Las “finanzas sanas”, eufemismo para el equilibrio fiscal y la reducción del déficit, son objetivos excluyentes en el recetario de política neoliberal. La experiencia histórica y la teoría económica evidencian cómo los ajustes profundizan el estancamiento y la recesión, elevan el desempleo y generan crecientes tensiones sociales. Sin embargo, la austeridad sigue presente en la Unión Europea.

En Francia, el gobierno socialista de François Hollande presentó un presupuesto para 2014 con un recorte de 18.000 millones de euros en el gasto. En España, las autoridades del PP celebraron que después de dos años de profundos ajustes en el presupuesto por más de 65.000 millones de euros, en 2014 el gasto total será sólo 1,3 por ciento inferior al de este año, impulsado por los menores recursos para las prestaciones por desempleo, reducción en la inversión en infraestructura y recortes en las áreas de educación y salud.

Los países de la periferia europea también continúan con sus ajustes supervisados por el Banco Central Europeo, el FMI y la Comisión Europea. El gobierno de Grecia logró el visto bueno para un presupuesto con un recorte de 3 mil millones de euros. La receta helénica es extraña: con menos gasto y menos inversión pública esperan volver a crecer después de seis años de recesión. Italia y Portugal siguen el mismo manual para terminar con la crisis.

La última publicación de FIDE advierte que “los reiterados y sostenidos recortes fiscales reflejan cómo, a través del control del Estado y sustentados en la hegemonía de la teoría económica ortodoxa, los sectores económicos dominantes disciplinan al resto de la sociedad para salvaguardar sus intereses y espacios de poder”. El bloqueo al presupuesto de Estados Unidos para disciplinar un intento del gobierno de Barack Obama para ampliar el acceso a la salud es otra de las expresiones recientes del predominio de la austeridad.