ECONOMíA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
Argentina y Rusia ocupan los primeros lugares en el ranking de países, excluyendo a Estados Unidos, con la mayor cantidad de dólares billetes en circulación en sus respectivas economías. A comienzos de la primera década del nuevo siglo el FMI estimó en un cálculo conservador que la cantidad de dólares físicos en Argentina supera los 25 mil millones de dólares, mientras que investigaciones oficiales la ubican en la actualidad en el doble. El otro país que tiene una suma tan elevada es Rusia, con más de 40 mil millones, pero con una población que es tres veces más grande. En términos per cápita, Argentina es el líder mundial de tenencia de billetes verdes fuera del país emisor. Pese a que el dólar hoy es una moneda que se ha debilitado a nivel internacional y que ha empezado a ser cuestionada como moneda de cambio universal, en la plaza local sigue siendo el refugio de grupos sociales con excedentes de capital. Ese crucial debate mundial no provoca ninguna alteración en el comportamiento de agentes privados, que mantienen invariable su compulsión dolarizadora. Se trata de una conducta que requiere de un análisis que supera el estrecho campo de la economía, porque en otros países que también padecieron diferentes descalabros macroeconómicos no existe esa obsesión por el verde.
Esta peculiaridad de la economía argentina convierte al dólar en un factor que excede la cuestión financiera, para ser un instrumento de utilización política y de presiones sectoriales. En una piel hipersensible debido a décadas de inestabilidad, golpes de mercado y violentas devaluaciones, el dólar fue una variable de disciplinamiento social y de orientación de las expectativas económicas. Tanta tensión alrededor de esa moneda provoca variados rumores, intensificados en meses preelectorales. Las condiciones objetivas de cada gobierno en las últimas décadas en relación a su capacidad de intervención en el mercado cambiario fueron definiendo el desenlace de diversas pujas sobre la paridad. En estos momentos, la robusta posición de reservas internacionales en las arcas del Banco Central actúa como un poderoso disuasivo ante el intento de instalar un escenario de incertidumbre. De todos modos, en los últimos meses economistas de la city han empezado a alertar sobre el movimiento del precio de la divisa en el circuito informal. En ese mercado, el dólar cotizó por encima de los 4,40 pesos por unidad en estos días.
El monto de esas operaciones sobre el total es poco representativo, al concentrar menos del 5 por ciento de las transacciones diarias. En otras situaciones, cuando existía un mercado de cambio desdoblado (comercial y financiero) o un cuadro de deficiencia de divisas por déficit de la cuenta corriente, el mercado informal tenía un volumen creciente y ejercía una muy fuerte presión sobre las decisiones del sector privado y sobre los responsables de la política económica. En la actualidad no existen esas condiciones para el desarrollo de ese negocio, sino que la revitalización del mercado marginal tiene otro origen. Esa mayor trascendencia no está vinculada a la cantidad de operaciones, que ha tenido sólo un leve incremento según operadores de la city, sino a que la existencia de más controles provocó una suba del precio vinculada al riesgo de la transacción.
El régimen de compraventa y tenencia de divisas igual sigue siendo bastante liberal incluso luego de las medidas dispuestas por el Banco Central en comparación con otros países de la región. Por ejemplo, el monto máximo para la adquisición de divisas se mantiene en 2 millones de dólares por mes. Las nuevas exigencias para operar con dólares empiezan a acercarse a las vigentes en otras plazas que aplican un mayor control sobre el movimiento de divisas. Las compras superiores a 20 mil dólares por mes deben realizarse a través de una cuenta bancaria. A su vez, cuando las transacciones exceden los 250 mil dólares, a lo largo del año, la entidad vendedora debe constatar que los montos adquiridos sean compatibles con la declaración jurada de esa persona. En tanto, la Unidad de Información Financiera y la AFIP son ahora asistentes del Banco Central en la fiscalización de las operaciones por más de 250 mil dólares anuales.
Las medidas de control buscan combatir la evasión y el lavado de dinero, además de fortalecer una política de administración de divisas, como se hace en otras economías. No fomentan el circuito marginal, que ya antes existía, sino que se pretende que sean más costosas las transacciones. Lo mismo sucede en los mercados de otros países, pero la diferencia es que en la plaza argentina existe una obsesión mayúscula por el billete verde. El trauma por debacles pasadas provoca reflejos defensivos de refugio en el dólar, pero uno de los motivos de ese comportamiento se encuentra en que es muy fácil el acceso a la compraventa de divisas. El régimen cambiario fue extremadamente liberal debido a décadas de dominio de las corrientes más ortodoxas en los puestos de decisión del Banco Central, tendencia que ha comenzado a revertirse, lo que explica su resistencia.
La recuperación de márgenes de autonomía en la política económica y monetaria facilita la posibilidad de avanzar en la regulación del mercado de divisas. Esa estrategia se puede instrumentar por la persistencia de un superávit de la cuenta corriente en los últimos años, puesto que significa que hubo y seguirá habiendo excedentes de dólares en el mercado local. No es un dato menor debido a que uno de los eslabones débiles de la economía argentina, que la precipitó a recurrentes crisis a lo largo de décadas, fue la restricción externa. Estrangulamiento externo por el déficit de divisas cuyo desenlace era la devaluación e inflación posterior, con la consiguiente inestabilidad política y social. La posibilidad de transitar un escenario tranquilo en el frente cambiario tiene entonces un componente estructural. Aunque a muchos fanáticos del verde les cuesta creerlo, hoy la economía argentina tiene estructuralmente excedente de dólares, que implica que la paridad como el manejo del mercado cambiario no está en manos del mercado, sino en definiciones de la política oficial. El precio del dólar marginal expresa entonces la intensidad del flujo ilícito de dinero y la reacción al objetivo de combatirlo mediante una serie de controles.
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