Lun 25.07.2011

ECONOMíA  › TEMAS DE DEBATE: INVERSIóN E INNOVACIóN PRODUCTIVA

Pilares para el desarrollo

Un estudio privado reciente remarcó que la inversión está estancada y que se deteriora el “clima de negocios”. Sin embargo, los analistas consultados cuestionan la rigurosidad del informe. Sostienen que cuesta encontrar en la realidad indicios para sustentarlo.

Producción: Tomás Lukin

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La inversión crece

Por Agustín D’Attellis *

Durante los últimos días surgieron algunas opiniones sobre un estancamiento de la inversión en la economía argentina, a partir de un estudio realizado por la UCA y la consultora Ecolatina, que refiere a la creación de un índice de condiciones políticas y económicas para la inversión (ICI). En la presentación de este índice se comenta que para la construcción del mismo se consideran datos procedentes de seis componentes político-institucionales básicos y siete componentes económicos básicos, cada uno de los cuales incluye diversos subcomponentes. Sin embargo, no se especifica cuáles son estos datos ni tampoco los componentes de los cuales provienen. Resulta curioso que este índice determina que desde 2007 en adelante se desaceleró el crecimiento de la inversión productiva, cuando una de las características principales del modelo económico actual es el crecimiento sostenido de la inversión y el incremento de la contribución al crecimiento económico que implica este componente de la demanda.

Repasemos algunos datos relacionados con la evolución de la inversión durante el actual período de crecimiento económico sostenido. Entre el primer trimestre de 2003 y el mismo período de 2011, la economía registró un crecimiento de 83,3 por ciento y la inversión de 232,2 por ciento. Durante 2010, la inversión creció al 24,7 por ciento, y la variación entre el primer trimestre del año en curso y el mismo período de 2010 fue de 19,5 por ciento. La contribución al crecimiento de la Inversión Bruta Interna Fija pasó de representar un 2,8 por ciento promedio para el período 2003-2009 a un 5,3 por ciento en el último trimestre de 2010. Asimismo, cabe destacar el carácter anticíclico que tuvo la inversión pública para enfrentar el impacto de la crisis financiera internacional durante 2009. La inversión real directa registró un incremento del 71,1 por ciento entre el período enero-agosto de 2009 y el mismo período de 2008, mientras que las transferencias de capital crecieron un 71,5 por ciento para el mismo período. La inversión pública pasó de representar un 1,2 por ciento del PIB en 2003 a un 3,8 por ciento en 2009. Cabe destacar que el crecimiento de la inversión pública se encuentra acompañado de un fuerte incremento de la inversión privada. En 2008 se registró un máximo histórico para la inversión privada, que alcanzó un 21,5 por ciento del PIB. Luego cayó levemente por debajo del 20 por ciento, como consecuencia del impacto de la crisis internacional, aunque recuperó la tendencia alcista en los últimos trimestres.

El modelo económico actual presenta entre sus principales pilares un mayor empleo e inversión y un crecimiento sostenido de la producción, acompañado de políticas que apuntan a mejorar la distribución del ingreso. Los datos reflejan el logro de estos objetivos. La estabilidad macroeconómica lograda a partir de la sustentabilidad fiscal y externa, con una fuerte política de desendeudamiento, acumulación de reservas, tipo de cambio competitivo, entre otras, ha logrado generar un contexto de certidumbre –inédito en un proceso eleccionario en la Argentina– que se refleja en el crecimiento sostenido de la inversión. El componente de inversión en Investigación y Desarrollo por parte de las empresas industriales registró un importante incremento a lo largo de la última década.

La profundización del modelo económico implica continuar en la senda del sostenimiento en las tasas de crecimiento de la inversión a partir de trabajar más en detalle sobre la productividad a partir de la innovación tecnológica. La mejora en la productividad debería generar el acceso a ventajas competitivas genuinas, lograr generar rentas tecnológicas y mejorar las condiciones de empleo. Para lograr este objetivo es necesario avanzar en la existencia de un sistema financiero bien regulado y supervisado, que cumpla idóneamente la función de intermediación, captando el ahorro del público y financiando las inversiones de las empresas y las necesidades de la población. Dado el entorno macroeconómico necesario para lograr el crecimiento de la inversión, deberá avanzarse en la identificación de sectores clave y de elevado valor agregado para aplicar políticas microeconómicas que apunten al crecimiento de los mismos, de manera de mejorar la competitividad de la economía por esta vía en lugar de buscar hacerlo vía modificaciones del tipo de cambio nominal.

A partir de lo que se observa en los datos de la realidad, cuesta encontrar cuáles serán los componentes y subcomponentes que considera el ICI para su medición, que lo llevan a concluir que la inversión está estancada y que se deteriora el “clima de negocios”. Es necesario aclarar estos aspectos para poder realizar un correcto diagnóstico de la situación de la economía en cada momento, y de esta manera avanzar en el diseño de políticas económicas que permitan continuar por la senda del crecimiento económico sostenido con redistribución progresiva del ingreso.

* Economista de la Gran Makro.


Estrategias innovativas

Por Diana Suárez *

En el año 2001, un empresario argentino pagaba algo así como 800 dólares mensuales a sus operarios. Meses después, tras la megadevaluación del peso, el salario del operario pasó a valer, en el mercado internacional, poco más de la mitad, con el consecuente impacto en los costos (precios) de los productos de la empresa. Esta es la base de lo que se conoce como competitividad espuria: una mejora en el precio final dada por un efecto cambiario. Este shock de competitividad aplicó a todas las empresas por igual, más-menos la participación de los insumos en pesos en el total de su función de costos.

Sin embargo, el argumento de los menores costos salariales resulta insuficiente para explicar el crecimiento, menos aún el desarrollo, y de allí que se denomine competitividad espuria: no es sostenible en el tiempo. Nadie se atrevería a pensar que porque un obrero europeo o norteamericano gane más en dólares que uno argentino, Europa o los Estados Unidos son menos competitivos. La explicación radica en la productividad y el valor agregado. En la medida en que ese operario produce mejor, que los bienes tienen mayor conocimiento incorporado, la relación del salario en dólares pierde capacidad explicativa y el foco de atención se vuelve sobre la innovación y la capacidad de las empresas de diferenciar su producto, escapando a la competencia por precio.

Diez años pasaron ya desde ese shock de competitividad espuria y vale la pena preguntarse respecto de la forma en que el empresariado local podrá sostener la expansión de las ventas y esto, a su vez, permitirá seguir avanzando en los niveles de ingreso y bienestar. Para que el crecimiento se combine con el desarrollo es necesario que rentabilidad y salarios avancen de la mano y eso sólo es posible cuando los bienes poseen mayor valor agregado, el que se logra invirtiendo en innovación.

Algunos enfoques sostienen que un entorno favorable permite generar excedentes, los que pueden ser derivados hacia proyectos de inversión de mayor riesgo, como lo son los que buscan desarrollar un nuevo producto o proceso. Otros, en cambio, afirman que un momento de auge, que puede satisfacerse con la capacidad instalada, no genera incentivos a innovar, puesto que “alcanza” con lo que se tiene. La realidad de nuestro país permite corroborar ambas hipótesis. Los números agregados muestran que las firmas invierten proporcionalmente menos en innovación que antes. Sin embargo, al desagregarlos, se observa que existen firmas que apostaron a la innovación y modificaron su conducta.

Según los últimos datos disponibles, los gastos en innovación en 2005 fueron equivalentes al 1,3 por ciento de las ventas (vs. el 1,6 por ciento evidenciado en 2001 y el 2,5 por ciento de 1998). Desde luego, esto se explica por el crecimiento excepcional del denominador (las ventas totales), pero también porque la inversión en innovación creció proporcionalmente menos. Esto es así porque la innovación conlleva un riesgo adicional y el contexto de crecimiento no es suficiente incentivo para afrontarlo. Nuevamente, la realidad muestra que una macroeconomía favorable no es condición suficiente para traccionar el crecimiento sustentable y que las políticas de promoción de la innovación son tanto o más necesarias que durante los períodos de crisis.

Como se dijo, cuando se mira más allá de los indicadores agregados, se observan casos donde la macro favorable fue aprovechada como plataforma para el crecimiento sustentable a partir de cambios de conducta competitiva. Los estudios muestran que existen firmas que habiendo tenido una conducta reactiva durante la década del ’90, utilizando la racionalización (incluso la precarización) del trabajo como mecanismo de supervivencia, tras la devaluación aumentaron sus gastos en innovación, cambiando radicalmente su estrategia. En las estadísticas agregadas, estos casos son tratados como casos extremos, que distorsionan los promedios. En el campo, se trata de firmas que cambiaron su forma de competir. Mientras que el promedio de los gastos en innovación equivale al 1,3 por ciento de las ventas, estos “casos extremos” alcanzan niveles superiores al 2 por ciento, siendo además empresas que antes no invertían en tecnología. Aquí también existe un espacio para la política pública: el aprendizaje. Estas firmas escapan a la justificación convencional de la intervención del Estado y son casos que deben ser analizados para comprender la forma en que pueden replicarse.

Heterogeneidad: ésa es quizá la principal característica de nuestro país. No existen sectores innovativos por antonomasia. En todos los sectores de actividad, en todas las ramas productivas, el cambio en el entorno hizo que algunas firmas modificaran su estrategia, apostando a la innovación como mecanismo de competitividad. En términos de la contribución al bienestar, las empresas no son todas iguales, algunas tienen mejor comportamiento que otras. El cambio en el modelo de crecimiento de nuestro país inclinó la balanza, sumando más empresas al grupo donde la generación de renta privada se da en simultáneo con mejoras en el ingreso.

* Universidad Nacional de General Sarmiento/Conicet.

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