ECONOMíA › APUNTANDO A UNA ALIANZA COMERCIAL AGRICOLA
› Por Raúl Dellatorre
Desde Rosario
Cuando el ministro de Agricultura de la República Popular China pronunció la frase que todos estaban esperando, su par argentino, Julián Domínguez, esbozó una sonrisa: parte del objetivo estaba cumplido. “Argentina es un gran socio estratégico”, señaló Han Changfu, quien, como suele ocurrir con los funcionarios de su rango cuando salen de Beijing, hace gala de prudencia y ahorro de elogios. Sin embargo, no eludió referirse a la posición que ocupan ambos países en el concierto económico mundial actual y lo que pueden representar actuando de común acuerdo. “China y Argentina son dos potencias agrícolas que, además, nosotros vemos como complementarias en muchos aspectos”, definió en Rosario, en su visita a la Bolsa de Comercio de esa ciudad.
El ministro Han destacó “el consenso alcanzado en cuanto a la importancia estratégica de la cooperación” y el “respeto mutuo, que va a permitir resolver cualquier diferencia en un ámbito de amistad”. Sin nombrarlo, hacía referencia al reciente conflicto entre ambos países en relación con las exportaciones argentinas de aceite de soja, que China frenó bajo el argumento de incumplimiento de normas sanitarias que, en realidad, encubrían una represalia a las restricciones previas aplicadas por Argentina al ingreso de productos chinos industrializados.
Aquel conflicto había frenado el plan de acercamiento y alianzas que Domínguez había diagramado, como eje de su gestión, con tres grandes actores del comercio mundial de granos y alimentos: Brasil, India y China. Cuando en junio de este año, el ministro de Agricultura visitó Beijing, había recibido la promesa de su par chino que le retribuiría la visita, pero sólo después que el conflicto por el aceite de soja se hubiera superado. Pocas semanas después de normalizada la comercialización de ese producto, Han llegó a Argentina. Antes de fin de mes, Domínguez volverá a China.
La aceleración de los pasos tiene el ritmo de la urgencia por tomar posición frente a la crisis mundial. El ministro chino llegó a Argentina el mismo día en que se clausuraban las sesiones del Grupo de los 20 en Seúl, con el fracaso del plan de Estados Unidos para acorralar a China y obligarla a revaluar su moneda. En esa misma jornada, el valor de la soja rozaba los 500 dólares por tonelada en Chicago, por movimientos especulativos. La aproximación entre dos países emergentes, ambos “potencias agrícolas” (según las definió Han), buscando reforzar sus relaciones más allá y bien por afuera del dólar y su área de influencia, es toda una señal.
Argentina aspira a fortalecer su presencia en China a través de la venta de cebada, lácteos, carnes de diferentes tipos y maíz. China ofrece la conformación de empresas mixtas, que analicen oportunidades de inversión en un lado o en otro. Domínguez advirtió que no quiere inversiones extranjeras en tierras cultivables. Ambos hablaron de seguridad alimentaria, en el caso chino como eje central del plan quinquenal 2011/2015, en el caso argentino como aspecto constitutivo del programa estratégico agroalimentario que se espera lanzar en 2011 con metas hasta 2016. En Brasil, hace años que los empresarios orientados al comercio exterior ocupan parte de sus horas en estudiar el idioma chino. Por acá, sus pares –sobre todo los de rubros agroindustriales– deberían tomar nota, si es que tienen pretensiones.
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