Dom 18.05.2003

ECONOMíA  › EL DOLAR SE DIO POR ALUDIDO POR LA FRASE DE KIRCHNER SOBRE CORPORACIONES

Como eso de combatiendo al capital

› Por Julio Nudler

Tres jornadas al hilo de alza en el dólar, sumando un repunte de casi 7 por ciento, podrían estar indicando el primer topetazo del mercado, como reacción a la retórica dura de Néstor Kirchner. Pero aunque el viernes volvieron a abundar los arbolitos en torno de San Martín y Sarmiento, el episodio febril se circunscribió al circuito mayorista, sin contagiar al chiquitaje. El miércoles 14, la Fundación Mediterránea advertía: “Es incorrecto creer que la caída del dólar se deba exclusivamente a la gran oferta de divisas creada por el superávit comercial”, destacando como otro vector fundamental el “factor confianza”. En la noche del jueves, el Banco Central informaba que en los primeros cuatro meses del año las operaciones de toda clase en el mercado cambiario arrojaron un superávit de u$s 1681 millones, y que un 80 por ciento de éste (1339 millones) fue absorbido por las compras del organismo. Pero a esa altura ya era evidente que la atmósfera en el establishment estaba enrarecida y que, como estrategia agresiva en unos casos, defensiva en otros, muchos operadores miraban al dólar con renovado cariño.
En realidad, al comenzar mayo, y a pesar de las magras chances auguradas a Carlos Menem para el ballottage, el excedente cambiario se acentuaba. La Mediterránea resaltaba en el informe citado que en la semana inicial del mes el Central había comprado 299,3 millones de dólares y que “ésa probablemente haya sido la primera vez en mucho tiempo en que se produjo una entrada neta de capitales”. Afirmaba esto en base a un indicador de elaboración propia. Algo habrán incidido en el fenómeno los vilipendiados capitales golondrina, que llegaron al país atraídos por la jugosa renta que generaba la combinación entre altas tasas nominales en pesos y dólar en baja. El repunte de éste es castigo y también consecuencia de una salida neta de ese dinero caliente, desalentado por recientes bajones en las tasas.
Consultado respecto del movimiento de capitales, un técnico del Ministerio de Economía recurrió ante este diario a la siguiente imagen: “Si soy flaco y me como una vaca, todos se darían cuenta”. Pasado en limpio, estaba negando una afluencia neta significativa, sumada al superávit comercial, porque en tal caso la presión bajista sobre el tipo de cambio sería incontenible. En cuanto a datos, los últimos que maneja Economía corresponden al primer trimestre, y muestran que, aunque muy desacelerada, la salida de capitales proseguía.
El hecho de que el inédito superávit comercial haya precedido en muchos meses al descenso del dólar, iniciado en octubre, aun a pesar de las enormes tasas de interés en pesos (para colocaciones en Lebac, por ejemplo), y más allá de las compras del BCRA, destaca la gravitación fundamental de las expectativas. Estas pueden ahora agitar el mercado con más intensidad después de que el Central removió casi por completo el control de cambios, de manera que los agentes privados pueden intensificar sus compras o retardar sus ventas de moneda extranjera prácticamente a voluntad. En su comunicación del jueves, el organismo subrayaba que “el superávit cambiario habría sido mayor si no se hubiera avanzado en las medidas de flexibilización de las normas cambiarias” a partir de diciembre último. En números: esas disposiciones determinaron que se demandasen u$s 1500 millones más durante el primer cuatrimestre de 2003.
La pregunta que algunos insinuaron estos últimos días es si las autoridades deberán volver a endurecer los controles, aunque la mayoría cree improbable que este conato derive en una pulseada más seria. De hecho, si el Central emitió pesos para comprar dólares y sumó éstos a sus reservas, no perdió capacidad de respuesta ante una presión especulativa. Esa capacidad, además, aumenta pari passu con la paridad. Quien días atrás vendió dólares a $ 2,75 y se encuentra ahora con un tipo vendedor de $ 2,98 necesita 8 por ciento más de pesos para recuperar los mismos dólares.
Aunque en este orden pueden mencionarse varios aspectos halagüeños para las autoridades, incluyendo las ventajas competitivas y fiscales de un tipo de cambio algo más alto, la suba del dólar puede complicar la política económica, sobre todo teniendo en cuenta que el Central también tendrá que emitir este año para financiar al Tesoro. Es decir, sin conseguir como contrapartida un aumento de sus reservas externas. Esa emisión no tendrá efectos perversos, no yéndose a precios ni al dólar, si aumenta parejamente la demanda de pesos, diría un cuantitativista.
En este punto se cruzan dos interpretaciones contrapuestas. La de las usinas ortodoxas, que ponen de relieve el papel de las expectativas de los agentes económicos en la determinación de la demanda monetaria. Esas expectativas, a su vez, serán favorables si se aplican políticas “sanas”, se acuerda con el FMI, se renegocia la deuda y se compensa adecuadamente a los bancos para que luzcan buenos balances. Una interpretación algo diferente es la que se contenta con explicar que es la reactivación lo que aumenta la demanda de pesos porque genera mayor necesidad de dinero para un volumen acrecido de transacciones. Mientras unos cifran el éxito en el ajuste y la buena letra, los otros apuestan ante todo a la expansión de la economía.
Dado que tanto Economía como el BCRA seguirán en las mismas manos, en principio persistirá una estrategia que mezcla e integra como puede ambas concepciones. El truco consistirá en hallar instrumentos para subir el salario real, base del consumo, y lograr que más ahorro se transforme en inversión. En 2002, los argentinos (sector privado) ahorraron un 20,6 por ciento del ingreso nacional, pero a inversión fue menos de la mitad: 9,7 por ciento. No es la fórmula para recuperar el crecimiento.

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