Aunque, al menos oficialmente, se supone que todavía no conocían la noticia de la deserción de Menem, ayer tanto el director gerente del FMI, Horst Koehler, como el titular del Banco Mundial, James Wolfensohn, coincidieron en manifestar su apoyo al próximo presidente argentino. Sin embargo, ambos se preocuparon también por recordar “el amplio programa de reformas” que exigirá Washington apenas se acomode en el sillón Néstor Kirchner.
En una conferencia de prensa en Ginebra, compartida con el director general de la Organización Mundial de Comercio (OMC), Supachai Panitchpakdi, Koehler elogió las medidas de estabilización aplicadas por la administración Duhalde. Y se comprometió a ofrecer la colaboración del organismo con las nuevas autoridades.
Pero no perdió la oportunidad de listar los “problemas todavía sin resolver”. En este sentido, mencionó la reestructuración del sistema bancario; y “el restablecimiento de un marco de seguridad jurídica para los acreedores privados” –o sea, el veto presidencial a la nueva prórroga por 90 días de las ejecuciones bancarias–. Koehler englobó dichas tareas pendientes bajo el título de “amplio programa de reformas”. Entre las “reformas” que exige el Fondo en el corto plazo se cuentan, entre otras, la compensación a los bancos por la pesificación asimétrica; la apertura al capital privado de los bancos Nación y Provincia; y la modificación del impuesto al gasoil para aumentar recaudación.
Washington también presiona para que Roberto Lavagna se siente cuanto antes a renegociar con los acreedores privados los términos en que Argentina volverá a pagar los 60.000 millones de dólares de deuda pública actualmente en default.
Por su parte, el presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, ofreció también su cooperación y citó entre los asuntos que deberá resolver el nuevo gobierno la sustitución de las cuasimonedas provinciales por “dinero auténtico”, “el fortalecimiento de la gobernabilidad”; y “el drama humano en general provocado por la crisis”.