Dom 19.02.2012

ECONOMíA  › OPINION

Complicidades

› Por Matías F. Moreno *

Una placa televisiva anuncia el fallecimiento de Amalia Lacroze de Fortabat, ex dueña de la empresa Loma Negra. La empresa fue fundada en 1927, erigiéndose como ícono de un modelo paternalista. En contra de la lógica del capitalismo norteamericano de principios del siglo XX, donde las relaciones laborales en las fábricas se estructuraban a partir de la contradicción de clases con roles bien definidos, Loma Negra se asentó sobre un modelo con una figura central: el patrón o “Big Man”, que sostenía las relaciones laborales a través de la resolución cotidiana de los problemas con “favores” personales. Esta dominación encubierta, bajo la pretensión de igualdad de condiciones obrero-patrón, generaba en cada trabajador una individualización y una deuda simbólica con el patrón. A la vez, atentaba contra cualquier tipo de organización colectiva en donde se articule una demanda directa de clase. Los casos más llamativos se notaban cuando los trabajadores presentaban alguna enfermedad respiratoria, por las condiciones desfavorables de trabajo. Ante esto, el patrón les concedía días de reposo, sin certificación médica. Generalmente, el resultado era la muerte a temprana edad de muchos operarios. Las partidas de defunción consignaban tabaquismo, edemas pulmonares o causas hereditarias. En 1977, mi padre, el abogado Carlos Moreno, asesorándose con algunos médicos, empezó a patrocinar a varios obreros del sindicato de AOMA, con diagnósticos de disfunción respiratoria. A partir de un trabajo exhaustivo y gracias a la predisposición de algunos trabajadores para dejarse hacer una cirugía a “pecho abierto” y tomar muestras del tejido pulmonar, llegó a la conclusión de que la mayoría moría por una enfermedad llamada silicosis. La Justicia laboral dictó fallos a favor de los trabajadores, en los que obligó a la empresa a pagar indemnizaciones y cambiar condiciones de trabajo. A raíz de esto, mi padre fue secuestrado el día 29 de abril de 1977, y asesinado el 3 de mayo del mismo año.

En 1976, Amalia Lacroze de Fortabat se convirtió en directora de Loma Negra y articuló la producción cementera con el mundo financiero que la llevó a generar estrechos vínculos con David Rockefeller. A esto, sumó el apoyo irrestricto a la última dictadura militar, período en el que triplicó sus ganancias: suministró al gobierno de facto el cemento para modernizar el espacio urbano de la ciudad de Buenos Aires con autopistas, entre otros. Y para mejorar y construir los estadios para el Mundial ’78. En lo político, compartían la idea de “disciplinar” la fuerza de trabajo. Las ganancias le permitieron ser la “capitana de la industria” durante el alfosinismo, y embajadora plenipotenciaria con Carlos Menem. El ex presidente Néstor Kirchner le quitó el cargo. Evidentemente a ella, al igual que a Videla, el peor momento les llegó con los Kirchner.

Hoy, gracias a la decisión política del Gobierno que atendió las demandas históricas de los organismos de derechos humanos y lo transformó en política de Estado, se hace el juicio por el asesinato de mi padre. No sólo buscamos justicia por él, sino también por los trabajadores cesanteados y encarcelados, los expulsados no sólo de Loma Negra, sino del circuito del cemento, y los muertos por causas evitables.

La sintonía fina en los procesos por Memoria, Verdad y Justicia significa hurgar, más temprano que tarde, en los lugares incómodos de las complicidades civiles de la última dictadura. Exige celeridad de los encargados de la Justicia, porque Amalita ya se murió, aunque la condena social está naciendo.

* Sociólogo, hijo mayor de Carlos Moreno.

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