Lun 03.02.2003

ECONOMíA  › DEBATE

Golpe al ideologismo demagógico

Por Roberto Lavagna *

El deterioro económico-social de algo más del último cuarto de siglo tiene sin dudas muchas causas y, desde ya, a los modelos económicos errados les corresponde una parte superlativa. Pero hay otras causas. La escasa memoria social, la falta de tolerancia a las ideas de los otros y por tanto la cancelación del diálogo constructivo también explican muchas cosas.
La falta de tolerancia tiene muchas formas, desde las autoritarias de los años de plomo hasta la tergiversación, la exposición fuera de contexto, o la simplificación tan corrientes en los últimos años. Tan corrientes que hasta nos hemos acostumbrado.
El tema de la pobreza es un ejemplo de ello. El Indec tiene razón: entre mayo y noviembre del 2002 hubo un aumento de la pobreza de acuerdo con su método de registro, según el cual más del 55 por ciento de la población es pobre. Con este método, que tiene su justificación, seguirá trabajando y publicando libremente como corresponde.
Al mismo tiempo, el Indec no tiene razón. La pobreza es para mí mucho mayor que la que el Indec dice. Yo creo que el 90 por ciento de los argentinos somos pobres. Un país de menos de 37 millones de habitantes, con un territorio amplísimo en una zona del mundo de relativa paz, con recursos humanos inteligentes, activos y razonablemente educados; con alimentos, agua, energía, minería y otros recursos naturales más que abundantes, lo cual lo ubica entre los grandes exportadores, debería tener niveles de ingreso no menores a los 20 mil dólares por persona y por año. En la realidad, los argentinos tenemos menos de una cuarta parte de este valor y en los últimos años hemos retrocedido fuertemente. Peor aun, hemos hipotecado el futuro con una deuda externa fenomenal, fruto de los pocos años de plata dulce de fines de los ‘70 y de la década del ‘90. Somos pobres casi todos porque estamos largamente por debajo de nuestro potencial.
No menos cierto es que el método del Indec no tiene razón –al menos no tiene “toda” la razón– porque presenta una imagen parcialmente distorsionada de la Argentina en un mundo en que la imagen importa tanto como la propia realidad. La realidad no hay que ocultarla, pero tampoco exponerla sin un contexto y mucho menos hay que alarmarse porque otros tengan otro método válido para apreciarla.
Hoy por hoy, por tomar un ejemplo cercano, hacia el mundo la Argentina tiene el doble de pobreza que Brasil, que lanza un programa de aproximadamente 50 reales (13 dólares) para atender a alrededor del 25 por ciento de su población, a la que su propio gobierno califica de pobre. Al mismo tiempo, la Argentina tiene desde mayo del 2002 un Plan de Jefas y Jefes con un aporte de 150 pesos mensuales (47 dólares) para combatir la pobreza extrema. Por otro lado, los salarios argentinos son aún más altos que los brasileños, medidos en dólares.
Así expuestas las cosas, un inversor, de adentro o de afuera, podría llegar a la conclusión de que siendo la pobreza en la Argentina doble que en otro país de la región, la estabilidad social y política será menor, y la calidad de su educación y de su salud igualmente inferior. Y sin embargo deberá pagar salarios más altos. La conclusión obvia es que resulta mejor invertir en el otro país y no en la Argentina. Moraleja: la demagogia no es gratis. Los que dicen que la encuesta del Indec es la “única” forma de ver la realidad, terminan jugando a favor de la pobreza, simplemente porque al no aceptar que hay otras visiones, que otros métodos pueden ayudar a exponer otra parte de la verdad, juegan en contra de quien debe invertir y puede elegir entre diferentes lugares para hacerlo. Obviamente ello conspira contra el crecimiento, que es el requisito indispensable para salir de la pobreza.
Hace unos días me referí a una de esas otras formas de ver la realidad. No anula la visión que muestra la encuesta Indec, pero la relativiza. Conesa otra forma, metodológicamente, también correcta de medir la cosa, entre mayo y noviembre del 2002 se redujo la indigencia –pobreza extrema, no así la pobreza– en algo mas de 1 millón de personas y los argentinos somos pobres, pero menos que en mayo.
Lo que es más importante, los planes de Jefas y Jefes han hecho un aporte significativo a combatir la indigencia y a estabilizar la situación social. ¿O acaso ya nos olvidamos de lo que fue la agitación entre octubre del 2001 y abril del 2002? Si no hubiera elementos serios para afirmar esto último, deberíamos concluir que los planes son inútiles y darles la razón a los que desde una visión conservadora extrema se oponen a estos planes o a los que desde cierta liviandad populista los quieren multiplicar imprimiendo billetes (sin valor por el efecto inflación) o, aun más lejos, cambiar el sistema como un todo.
Como en el caso anterior, también estos datos se seguirán calculando y dando a conocer. Pero lo que es cierto es que nadie tiene derecho a exponer su verdad como única, y menos aún a impedir o evitar una discusión seria.
* Ministro de Economía.

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