ECONOMíA › PARA QUE SIRVE UNA DEVALUACION
› Por Javier Lewkowicz
“Está muy sobreestimado el impacto positivo de la devaluación. No digo que carezca de toda importancia, pero no se están analizando cosas más relevantes como la política industrial, la sustitución de importaciones, una política tecnológica y participación del Estado en la producción de sectores estratégicos. Hemos pasado diez años discutiendo tipo de cambio y de lo otro no habla nadie.” Así analiza el actual estado de la discusión económica en el país Eduardo Crespo, profesor e investigador de la Universidad Federal de Río de Janeiro. El economista participa en el seminario “Países de centro y periferia: lecciones de la historia económica y del pensamiento económico”.
Además de políticos y economistas que en los medios critican un supuesto “atraso cambiario”, Crespo apunta a una corriente de profesionales, quienes son considerados como “neodesarollistas”, que plantean la centralidad de un tipo de cambio alto, como Eduardo Curia y Roberto Frenkel y Luiz Carlos Bresser Pereira, en Brasil. “El único elemento que justifica el exceso de atención en relación con el tipo de cambio es que puede entrar o salir un sector marginal al comercio internacional: vinos, software, turismo o economías regionales. Son situaciones que pueden atenderse con otras herramientas de política económica. En cambio, la devaluación aceleraría la inflación y tendría un efecto contractivo por la caída de la demanda agregada”, asegura Crespo.
Consultado por este diario acerca del esquema antiindustrial de los ’90, con tipo de cambio muy bajo, el economista admitió que “si la apreciación es muy grande y por mucho tiempo, el daño es mayor. Pero incluso en los ’90, la industria se movió mucho más con el PBI que con el tipo de cambio. En Brasil, la actividad industrial depende de la inversión, no del tipo de cambio. Considero que el tipo de cambio devaluado con compensaciones para el salario es la mejor política en el largo plazo. Pero convertir eso en un dogma de toda la política económica es errado”.
Por otro lado, la economista italiana María Cristina Marcuzzo pidió que la teoría vuelva a apropiarse del herramental heredado de Keynes y otros economistas que analizaron cómo salir de la crisis del ’30. “Según el ‘multiplicador keynesiano’, un aumento inicial de la inversión pública genera un incremento mayor en la actividad económica. Por eso el déficit fiscal, en un contexto de desempleo, incrementa el empleo y genera el ahorro necesario para financiarlo”, destacó. “Ese consenso duró 30 años hasta que fue desafiado por los monetaristas a finales de los ’60. La economía de libre mercado caló en la profesión, que asegura que el Estado no puede intervenir. Ahora dicen que la inversión pública desincentiva la iniciativa privada. La relación entre la realidad y la teoría se ha vuelto opaca. El resultado se ve en Europa”, concluyó.
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