ECONOMíA
› ¿DE QUE SE QUEJA EL “CAMPO”?
La Rural, todo pa’ mí
› Por Claudio Scaletta
La Exposición Rural de Palermo suele ser un fiel reflejo de los ánimos del sector agropecuario. No hace falta ir muy atrás para recordar la letanía de la dirigencia frente a la indispensable suspensión de la fiesta en medio de una incómoda epidemia de fiebre aftosa. Eran las postrimerías de la convertibilidad, cuando la sobrevaluación del peso apuntalaba el violento proceso de concentración de la propiedad agropecuaria experimentado en los años ‘90. Tampoco hace falta contarse entre los memoriosos para recordar al efímero secretario de Agricultura de Eduardo Duhalde, quien tuvo para sí la ingrata tarea de asumir los abucheos que el vacuno auditorio reservaba a su jefe.
Del otro lado de las vallas del picadero, oficiando de admonitores de los funcionarios que no cumplían a rajatabla los reclamos sectoriales, se encontraba la vieja oligarquía terrateniente, calificativo que no por trajinado resulta menos descriptivo. Eran los mismos que hace poco más de un cuarto de siglo recibieron con satisfacción al dictador Jorge Rafael Videla, quien aplicaba prolijamente el programa delineado por el descendiente de uno de los fundadores de la Sociedad Rural. Se trataba de un plan simple. Había que terminar con la industrialización del país, porque eran las manufacturas las que se hallaban en la raíz del conflicto social y las que había roto con el “Ancien Regime”, con la Argentina de oro agroexportadora en la que pueden rastrearse todas las causas de la decadencia de finales del siglo XX. Todavía resulta ominosa para la memoria colectiva la imagen caricaturesca del espigado dictador pavoneándose en un Cadillac descapotable, frente al apoyo fervoroso de los “hombres de campo”.
Por estos días, la sociedad presenció el regreso al centro de la escena de los viejos actores. Si algo mostró la “Fiesta del campo en la ciudad” es que el sector está rebosante de dólares de exportaciones. Pero su pretensión continúa siendo la de siempre: cosechar en solitario los beneficios del nuevo modelo.
- Al “campo” no le gusta que le recuerden que fue uno de los sectores que más se benefició con la devaluación y la pesificación de sus deudas. Como quedó demostrado en la puja que los autodenominados productores tuvieron con las multinacionales de las semillas, vendieron una cosecha a una moneda cuyo valor se multiplicó casi cuatro veces respecto de la que rigió sus costos. En otras palabras, mientras el grueso de la población padeció ingresos congelados (cuando los tuvo) en un contexto de precios que se multiplicaban, el campo recibió a pleno la mejora cambiaria.
- Pero las buenas noticias no vinieron solas. Coincidiendo con la devaluación, los mercados internacionales de los productos primarios que exporta la Argentina cotizaron con notables alzas. Si se comparan los precios recibidos por el agro en el primer semestre 2003 respecto de los 1998, la mejora (de acuerdo con cifras del IICA de la OEA) superó el 18 por ciento. Esto es, las odiadas retenciones del 20 por ciento fueron prácticamente compensadas en su totalidad por el efecto precio.
- En ese contexto, los precios de los campos, luego de caer hasta el 40 por ciento, están regresando a sus valores históricos en dólares, llegando, en las zonas más ricas, a superar los 4000 dólares por hectárea. En un proceso que sólo parece dejar ganancias a los dueños de la tierra, la hectárea de campo llega a arrendarse a más de 240 dólares. La escasez de oferta de tierras llevó a muchos fondos de inversión a expandir el negocio hacia Uruguay.
Tanta bonanza en medio de un país donde uno de cada dos habitantes son pobres y uno de cada cuatro pasa hambre hace que resulte irritante que el sector continúe quejándose por un supuesto “ahogo fiscal”. La pregunta cae por su propio peso: ¿cuáles son los impuestos para reemplazar a las retenciones?