ECONOMíA › EN EL SEMESTRE CRECIó APENAS 0,9 POR CIENTO Y LA PROYECCIóN PARA EL AñO ES 1,8 POR CIENTO
La política monetaria de Dilma Rousseff es la principal responsable de que el socio mayor del Mercosur no logre despegar. La lucha contra la inflación convirtió a Brasil en un paraíso para el capital financiero.
› Por Fernando Krakowiak
Durante el último año, Brasil bajó la tasa de interés de referencia de 12,5 a 8 por ciento, devaluó el real casi un 25 por ciento, implementó un plan millonario de estímulo a la industria y además logró reducir la inflación del 6,9 al 5,2 por ciento anual. Lo hecho por el gobierno de Dilma Rousseff fue puesto como ejemplo por numerosos analistas internacionales y locales. Sin embargo, la economía del principal socio del Mercosur no sólo no se recuperó sino que se siguió contrayendo. En el primer semestre creció apenas un 0,9 por ciento y las proyecciones de las consultoras, que a comienzos de año promediaban un 4 por ciento para 2012, ahora se ubican en 1,8 por ciento. La paradoja es sólo aparente, pues al relevar las tasas de interés que cobran los bancos en ese país queda claro por qué Brasil está lejos de despegar.
En el Congreso de AEDA que se llevó adelante la semana pasada en la Universidad de Buenos Aires, el economista Miguel Bein presentó un paper titulado “Argentina en el contexto de la economía mundial”, donde le dedicó un apartado especial a Brasil. El ex secretario de Programación Económica de la Alianza explicó allí que, si bien el gobierno de Dilma Rousseff bajó la tasa de interés de referencia de 12,5 a 8 por ciento desde septiembre, el spread de los bancos (la diferencia entre la tasa a la que se fondean y la que le cobran a sus clientes) es del 23,2 por ciento anual en promedio. Esto es porque la tasa activa, si bien bajó en los últimos meses, es del 31,1 por ciento anual, muy por encima de la tasa de referencia Selic.
Esa tasa activa promedio incluye los préstamos del Banco Nacional de Desarrollo (Bndes) que están muy por debajo de los valores de las tasas de mercado. De los casi 50 puntos de crédito al PBI que tiene Brasil, unos diez puntos los concentra el Bndes, que presta a una tasa que oscila entre el 7 y el 8 por ciento anual. Si se excluyen esos préstamos del cálculo, la tasa promedio que cobran los bancos se eleva al 48 por ciento. Para las empresas, esas tasas son un poco más bajas que el promedio (oscilando entre el 35 y el 40 por ciento), mientras que para las familias pueden llegar al 80 por ciento anual. El dato queda en evidencia cuando se observa la elevada carga financiera que deben enfrentar. El stock de deuda de las familias brasileñas equivale a 30 puntos del PIB, mientras que en Estados Unidos llega al 100 por ciento, pero en Brasil los servicios de esa deuda equivalen a 25 puntos del PIB contra sólo un 10 por ciento en Estados Unidos.
“Brasil tiene una tasa activa promedio para su economía que es seis veces la tasa de inflación. Por eso cuando uno va a Copacabana y les preguntan si prefieren el dólar o el real, responden el real. No es que sean más patriotas que los argentinos”, afirmó Miguel Bein durante su exposición en el Congreso de AEDA. “Yo no propongo un modelo de tasa de interés alto, pero si uno pusiera la tasa para el ahorro en la Argentina al doble que la tasa de inflación, después de una generación no sé quién hablaría de dólares o euros. En Brasil hay dos fenómenos que están encastrados. Por un lado tienen una moneda, pero la construcción de esa moneda les costó mucho en términos de crecimiento económico, porque tuvieron que pagar una tasa de interés muy alta durante una generación entera”, agregó el economista.
Esa política monetaria que lleva adelante Brasil es lo que explica por qué no termina de arrancar ni siquiera con planes de estímulo millonarios para su industria, como el que lanzó Rousseff el año pasado. Además, aun si llegara a despegar, lo que se espera en este escenario es un crecimiento que oscile en torno del 3 por ciento anual. En 2010 creció un 7,5 por ciento, pero fue en un año electoral y de la mano de una política fiscal muy expansiva que no ha vuelto a repetirse. La constante en los últimos veinte años ha sido la política de tasas altas que llevó a Brasil a crecer un 3 por ciento por año, al mismo tiempo que se convirtió en una plaza muy apetecible para el capital financiero internacional. De hecho, el año pasado creció apenas 2,7 por ciento, en sintonía con el promedio histórico reciente.
La política monetaria de tasas altas transformó al ex presidente Lula da Silva en una figura ejemplar para el establishment financiero y va camino a hacer lo propio con Dilma Rousseff, quien hasta ahora transita por una senda similar. En este contexto es muy difícil esperar que el principal socio del Mercosur se convierta en una locomotora capaz de traccionar a los países más chicos, ya que su apuesta es otra: la lucha contra la inflación, aun a costa del crecimiento.
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