Lun 04.08.2003

ECONOMíA  › AUTOCRITICAS EN ESTADOS UNIDOS

Wall Street lo hizo

El diario norteamericano “The Washington Post” publicó ayer una larga nota sobre la crisis en la Argentina. La conclusión es que las finanzas de EE.UU. causaron “uno de los colapsos económicos más espectaculares de la era moderna”.

Los sectores menos reaccionarios de Estados Unidos continúan su autocrítica sobre la responsabilidad del establishment financiero internacional en la crisis argentina. En un extenso artículo, publicado ayer por el prestigioso diario Washington Post, se presentó una dura revisión del rol jugado por Wall Street en “uno de los colapsos económicos más espectaculares de la era moderna”, especialmente en la creación, a nivel país, de una gran burbuja financiera.
En una nota firmada en Buenos Aires por Paul Blustein, el diario filo– demócrata sostiene que cuando a fines de los ‘90 los agentes de Bolsa y los especialistas en inversiones de Wall Street recomendaban a la Argentina como una economía floreciente, tarea que les rindió “abultados honorarios” por su intermediación en la comercialización de acciones y títulos de deuda, estaban inflando una burbuja similar, por ejemplo, a la de Enron o a la
WorldCom. Pero a diferencia de lo sucedido con estas empresas, donde los perjudicados fueron algunos centenares de accionistas, la “Tierra de la Fantasía” argentina vivió “un final catastrófico”, con una recesión “desgarradora” que dejó “un quinto de la población desempleada” y “lanzó a millones a la pobreza”.
Para el diario estadounidense, “una revisión extensa” de la conducta de los jugadores financieros en la Argentina revela “la complicidad de Wall Street” en los acontecimientos. Un reflejo de ello fue que entre 1991 y 2001 las principales firmas de las finanzas mundiales ganaron “más de 1000 millones de dólares de honorarios” por operar con bonos del Estado argentino. Estos ingresos estaban directamente relacionados con los “informes optimistas” sobre el devenir de la economía local que estas mismas firmas preparaban sin que nadie en Estados Unidos se preocupe por el evidente “conflicto de intereses” implícito en la situación. Además del optimismo transmitido por los analistas financieros, otros factores influyeron en la afluencia de fondos al país. Uno de ellos fue el sistema existente en Wall Street para evaluar el desempeño de los fondos de inversión. Los fondos más rentables eran los mejor calificados, con prescindencia del riesgo inherente. La mayoría de quienes compraban papeles locales eran los gerentes de estos fondos. Por el nivel de su deuda y su consecuente riesgo país, la Argentina se encontraba casi siempre al tope de los países que pagaban los mayores intereses. Un verdadero círculo virtuoso de afluencia de dinero caliente.
El Washington Post tampoco ahorró críticas para el sospechoso Megacanje operado por Daniel Marx y Domingo Cavallo a mediados del 2001. “Cuando la Argentina se lanzaba hacia el default –sostuvo–, Wall Street promovió un canje caro y al final fútil” de los títulos de deuda. Y si bien el país logró ganar tiempo, lo hizo al costo de quedar jaqueado por los altísimos intereses. Los honorarios sobre esta operación, recuerda el diario, “sumaron casi 100 millones de dólares”, cifra elevada, aunque muy por debajo del costo que realmente tuvo la operación. El artículo también deja profundas sospechas sobre la relación que para el caso mantuvieron Cavallo y el entonces presidente internacional del Credit Suisse First Boston, David Mulford, y destaca el absoluto fracaso de la operación.
Con el sugestivo título de “Argumentos de ventas”, el Post relata también, con nombre y apellido, cómo firmas como Golman Sachs, Morgan Stanley, el propio Credit Suisse First Boston o Merryl Lynch alababan las políticas de apertura, desregulación y privatizaciones impulsadas por Carlos Menem, para describir luego la increíble bonanza de los “fundamentals” de la economía local. Por estas tareas, “enviados veinteañeros” ganaban cifras entre 350 y 900 mil dólares anuales sin contar sobresueldos, mientras que sus jefes superaban largamente el millón de dólares. La recompensa para las casas de Wall Street eran las jugosas comisiones por la colocación, entre sus clientes, de los millonarios papeles de deuda argentinos. Una parte del artículo que resulta particularmente interesante es la descripción de la autocensura en los escritos de muchos analistas. Bajo el subtítulo “Pesimismo minimizado” se cuenta el caso de Desmond Lachman, jefe de Estrategia de Mercados Emergentes de Salomon Smith Barney, quien adelantó tempranamente que la economía argentina marchaba hacia un colapso inevitable. Sin embargo, dados los intereses de su empleador en la colocación de deuda local, las opiniones de Lachman no fueron reflejadas en los papers de Salomon Smith Barney. Una explicación alternativa fue dada por Arda Nazerian, una portavoz del Citigroup, quien dijo que la fusión de Salomon con el Citibank en 1998 generó una nueva firma con “muchos analistas”, lo que “redujo las responsabilidades de Desmond de escribir sobre países individuales”, argumentó. En realidad, según destacó el propio Washington Post, “la historia de Lachman es la de la emblemática renuencia de Wall Street para no ofender a los principales emisores de valores”. Federico Thomsen, hasta hace poco economista jefe de ING Barings en Buenos Aires, fue menos renuente a la hora de las definiciones: “Hay mucha autocensura: si usted tiene algo bueno para decir, lo dice, pero si es algo malo debe mantener su boca cerrada”. El otro punto central para comprender el infundado optimismo transmitido a los inversores fue lo que por estas tierras se conoce como “incentivación”. El grueso de los ingresos de los operadores proviene de los sobresueldos, esto es, por ejemplo, de las “comisiones” ganadas sobre los tratos para colocar deuda. Quedar mal con la Argentina tenía un costo muy alto.
El final del artículo de Blustein es optimista y da a entender que la actual conducción de la Argentina –especialmente el ministro Roberto Lavagna– aprendió la lección de los ‘90. “Un año y medio después del ‘crash’, el país comenzó a salir de la recesión aunque la economía produzca todavía bastante menos que antes de la crisis.” Alentada por este contexto, se ha producido “una nueva afluencia de fondos del extranjero” que revaluó el peso e hizo subir la Bolsa. “Esta vez, sin embargo, el gobierno respondió con restricciones que apuntan a limitar la entrada de dinero caliente al país.” “La lección es: debemos prestar atención a las burbujas”, concluye Lavagna según el Washington Post.

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