercambio agrícola con el granvecino. El Pignanelli de turno preferirá el crujido de los dólares al de cualquier otro fiduciario.
Para los productores, desde el momento en que los dólares son quitados del medio, el mercado regional pasa a asemejarse más al mercado interno. Finalmente, la verdadera integración consiste en eso.