ECONOMíA › EL CONFLICTO COMERCIAL CON BRASIL BUSCA UNA SALIDA. LA CITA ES EN BRASILIA
El clima de tensión entre Argentina y Brasil va bajando de nivel al ritmo de las urgencias de los sectores involucrados por que se destrabe. Habrá concesiones mutuas. La competencia china, cuestión de fondo de la que aún no se habla.
› Por Raúl Dellatorre
Con la reanudación de las conversaciones entre ambos secretarios de Industria agendada para el próximo jueves en Brasilia, Argentina y Brasil inician otra semana en la que las tensiones vuelven a estar en el primer plano de las relaciones comerciales bilaterales. El primer round de conversaciones, entre lunes y martes pasado en Buenos Aires, culminó sin acercamientos. El segundo se inicia con un planteo de la ministra argentina Débora Giorgi por demás ambicioso, al proponer “la reindustrialización del país como eje central” de la negociación. Con todo, y si no es por convicción compartida, al menos por conveniencia mutua, en esta semana se podría avanzar en el grado de concesiones mutuas para que quede parcialmente destrabado el conflicto. La necesidad de retomar el abastecimiento de insumos, para unos, y la colocación de productos terminados, para otros, empieza a pesar fuerte de un lado y del otro de la frontera. Para la agenda futura binacional quedará marcado un tema, en letras rojas, que es por lejos mucho más trascendente que estas rencillas de vecinos: qué hacer, de aquí en más, con la competencia china.
Un día después de conocerse la convocatoria a Brasilia enviada por el secretario de Industria del país vecino, Alessandro Teixeira, la ministra argentina del área dio a conocer un comunicado en el que califica como “muy positiva” la reanudación del diálogo y, a la vez, plantea que “la continuidad del proceso de reindustrialización del país es el eje central que permitirá el beneficio de los dos socios mayores del Mercosur”. El mensaje se complementa con otra puntualización destinada a los industriales argentinos que están pendientes de los resultados. “La premisa de nuestro país es negociar con Brasil sin perder de vista que sólo una relación comercial equilibrada resultará beneficiosa para ambos países.”
Casi sin opción, las dos delegaciones que se encontraron en Buenos Aires el 23 y 24 pasados, y volverán a hacerlo en Brasilia el jueves y viernes próximos, están acotadas a dar respuesta a la demanda cortoplacista de sus respectivos sectores manufactureros. La puja es por cuidar las porciones de mercado ya alcanzadas, de un lado o del otro de la frontera, en el propio país, y que no le quiten el que puede haber conquistado en el del vecino. Es un tironeo en el que pareciera que el que uno gana, necesariamente lo va a perder el otro. Pelean por una misma torta, con suficiente apetito cada uno como para comérsela completa por sí solo. Sin embargo, repasando algunas cifras, las estadísticas no parecieran corroborar lo que exhibe la disputa.
Según señaló Giorgi en su comunicado de ayer, “aun en medio de tensiones bilaterales, el flujo comercial entre los socios mayoritarios del Mercosur se encamina a un nuevo record (...). Las importaciones provenientes de Brasil en el primer cuatrimestre crecieron 32,5 por ciento, en tanto que las exportaciones desde Argentina, en el mismo período, crecieron 26,9 por ciento”. Resulta, como mínimo, llamativo que con semejantes cifras recientes se haya desatado un conflicto por “trabas” al comercio bilateral.
Más llamativo aún es que el conflicto haya hecho corto circuito justamente en el rubro automotor. En este rubro es en el que se observa la complementación más avanzada entre ambos países y, a la vez, la que menos se puede tomar como ejemplo hacia otros sectores. Sencillamente, por su composición totalmente multinacional, en la que no existen –a nivel de terminales– empresas argentinas ni brasileñas. Sí las hay a nivel de fabricantes de autopartes, pero no son éstas las que definen la estrategia de integración y complementación. Son las propias empresas terminales, en sus operaciones “intrafirma” (ventas entre filiales de una misma marca, por ejemplo Ford Brasil a Ford Argentina), las que resuelven qué modelos se fabrican acá y cuáles allá, con qué componentes, si producidos en un país, en el otro, o se importan desde un tercero. Y los precios a los que se ofrecerán en cada mercado. No es un ejemplo de complementación entre “la industria argentina” y “la industria brasileña”: es una estrategia de una firma transnacional que negocia con un gobierno extorsionando con llevarse la producción al otro país si el vecino le ofrece más.
El sector automotor ha sido elegido como emblema del conflicto, mantiene en vilo la disputa a través de la forma de administración de las licencias de importación automáticas y no automáticas, y tiene el mayor poder de fuego cuando amenaza paralizar la actividad si no le permiten cruzar las fronteras con sus productos. Pero no es el eje del problema de fondo en la disputa comercial actual.
Hay, detrás de la preocupación de los empresarios brasileños en estos días por no perder mercado, un peligro mucho más grande que sus competidores argentinos, y esa amenaza es China. La cada vez más fluida relación comercial con esa potencia asiática le está resultando desfavorable a la industria brasileña no sólo por la enorme capacidad de oferta de los chinos, sino porque hay una política cambiaria (fortalecimiento del real) que hace más atractivos los precios chinos para el comprador brasileño. Pero como por razones políticas, además de cuestiones de peso relativo, contra China no se quieren lanzar objeciones en voz alta, la alternativa es pelear con los competidores de los escalones de más abajo. En este caso, Argentina.
Ambos gobiernos se han puesto firmes en la defensa de los intereses de sus respectivos bloques empresarios. Llevaron la pelea a un nivel de restricciones cruzadas que hacen imperativo llegar a un acuerdo, aunque más no sea coyuntural. La situación también permitió flexibilizar posturas en grupos empresarios, de ambos lados de la frontera, que se mostraban, hasta hace unos días, intransigentes. En las próximas jornadas surgirán propuestas para alcanzar acuerdos voluntarios de limitación de oferta en algunos rubros, una suerte de cupos acordados, como existen en algunos renglones de línea blanca desde hace ya varios años. “Siempre se cumplió y permitió el desarrollo de sectores importantes”, cuentan desde las industrias locales.
Pero el tema “China” quedará anotado en la agenda. Algunos círculos binacionales, principalmente en los rubros metalúrgicos, también empiezan a tratarlo en conjunto. China puede ser un socio importante, pero hay que aprender a tratarlo, diseñar acuerdos, establecer límites, coordinar políticas de desarrollo. Asuntos en los que sería altamente conveniente no ir por separado, aunque eso sea lo más probable.
Si hay conciencia de la trascendencia de un buen acuerdo con China y la conveniencia de abordarlo como Mercosur y no individualmente, la presente podría resultar la última disputa comercial binacional sobredimensionada, dando lugar a mayor tiempo para el debate de estrategias conjuntas.
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