ECONOMíA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
En las semanas de la disputa más intensa con fondos buitres liderados por el financistas republicano Paul Singer cada parte juega a fortalecer su posición en una negociación compleja. Esa puja tiene varios condimentos con declaraciones más o menos encendidas, solicitadas, avisos legales, propaganda, búsqueda de apoyos locales e internacionales, lobby sobre la prensa, estrategias de seducción a otros actores directos e indirectos del caso. Todas las armas disponibles son desplegadas para robustecerse en un terreno donde los buitres tienen la ventaja de contar con el juez de aliado. En ese contexto, cuando cada movimiento puede condicionar el resultado final de la contienda, plantear desde el olimpo del saber que para las perspectivas económicas el mejor camino es acordar y pagar, argumento postulado por representantes de la ortodoxia por su inclinación a reverenciar intereses de las finanzas, pero también por una heterodoxia ilustrada, sólo es un aporte para favorecer a los buitres. Que los primeros lo hagan con entusiasmo es previsible, para los otros sólo es ingenuidad o exagerada autocontemplación.
Comportamiento similar se reitera sobre la eventualidad de un default, cuando Argentina ha insistido en más de una oportunidad, incluso ha utilizado la publicación de avisos legales en los principales medios locales y del exterior, que ha pagado en tiempo y forma el vencimiento de intereses correspondiente al bono Discount. Como se sabe, aunque no se debe descartar reinterpretaciones forzadas, la cesación de pagos la declara el deudor; no un acreedor (fondos buitre) o un tercero parcial, como el juez Thomas Griesa.
No lo harán los financistas y sus voceros, pero sería un desafío atractivo encontrar una nueva palabra que defina algo inédito para el mercado de deuda soberana: un juez no deja cobrar a los acreedores el dinero que paga el deudor. ¿Cómo debería llamarse semejante suceso financiero? Es claro que no es un default.
Griesa provocaría este extraño acontecimiento en las finanzas internacionales si resiste reimplantar el stay (un paraguas legal) para permitir una negociación en condiciones relativamente equilibradas con los buitres, al tiempo que desbloquea al Bank of New York Mellon para que pueda girar los fondos que tiene en sus dos cuentas en el Banco Central argentino hacia los bonistas del canje.
Alentar temores de un default, voluntaria o involuntariamente, implica desconocer la posición argentina pese a que la decisión de depositar el dinero en el BoNY Mellon fue un movimiento oportuno que desconcertó al resto de los protagonistas del caso. Minimizar esa jugada es previsible en el intenso lobby buitre que cuenta con acompañamiento local; no lo es tanto en quienes manifiestan críticas a esos fondos especulativos y aspiran a una resolución con el menor costo para las finanzas futuras del país. Es más sorprendente esa obsesión con insistir con un default cuando se observa la derivación que tuvo haber pagado el vencimiento, la situación complicada en que se encuentra el BoNY Mellon encargado de girar el dinero y los reclamos que están haciendo a Griesa ese banco, otras entidades financieras y fondos de inversión internacionales. Todos esos actores han estado enviando cartas al juez que sigue de vacaciones en Montana pidiéndole en tono cortés que arregle el estrago realizado en el sistema de pago de deuda soberana en condición regular con el único objetivo de beneficiar a fondos buitre. Estos ya tienen una sentencia a favor dictada por Griesa a partir de su extravagante interpretación del pari passu (igual trato a los acreedores), a lo que le agregó una orden para su cumplimiento afectando intereses de terceros (bonistas del canje). El pari passu Griesa es que todos los acreedores tienen que cobrar (para el juez ése es el concepto igual trato) sin importar si uno recibe más (buitres Elliott & Cía, que representan el uno por ciento del total) que el resto (92,4 por ciento que ingresaron al canje). Es una interpretación que violenta los criterios de cualquier reestructuración de deuda ya sea soberana o de empresas.
Pese a batallar contra ese criterio en los tribunales neoyorquinos Argentina perdió el juicio, sentencia que fue aceptada, como lo ha expresado la presidente CFK en el acto del Día de la Bandera en Rosario, y lo ha reiterado el ministro de Economía, Axel Kicillof, en cada uno de los ámbitos correspondientes. Esa aceptación no significa que la orden para cumplirla debe ser acatada si Griesa excede su jurisdicción (ha frenado los pagos en Europa y Japón) y termina afectando derechos de terceros (bonistas del canje). Es una situación idéntica a la de haber prorrogado la jurisdicción en materia jurídica. Quedar bajo las normas de tribunales de Nueva York no significa necesariamente acatar sin criticar órdenes judiciales descabelladas según criterios económicos, financieros e incluso jurídicos del propio distrito de Nueva York. Esto último no sólo por la violación del concepto del pari passu, sino también por la omisión de la doctrina Champerty que emerge de la ley del Poder Judicial de Nueva York en la Sección 489. Esa doctrina prohíbe la compra de deuda colapsada con el único objetivo de iniciar reclamos legales en la jurisdicción de Wall Street, donde se dirimen conflictos sobre deuda soberana. El fondo Elliott de Singer violó esa legislación cuando compró deliberadamente bonos argentinos en default, incluso luego del canje de deuda 2005, para iniciar luego un juicio con el objetivo de cobrar el ciento por ciento. Es la misma estrategia que Elliott aplicó con deuda peruana a mediados de la década del noventa, cobrando en efectivo con una ganancia de 527 por ciento sobre el capital original, por la interpretación también insólita de la doctrina Champerty que realizó entonces la Cámara de Apelaciones.
El economista peruano Oscar Ugarteche, miembro del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM y coordinador del Observatorio Económico de América Latina, señala que “no se ha hecho suficiente ruido sobre el tema de la doctrina Champerty, y es un tema que hay que levantar porque lo que está haciendo el juez Griesa es una inmoralidad, además de tirar abajo el principio de reestructuración de deuda”. El investigador sostiene que si el juez dice que no va a reconocer ninguna reducción del monto a pagar a los buitres, lo que está diciendo básicamente es que en el caso argentino se va a establecer un precedente y, en consecuencia, en el futuro nadie podrá hacer una reestructuración. “Pero como Griesa sabe lo que está haciendo, dice: ‘Pero no es un precedente’ (el fallo contra Argentina)”, señala Ugarteche.
Pese a la motivación y contenido de la sentencia a favor de los buitres Argentina ha planteando, incluso lo ha reafirmado ante el ejecutor de la sentencia nombrado por el juez, Daniel Pollack, que está dispuesta a negociar con los buitres que ganaron el juicio pero antes se debe liberar a los rehenes involuntarios capturados por Griesa: los bonistas del canje.
La sociedad Griesa-Singer apostó a que esos rehenes sean la principal arma de presión sobre Argentina, impidiendo que puedan cobrar y amenazando de ese modo con la posibilidad del default o inventando la categoría “default técnico”. Por ahora esa estrategia no está siendo tan efectiva porque los bonistas del canje y los bancos encargados de distribuir los dólares, euros y yenes no están cuestionando a la Argentina por no pagar, sino que están solicitando que el juez libere ese dinero que les corresponde y está en manos del BoNY Mellon. Si no lo hace, antes de anunciar precipitadamente un nuevo default argentino, los hombres de negocios dedicados a la comercialización de información económica no deberían descartar un plan de contingencia del gobierno de CFK.
Es tan sencillo de observar la dinámica que se precipitó a partir de la jugada sensata del equipo económico liderado por Axel Kicillof de depositar los fondos en el BoNY Mellon que insistir con la idea de que lo mejor para las perspectivas de la economía local es pagar o alarmar sobre el peligro de un default descubre la existencia de otros motivos inconfesables.
Si bien es un paralelismo natural por la especial coyuntura mundialista, esos análisis y consejos de algunos economistas en la disputa contra fondos buitre se parecen bastante a las prevenciones de la legión de expertos en el fútbol en cada partido que jugó la Selección Argentina en el Mundial de Brasil 2014. Primero criticaron al técnico Alejandro Sabella, luego asustaron con las figuras de Suiza (Xherdan Shaqiri), Bélgica (Eden Hazard) y Holanda (Arjen Robben), y en los días previos a la final en el Maracaná hablan de la potencia alemana.
Está en la esencia de esos especialistas con dominante presencia mediática la incapacidad de evaluar las fortalezas del país o de la propia Selección, hasta ignorarlas, para enfrentar adversidades.
Desde las 16 de hoy y durante 90 o 120 minutos, el que no salta es un alemán; después, el que no salta es un buitre.
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