ECONOMíA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
La devaluación brusca, como la de fines de enero, provoca una inmediata suba de precios que deteriora el poder adquisitivo de trabajadores y jubilados con ingresos fijos. Deriva en una transferencia de riqueza hacia exportadores, empresas con posición dominante que aumentan precios en forma desproporcionada y atesoradores de dólares en cantidad. El impacto negativo en la actividad económica de una fuerte depreciación del tipo de cambio es conocido, con varios antecedentes en la historia económica argentina. Quienes alentaron antes la devaluación y ahora preparan el terreno para forzar otra para fin de año o comienzos de 2015, y a la vez quienes repiten alienados sobre el supuesto atraso cambiario, no pueden hacerse los distraídos acerca del castigo que ocasiona la suba de la paridad cambiaria sobre los ingresos de gran parte de la población. En concreto, en estos primeros meses del año el trabajador pagó precios nuevos con salarios viejos. Sin aplicar instrumentos de política económica compensatorios, la devaluación afecta el consumo popular. El momento y la intensidad de ese tipo de medidas permiten aliviar o mantener el deterioro de la capacidad de compra. En comparación con experiencias pasadas, la reacción oficial fue bastante rápida para cicatrizar el daño de una devaluación, primero ampliando la cobertura social (el Progresar, la fuerte suba de la Asignación Universal por Hijo y la nueva moratoria previsional), luego con el aumento de los haberes por la ley de movilidad jubilatoria y finalmente con el alza de salarios de los trabajadores formales por paritarias.
Los aumentos salariales establecidos en los acuerdos firmados durante los primeros cinco meses de este año, en un porcentaje muy cercano al 30 por ciento, permiten iniciar el camino de la recuperación del ingreso real de los trabajadores e igualar o hasta superar en un par de puntos la inflación anual estimada. Este resultado está aún abierto y dependerá de la evolución que tenga el nuevo Indice de Precios al Consumidor nacional urbano (IPCnu). Los salarios no crecerán menos que la inflación si se mantiene la firme tendencia a la desaceleración de precios que en enero marcó un 3,7 por ciento y mayo un 1,4, y si el equipo económica genera mecanismos defensivos para evitar otra vuelta de devaluación a fines de año, como desean grupos empresarios y financieros que pretenden de ese modo condicionar las perspectivas del oficialismo en el próximo año electoral.
En base a la información de la evolución del salario real de los sectores que hasta el momento firmaron su paritaria anual, se advierte que durante el período enero-abril de 2014 aumentó el salario real principalmente por efecto del primer tramo del incremento acordado en la negociación colectiva (ver Cuadro 1). La mejora del salario real en el sector bancario fue de mayor magnitud porque el gremio acordó un aumento en una sola etapa (29 por ciento desde marzo) que tendió a compensar con creces los aumentos de precios. Esta negociación tuvo la particularidad de que los bancos fueron uno de los grandes beneficiarios de la devaluación porque meses antes del ajuste del tipo de cambio acumularon activos dolarizados, que finalmente les reportaron una ganancia extraordinaria en sus balances en el rubro Diferencia de cotización de 9737 millones de pesos (ver páginas 2 y 3).
En los restantes sectores, la primera cuota del aumento mejoró el salario real en distinta dimensión en función del porcentaje acordado. En las ramas del sector metalúrgico (aluminio y autopartes) el salario real creció 6 por ciento, mientras que el salario nominal avanzó un 18 por ciento (se acordó un 15 por ciento, pero la base de cálculo se computó sobre el salario vigente en marzo más una mensualización de la suma no remunerativa que se acordó en la paritaria de 2013). En comercio, el salario real se incrementó un 10 por ciento entre diciembre de 2013 y abril de 2014 a partir del 17 por ciento de mejora acordada desde abril y por la incorporación al básico del aumento no remunerativo negociado en 2013 desde febrero de 2014. En la mayoría de los casos, con la excepción del sector bancario y vidrio, la segunda cuota de alzas previstas en los acuerdos es en promedio del 10 por ciento, aunque en algunos llega al 15-16 por ciento. Considerando la suba del salario real hasta abril y los aumentos acordados para los próximos meses, y si persiste la desaceleración de precios, el ingreso real de los trabajadores de esos sectores no descenderá en este año.
Un reciente informe del Ministerio de Trabajo destaca entonces que el salario real de los trabajadores registrados crecerá en todos los años desde el 2003. Menciona que el año pasado la remuneración promedio de los asalariados registrados del sector privado (6,3 millones de trabajadores) creció en términos reales (la repartición oficial toma como referencia el IPC Provincias y el de la consultora de Miguel Bein). “Esto implica que, en promedio, los salarios nominales se incrementaron en mayor medida que los precios de los bienes y servicios que consumen las familias”, afirma. El salario promedio efectivo declarado en el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) creció en 2013 un 26,8 por ciento. De este indicador ajustado por índices de precios alternativos resulta que el salario en términos reales creció 3,1 por ciento. “Desde una perspectiva de mediano plazo, se advierte que el salario real de los trabajadores registrados del sector privado creció en forma ininterrumpida durante los últimos once años”, indica el documento de Trabajo. Utilizando el IPC Provincias/Bein, en el lapso 2003-2013 el salario medio real de los trabajadores registrados del sector privado creció un 73 por ciento, y un 43 por ciento respecto del nivel registrado en 2001, último año de vigencia del régimen de convertibilidad antes de la megadevaluación de la administración Duhalde (ver Cuadro 2).
Este recorrido salarial no significa que los niveles sean elevados pese a la queja empresaria sobre el costo laboral. Sólo reflejan la intensidad de la puja distributiva, siendo ésta uno de los orígenes de las tensiones inflacionarias. Como en otras cuestiones sociales y laborales, el avance en estos años ha sido importante en comparación a décadas pasadas dominadas por políticas conservadoras, pero esto no significa que aún no haya una marcada heterogeneidad salarial y fragmentación en el mercado laboral. Por caso, en el cuarto trimestre de 2013 alrededor del 50 por ciento de los ocupados percibe un ingreso inferior a los 5000 pesos, porcentaje que orientaría a la conclusión que poco y nada han mejorado las condiciones materiales de una proporción importante de los trabajadores. Sin embargo, la evolución de la estructura de ingresos laborales de la población que surge de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec revela que ese porcentaje es el menor de los últimos veinte años. Tomando los montos salariales en términos constantes, en 2002 el 87 por ciento de los trabajadores recibía ingresos inferiores a 5000 pesos expresados en pesos de ese año; mientras que en 1992 ese porcentaje era del 75 por ciento y en 2000, el 72 por ciento. Hoy es el mencionado 50 por ciento. En el documento de la cartera laboral se precisa además que el 42 por ciento de los que tienen ingresos inferiores a 5000 pesos trabaja menos de 35 horas semanales, es decir una jornada parcial de menos de siete horas por día por semana, y del total de ese grupo alrededor de una tercera parte lo hace en forma voluntaria (no busca trabajar más horas).
Experiencias pasadas y la más reciente de enero prueban que la devaluación no es el sendero conveniente para seguir avanzado en la recuperación de los niveles salariales. Quienes proponen otra vuelta de devaluación brusca por la supuesta pérdida de competitividad, como afirmó a mediados de la última semana el titular de la Unión Industrial, Héctor Méndez, en realidad están postulando la disminución del salario real, además de alentar un escenario de inestabilidad económica cuyo principal objetivo político es condicionar el camino hacia las urnas de las elecciones 2015.
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