ECONOMíA › PANORAMA ECONOMICO
› Por Alfredo Zaiat
Existe consenso en la preocupación por el déficit del intercambio comercial en el rubro energético y en el desequilibrio de divisas en servicios turísticos. En el primer rubro, el saldo negativo comenzó en 2011 y en el otro, a partir de este año. La recuperación para el Estado de la petrolera nacional YPF en manos de Repsol se ha convertido en la principal estrategia para cerrar la brecha comercial en energía. Inversiones millonarias en explotación de pozos con reservas convencionales y planes de expansión para los no convencionales, a lo que se suma la exigencia oficial de programas de crecimiento a las petroleras privadas, buscan retornar al autoabastecimiento, objetivo con elevadas probabilidades de lograrse en los próximos años. En el sector turismo, más que el aumento de viajes al exterior de un grupo social acomodado por nivel de ingresos, la brecha cambiaria es lo que está provocando la principal filtración de divisas debido a que los visitantes extranjeros no venden dólares o euros en el circuito legal. Es un déficit que no disminuirá mientras persista una diferencia importante entre las cotizaciones oficial y paralela. Estos dos frentes son relevantes en el debate coyuntural porque la mirada apunta al stock de reservas del Banco Central. Pero existen opciones financieras y cambiarias que el Gobierno está explorando para fortalecerlo. En cambio, intervenir sobre sectores con déficit de divisas estructural es el gran desafío de la economía para eludir en forma contundente la restricción externa como fuente de inestabilidad social y política. Dos de los sectores más demandantes de dólares para importación son el complejo automotor y el de bienes de capital, ambos claves en el debate sobre política de sustitución de importaciones e industrialización.
El recorrido del déficit comercial de esos dos rubros en el período 2007-2012 revela la importante cantidad de divisas que demandan. Los montos requeridos por el complejo automotor fueron, en millones de dólares:
Estas cifras están contenidas en un cuadro del último informe del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra-CTA), coordinado por Eduardo Basualdo. En los primeros ocho meses de este año, el ritmo de compras al exterior se intensificó. Se destacaron las de vehículos finales que, aun sin contabilizar las autopartes, crecieron 31,2 por ciento con respecto a iguales meses de 2012. Las importaciones de combustibles y lubricantes aumentaron 28,6 por ciento en términos interanuales, explicado por el mayor consumo derivado de la expansión de la actividad económica y por la persistente caída en la extracción de gas natural de las empresas privadas y, en menor medida, de YPF, empresa estatizada que luego de años de contracción desde mayo de 2013 pudo revertir la tendencia negativa. Las importaciones de piezas y accesorios para bienes de capital subieron 13,1 por ciento y los bienes de capital, 9,6.
En el marco de la posconvertibilidad se ha asistido a un sistemático deterioro de los saldos comerciales en estos sectores de actividad, explica el informe de Cifra, “lo que pone de manifiesto los desafíos estructurales que tiene la economía argentina en materia de sustitución de importaciones”. Señala que el caso más difundido en estos últimos tres años es el del sector energético debido a que hasta el 2010 registraba saldos superavitarios. Sin embargo, resalta que los desbalances más acentuados se encuentran en el sector de bienes de capital, cuya dinámica se asocia al aumento de las inversiones, y el automotor. Para observar que “en algunos rubros de estos sectores existe ‘masa crítica’ como para apuntalar el proceso de sustitución de importaciones”.
Este desequilibrio requiere de la instrumentación de políticas específicas debido a la existencia de una estructura productiva desequilibrada: agro competitivo en el mercado internacional y proveedor de divisas, con una industria menos competitiva en términos relativos, escasa integración local y, por lo tanto, demandante en divisas. El histórico desenlace de la restricción externa (escasez de divisas) motivada por el dinamismo del mercado interno que impulsa el crecimiento de las importaciones a un ritmo superior a las exportaciones ha sido una fuerte devaluación, recesiva y regresiva en la distribución del ingreso, que reestablece el equilibrio externo por el derrumbe de las compras externas. El desafío a ese destino perturbador es un mérito que no está del todo bien explicitado por el Gobierno.
Los investigadores Fabián Amico y Alejandro Fiorito apuntan que ante ese vacío explicativo se ha instalado en el debate económico que las políticas macroeconómicas expansivas resultan per se insostenibles, particularmente en contextos de restricción externa. Indican que la crítica apunta a que en lugar de políticas “populistas” se debería apelar a la política cambiaria (brusca devaluación), porque de ese modo se impulsaría un crecimiento más “serio” y sostenible. Para contrarrestar esa posición, explican que el crecimiento del mercado doméstico estimula la inversión productiva y esto se traduce en crecientes importaciones de bienes de capital e insumos, mientras las exportaciones crecen a una tasa menor. Así, la propensión a importar no es compatible con su base exportadora puesto que crece –como en el pasado y como en la mayoría de los países de tamaño medio o grande– empujada por la demanda doméstica. “Este es un rasgo estructural objetivo y no una opción de política económica”, afirman Amico y Fiorito.
La decisión de abordar ese problema estructural requiere entonces una mirada estratégica además de voluntarismo político. Para avanzar en un esquema de sustitución de importaciones selectivas, cuestión central porque no es posible producir todo en el país, los economistas Silvio y Nahuel Guaita señalan que ese camino “se debe articular con una serie de políticas energéticas, de transporte, de ingresos, financiamiento e infraestructura a escala nacional para facilitar ese proceso”. En un artículo publicado en El Economista afirman que “la sustitución de importaciones tímidamente iniciada debe ser considerada una herramienta de política económica posible y altamente recomendable”.
Aldo Ferrer, en una charla magistral realizada en la Televisión Pública con motivo de la reinauguración en el hall central del canal de la muestra Economía y Política. 200 años de historia, de la Casa Nacional del Bicentenario, ilustró que el déficit comercial energético es importante, pero lo es mucho más el industrial. Señaló que países con superávit en energía no tienen industria; y otros con déficit poseen, en cambio, una base industrial dinámica proveedora de divisas para comprar la energía necesaria para su expansión. En ese sentido, planteó la necesidad de diseñar la sustitución de importaciones de la producción del futuro y no la del pasado (bienes estandarizados). Esto significa construir en la práctica una estrategia de desarrollo económico que involucrará necesariamente al Estado en la compleja tarea de ordenar una sustitución de importaciones selectiva.
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