Sáb 27.08.2011

ECONOMíA  › PANORAMA ECONóMICO

El Dorado

› Por Alfredo Zaiat

La actualización de una cuenta publicada en esta misma columna en octubre de 2009 bajo el título “Onza de oro” es oportuna ante tantos economistas de la city que siguen dando cátedra sobre ciertos aspectos de la economía doméstica e internacional. Ese ajuste se refiere a las tenencias de oro del Banco Central dilapidadas por Roque Fernández y Pedro Pou durante sus gestiones al frente de la autoridad monetaria en la década del ’90. En el actual período de turbulencia en el mercado financiero internacional, donde el dólar se está debilitando como reserva de valor y el oro se ha transformado en el refugio preferido de inversores y bancas centrales del mundo, la venta de esos activos adquiere una dimensión impactante. Es una ominosa y ocultada historia de dos de los máximos referentes del neoliberalismo en el país. En diciembre de 1997, Pou informó la liquidación de toda la existencia de oro que había en las bóvedas de la autoridad monetaria. En total vendió cuatro millones de onzas a un precio promedio de 370 dólares. El Banco Central recibió entonces 1480 millones de dólares por esas operaciones. El proceso de venta del oro se había iniciado en la última etapa de Roque Fernández al frente del BC y se aceleró durante ese año. Pou llevó la ola vendedora hasta sus últimas consecuencias. En octubre de 1998 liquidó monedas del siglo XIX por 100 millones de dólares, que fueron ofertadas en la casa de remates Sotheby’s. Eran monedas emitidas durante los gobiernos de Julio Argentino Roca, Miguel Juárez Celman y Carlos Pellegrini. La fiebre antioro finalizó un año después, a mediados de 1999. Se pusieron a disposición del público monedas de colección, las únicas de oro acuñadas por la Nación: el Argentino Oro, que habían sido heredadas de la antigua Caja de Conversión, de 1935. Cada moneda se vendió a 80 pesos y, aunque el remanente iba a fundirse para venderlos en lingotes, al final quedó un sobrante de monedas en el tesoro del BCRA. La decisión de Roque Fernández y Pedro Pou fue ruinosa. Las cuatro millones de onzas liquidadas tendrían hoy un valor de 7200 millones de dólares, a una cotización de 1800 dólares la onza. Fueron vendidas a 1480 millones. El saldo de esa transacción es una pérdida financiera equivalente a 5720 millones de dólares. La historia empezó a revertirse en el gobierno de Néstor Kirchner, en 2003. En ese año, el Banco Central concretó dos grandes compras: una de 42 toneladas de oro a 390 dólares la onza y otra de 13 toneladas, a 420 dólares. Traducidas en onzas fueron 1.774.193. Tomando en cuenta un precio promedio de 400 dólares la onza, se desembolsaron 710 millones de dólares por aquellas operaciones. A valores actuales, el Central posee oro por el equivalente a 3193 millones de dólares.

La acumulación de reservas de oro se puede realizar comprando lingotes en el mercado internacional, como lo hace la mayoría de las bancas centrales del mundo, incluyendo la argentina, o preservando y acopiando el oro que se encuentra en territorios geológicos bendecidos. Argentina alcanzó rápidamente un lugar destacado como productor de oro de Sudamérica, actividad liderada por Perú, seguida por Brasil y Chile. El debate sobre la minería adquiere más complejidad con la fuerte alza de la cotización internacional del oro y el incierto horizonte de la economía global. No son sólo el indudable impacto ambiental, que ha movilizado a pueblos en contra de la minería a cielo abierto, los fabulosos beneficios fiscales que tienen las empresas mineras con la normativa que regula la actividad, el controvertido modelo extractivo y la explotación de recursos estratégicos no renovables por multinacionales. Esos históricos cuestionamientos incorporan ahora un aspecto esencial que emerge con fuerza del presente escenario de incertidumbre global: la utilización del oro como reserva de valor de las economías en un sistema monetario mundial con una profunda crisis sin certezas sobre su futuro.

Países sin riquezas mineras auríferas se encuentran en una situación relativa desventajosa porque tienen que generar excedentes para comprar oro. En cambio otros poseen esa riqueza en su propio territorio y son grandes productores, con Sudáfrica ocupando el primer lugar de ese ranking, seguido por Estados Unidos, China, Australia y Perú. Argentina ha ingresado en ese lote de países privilegiados. La explotación de oro se concentra especialmente en San Juan y Santa Cruz, seguidas por Catamarca, La Rioja, Salta y Jujuy. Desde que se inició la minería en gran escala hace 15 años, la actividad tuvo un crecimiento exponencial. Hay actualmente doce grandes proyectos en operación, tres en construcción y 340 “prospectos” en diversas etapas de desa-rrollo para extraer diversos minerales. Entre 1998 y 2009, la participación de la minería en el PBI saltó del 1,5 al 4,5 por ciento. Podría alcanzar el 6,0 por ciento cuando entre en funcionamiento el gigante Pascua-Lama, un emprendimiento binacional argentino-chileno en San Juan que tiene reservas de 18 millones de onzas de oro, de acuerdo con el parte difundido a la prensa.

La Secretaría de Minería de la Nación informa en su página web que existen 2,3 millones de kilómetros cuadrados con potencial geológico apto para el desarrollo minero. Las principales minas en producción de oro y plata son La Alumbrera (Catamarca), Manantial Espejo (Santa Cruz), San José (Santa Cruz), Gualcamayo (San Juan), Veladero (San Juan), Cerro Vanguardia (Santa Cruz). A diferencia de las estimaciones sobre las reservas de petróleo y gas, la información sobre las de oro no está sistematizada en la Secretaría de Minería.

Para tener una aproximación de esa riqueza escondida como en El Dorado, se debe realizar un relevamiento a partir de la información que brindan las propias empresas multinacionales. Barrick había detallado que en Veladero, a febrero de 2004, las reservas de oro eran de 11,1 millones de onzas de oro, aunque el gobierno provincial calculó que en todo el predio, es decir los 3000 kilómetros cuadrados otorgados en concesión, puede haber hasta 30 millones de onzas. En esa tarea de aproximación sobre las reservas auríferas del país, resulta un valioso aporte la investigación de Julio Gambina, Antonio Lizauain y Sergio Papi, publicado por la división argentina Attac, movimiento internacional que lucha contra la especulación financiera. Elaboraron el siguiente relevamiento de recursos mineros de oro en los principales siete proyectos sobre un total de setenta que existen en el país:

- Pascua Lama, de Barrick Gold Corp (Canadá), 37,0 millones de onzas, según información no oficial proveniente de la empresa.

- Veladero, de Barrick Gold Corp (Canadá), 16,2 millones.

- La Alumbrera, de Xstrata Cooper (Suiza), 12,0 millones de onzas.

- Diablillos, de Silver Resources (Canadá), 7,9 millones de onzas.

- Agua Rica, de Yamana Gold (Canadá), 7,6 millones de onzas.

- Condoriacu, de Maximus Ventures (Canadá), 6,6 millones de onzas.

- Pachón, de Xstrata (Suiza), 468.000 onzas.

Los tres investigados calculan que en esas áreas mineras manejadas por grandes empresas tienen un potencial de explotación de 88 millones de onzas, que a un valor de 1800 dólares la unidad equivalen a 158.400 millones de dólares. Otros estudios conservadores indican que las reservas probadas son de 25 millones de onzas, unos 45 mil millones de dólares. En ese cálculo se deben restar los costos directos e indirectos para la extracción del metal precioso, estimado entre 300 y 500 dólares la onza.

¿Cuál es la tasa de ganancia “normal” en este tipo de explotación? ¿Shocks extraodinarios que disparan al alza el precio del mineral extraído no cambian las condiciones de la explotación fijadas por el Estado? ¿Cuál es el beneficio para la sociedad de poseer una inmensa riqueza natural, de cuyos frutos disfruta muy poco y sólo recibe fondos en una proporción muy baja del total vía impuestos y empleos? ¿Cuál sería la prudente estrategia financiera de un país con ricas áreas mineras donde se esconden abundantes reservas de oro?

Si la explotación y la apropiación de la renta de recursos naturales no renovables son un debate central para el desarrollo de un país, en el actual escenario de terremoto financiero y monetario global resulta imprescindible buscar respuestas a esos interrogantes y debatir sobre el uso y destino del oro que extraen del país grandes mineras multinacionales.

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