Lunes, 16 de mayo de 2011 | Hoy
ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: LA CRISIS DE LOS PAíSES DEL VIEJO CONTINENTE
El peor momento de la crisis financiera internacional pareciera haber quedado atrás, pero Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España siguen sin recuperarse y amenazan con poner en riesgo la lenta recuperación global.
Producción: Tomás Lukin
Por Agustín D’Attellis *
Luego del impacto de la crisis financiera internacional sobre el continente europeo comenzaron a evidenciarse serios problemas en las economías periféricas del continente, de ahí el surgimiento del grupo denominado Piigs, en referencia a Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España. El objeto de análisis de este artículo es la crisis griega. En un inicio esta crisis se presenta a partir de tres factores: falta de credibilidad –el dato de déficit fiscal fue corregido al alza en sucesivas oportunidades–, crisis de liquidez –las necesidades de financiamiento equivalían a un 30 por ciento del PIB– y crisis de solvencia –elevados déficit fiscales y de cuenta corriente–. En el año 2010, el déficit fiscal de Grecia alcanzó un 9,6 por ciento del PIB y el déficit de Cuenta Corriente un 10,5 por ciento. Esta situación de fragilidad se encuentra generalizada en los países de Europa, principalmente en el grupo de los Piigs. En la situación opuesta se destaca el caso de Alemania.
Si analizamos la causa de los problemas en el caso de Grecia encontramos dos motivos principales, con una clara causalidad. Los problemas en el sector externo provocados a partir de la implementación del euro, por un lado, y el consecuente deterioro de la situación fiscal, por el otro. Los déficit del sector externo presentan una tendencia creciente desde ese entonces, a contramano de Alemania, que registra un incremento progresivo en su saldo de cuenta corriente.
La aparición de estas tensiones dejan en evidencia los problemas que enfrentan países con diferentes mercados de trabajo y productividades al resignar su política monetaria y cambiaria. El costo laboral unitario ajustado por productividad en Grecia creció casi un 30 por ciento desde el año 2000 en adelante, mientras en Alemania se mantuvo prácticamente constante durante el mismo período. La convergencia en los niveles de productividad esperada ex-ante nunca ocurrió en la realidad. Esta situación generó una apreciación cambiaria real, agravada por la fortaleza del euro durante los años previos a la crisis. La evidencia de esto fue la modalidad de absorción del shock de países europeos que se mantienen fuera de la Eurozona (Gran Bretaña, Suecia, Polonia, Hungría, entre otros), que permitieron un deslizamiento de sus tipos de cambio.
Esta diferencia intrazona en la evolución de la situación externa de Alemania y Grecia en los últimos años encuentra una explicación en las características de los productos que cada uno de estos países orienta al mercado externo. En el caso de Grecia, como en otros países Piigs, estos productos son de baja sofisticación y tienen como destino mercados poco dinámicos –países de la Unión Europea–, mientras que en el caso de Alemania se trata de productos sofisticados y que encuentran destino en economías dinámicas –Brasil, Rusia, India y China (BRIC)–. Esta situación lleva a concluir que una devaluación no solucionaría la asimetría interna. La situación actual es compleja. Elevados niveles de deuda en relación con el PIB (143 por ciento) genera la visión en los mercados de que el cumplimiento de los pagos se dificultará. Este comportamiento se refleja en subas de las tasas de interés de los títulos, que condicionan sus necesidades de financiamiento futuras. Tal situación se evidencia en la evolución de los Credit Default Swaps (CDS) –medida de riesgo país–, que pasaron de 215 puntos básicos a comienzo de 2010 a alcanzar un pico de casi 1300 puntos hace unos días. De todas formas, por el momento, si bien enfrentan mayores tasas de interés, no se ven dificultadas sus necesidades de financiamiento de corto plazo, donde todavía se registra una sobredemanda frente a los anuncios de emisiones en el mercado primario. Sin embargo, la evolución reciente de los CDS de Grecia reflejan una percepción del riesgo muy superior en este país en comparación con el resto de los Piigs.
Al analizar la salida de Grecia de esta situación preocupan las pocas herramientas con las que se cuenta. Por un lado, no existe la posibilidad de una devaluación de la moneda que busque una salida incentivando las exportaciones y la actividad económica y, por el otro, los paquetes de ayuda obtenidos llevan aparejados planes de ajustes de gasto, que en pleno proceso recesivo no hacen más que profundizar la caída en la actividad, generando mayores conflictos a nivel político y social.
Para evitar que sigan creciendo estas asimetrías internas que minan la confianza en la región debería trabajarse sobre la coordinación macroeconómica, y tendrían que asumir un rol diferente las economías que se ven beneficiadas de esta situación, estimulando el desarrollo de las más pequeñas y atrasadas.
* Economista de La Gran Makro.
Por Leonardo Pataccini *
Privatización de los servicios públicos, reducción del estado, desregulación del mercado financiero, implementación de un tipo de cambio sobrevaluado fijado por ley, fuerte endeudamiento externo, caída de los salarios reales, pronunciados déficit fiscal y comercial, desempleo masivo, fuga de capitales, severos recortes en gastos sociales, sumisión a los organismos de crédito internacionales. Aunque parezca sorprendente, no es una descripción de la Argentina de hace algo más de una década, sino la actualidad de un pequeño país europeo ubicado a orillas del mar Báltico: Letonia.
Joven república, uno de los tantos desprendimientos tras la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Letonia resultó ser el país más afectado de su continente por la reciente crisis financiera internacional y, como puede apreciarse, entre Letonia y la Argentina existen asombrosas similitudes respecto de los procesos socioeconómicos que han experimentado a lo largo de los últimos 20 años.
Para comenzar, cabe mencionar que la moneda de este país es el lats, creada en 1993, y que desde el 1º de enero de 2005, el Banco Central de Letonia estableció una paridad cambiaria fija en relación con el euro (1 lats = 1,4229 euros). Respecto del PBI, Letonia experimentó un leve crecimiento desde 1995 hasta 2004, con un pequeño boom entre 2005 y 2007, sustentado principalmente por la llegada de inversión extranjera. Sin embargo, tras la crisis de 2008 su economía se desplomó dramáticamente y los capitales foráneos se fueron tan rápido como habían llegado: en el último trimestre de 2008 el PBI cayó un 10,5 por ciento y para 2009 la caída fue del 18 por ciento (cifra muy similar a la de la crisis argentina de 2002, que rondó el 19 por ciento). Para 2010, la caída en el PBI fue de “sólo” un 4 por ciento.
Además, Letonia posee un acusado déficit presupuestario estructural que ha venido arrastrando desde su independencia, llegando a alcanzar el 25 por ciento del PBI en el tercer trimestre de 2007 y que ha logrado revertir levemente desde el estallido de la crisis. La deuda pública, por su parte, representa actualmente casi el 50 por ciento de su PBI y se ha venido incrementando sostenidamente desde el 2000.
En la antesala del colapso económico, el estado letón recurrió desesperadamente a un blindaje financiero concedido por el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea en febrero de 2009 para sanear sus cuentas, hacer frente a la debilidad del sistema bancario y sostener el tipo de cambio. Las condiciones impuestas para otorgarlo fueron, por supuesto, la ejecución de feroces recortes en el gasto público y el aumento de los impuestos. Poco antes de este episodio, Standard & Poors había rebajado la calificación crediticia de Letonia a “junk” (basura), empeorando sus eventuales condiciones de acceso a la financiación.
En la actualidad reciente, y como forma de sobrellevar los efectos recesivos de la crisis económica financiera, el gobierno letón resolvió recurrir a una devaluación interna. A pesar de las recomendaciones del FMI y de la Unión Europea, la devaluación del lats hubiera tenido un alto costo social, ya que aproximadamente el 85 por ciento de la deuda privada se encuentra contraída en moneda extranjera. De esta forma, la política elegida implica bajar todos los costos domésticos (incluyendo los salarios) a los efectos de que sus exportaciones puedan ser más competitivas en el exterior. Paradójicamente, en las elecciones generales de octubre último los ciudadanos letones respaldaron la continuidad de estas medidas como el camino más adecuado para salir de la crisis.
Al igual que en la reelección argentina de 1995, el miedo a las consecuencias de una posible devaluación jugó un rol más determinante que cualquier otro temor y se votó por una profundización del modelo neoliberal para superar los problemas que él mismo había generado.
El caso argentino de los ’90 no fue un modelo original. Los mismos razonamientos y argumentos que le dieron sustento en aquella época empiezan a reaparecer cada vez con mayor fuerza y profundidad a escala global. Si bien hasta el momento en Argentina lo peor de esa etapa parecería haber quedado atrás, que aquel modelo no ha sido definitivamente superado en términos teóricos ni prácticos. Sus efectos aún están presentes y dispersos por el mundo, sólo hay que detenerse un instante a observarlos para darse cuenta de su existencia. Letonia nos demuestra que no debemos relajarnos. La Argentina electoral de 2011 nos presenta el desafío de desenmascarar los nuevos discursos y disfraces que encubren la implantación de este tipo de políticas económicas.
* Magister en Historia Contemporánea. Investigador del Departamento de Economía Internacional de SIDbaires (www.sidbaires.org.ar).
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