Dom 19.02.2012

ECONOMíA  › AMALIA LACROZE DE FORTABAT MURIO AYER EN BUENOS AIRES, A LOS 90 AÑOS

Sin aquel brillo de la década menemista

Fue un símbolo del empresariado prebendario del Estado, que creció con la dictadura, se desarrolló con el alfonsinismo y alcanzó su máxima expresión con el menemismo. Dueña de una fortuna de más de 1000 millones de dólares y de una gran colección de cuadros.

› Por Laura Vales

Con la Iglesia en tiempos de la dictadura, con Alfonsín, con Menem y con Duhalde; Amalita consolidó su fortuna al amparo del poder.
Imagen: Victor Bugge, Rafael Yohai.

A los 90 años, en una de sus casas en Buenos Aires, ayer murió Amalia Lacroze de Fortabat. Dueña de una de las fortunas más grandes de la Argentina, Amalita fue símbolo de una época: la señora de la alta burguesía. Construyó su imperio económico durante la dictadura, pero brilló durante el menemismo. Le gustaba mostrarse amante de las artes y mecenas del poder, y aderezar el combo con un toque de desparpajo: “Me ofrecieron ser presidente de la Nación y dije que no”, le contó alguna vez a la revista Caras. En sus últimos años, desplazada de la escena política, se había dedicado a levantar un Museo de Arte en Puerto Madero, al que le puso su nombre.

Amalita había nacido en 1921 en una familia de la aristocracia porteña que al año siguiente se mudó a París. Ella solía contar que por eso aprendió a hablar en francés, e incluso en inglés, antes que en castellano,

Volvió a la Argentina con 19 años y se casó con el abogado Hernán de Lafuente Sáenz Valiente, padre de su única hija,

Inés. Por entonces, sin embargo, ya conocía a quien sería su segundo esposo y la razón de su imperio económico, Alfredo Fortabat, dueño de Loma Negra.

A diferencia de muchos de su clase, Amalita nunca buscó la cultura del low profile. Su segundo casamiento ya tuvo muchos de los elementos que luego harían un estilo. Fortabat tenía, como ella, un matrimonio anterior y, en el contexto de la época, las separaciones de ambos y su posterior boda dieron que hablar. Ella tenía 26 y él 53, y esta diferencia de edad aderezaba la historia.

Amalita, que volvió a casarse con Fortabat otras cinco veces (en Los Angeles, San Francisco, El Cairo, Atenas y París), quedó viuda a los 55 años y se hizo cargo de Loma Negra.

Quedó como la única heredera de los bienes de Fortabat, aunque en su libro Los dueños de la Argentina, Luis Majul señaló que cuando murió el empresario, el testamento no aparecía por ningún lado y hubo alguna situación confusa hasta que fue encontrado. Como fuera, Amalita se puso al mando de la cementera tres días después de la muerte de Fortabat, como para no dar lugar a los que reclamaban una parte de la herencia.

La historia del crecimiento económico de Loma Negra se detalla en una nota aparte. A grandes rasgos, tuvo un primer salto con el gobierno militar y un nuevo impulso con el gobierno de Raúl Alfonsín. En la crisis de 1989, que terminaría anticipadamente con el gobierno de Alfonsín, decidió apoyar a uno de los candidatos del PJ, Carlos Menem. Así empezó el tramo más politizado de su biografía.

Fue una de las financistas de la campaña del riojano, y también lo sería, aunque con menos suerte, de la dupla Eduardo Duhalde-Palito Ortega. Cuando Menem se convirtió en presidente, le devolvería sus favores nombrándola embajadora itinerante y dándole después el cargo de titular del Fondo Nacional de las Artes.

A Amalita siempre le gustó mostrarse como mecenas. En una época creó incluso premios artísticos, aunque los dejó de otorgar cuando uno de sus jurados le dio un primer lugar a la novela El Anatomista, de Federico Andahazi, que contaba la historia del médico que descubrió el funcionamiento del clítoris. También le puso su nombre a la Fundación para cuestiones filantrópicas –tales como atender casos de niños con HIV o becar a estudiantes para que fueran a Harvard—. Finalmente, también bautizó Amalita Fortabat al Museo destinado a albergar su colección de arte.

En los ’90, para saber de sus actividades alcanzaba con comprar las revistas Caras o Gente. Los archivos dicen que en distintos momentos fue vinculada al actor Juan José Camero y a Palito Ortega, y –yendo más atrás– que tuvo una larga amistad con el ex coronel Luis Prémoli, que fue quien le presentó a Menem.

El gobierno de la Alianza la mantuvo como embajadora plenipotenciaria y también como titular del Fondo de las Artes. Amalita sólo perdería los cargos con la llegada a la presidencia de Néstor Kirchner. Desplazada, anunció que se dedicaría “a la acción social” y a la construcción de su museo.

Se dice que sólo los Blaquier tuvieron una colección de arte comparable a la suya. Aunque el declive de su poder económico la obligó a subastar una parte, en el 2008 lo pudo inaugurar.

Un tema abierto tras su muerte será el de la herencia. En sus tiempos de oro, se decía que Amalita cambiaba el testamento todos los años, o incluso más de una vez al año si se malquistaba con alguno de sus familiares. Aunque el legado de los bienes que deja está pautado por la ley, hay una parte de la herencia que es de libre disposición. Y en esa lista pueden entrar no sólo familiares sino sus colaboradores o amigos.

Aunque en los últimos tiempos se dejaba ver poco y estaba aquejada por problemas de salud –tuvo que pasar por varias operaciones en la cadera–, Amalita prometía vivir hasta los 100 años. La fecha correcta de su muerte debía ocurrir en una década más tarde, el 15 de agosto de 2021.

En el comunicado de prensa que los familiares difundieron a los medios no se dieron a conocer detalles. El texto señaló que estaba acompañada “por toda su familia” y que eran las 6 de la mañana del sábado. También anticipó que la ceremonia fúnebre hoy tendrá un carácter estrictamente privado.

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