Jue 31.07.2014

ECONOMíA  › OPINION

Sobre el límite

› Por Raúl Dellatorre

La pulseada entre la Argentina y los fondos buitre llegó a una instancia definitoria al cumplirse el “período de gracia” de treinta días después del primer vencimiento de bonos de deuda argentina, tras quedar en firme la sentencia del juez Griesa. El propio magistrado les impidió cobrar a los acreedores (bonistas del canje), pese a que el deudor (Argentina) depositó en tiempo (antes del 30 de junio) y forma (en el banco designado pagador por contrato, el BoNY) los fondos correspondientes. Vencido este período de gracia ayer y sin haberse concretado el cobro, el juez, a través de su interlocutor, el special master Dan Pollack, señaló que “es inminente que Argentina entre en default (...), un evento real y doloroso que dañará a personas reales: ciudadanos argentinos, bonistas que entraron al canje y los holdouts (fondos buitre)”.

En esta instancia, mientras el gobierno argentino niega que “el evento” pueda caracterizarse como default, así como los “dolorosos daños” en los términos expuestos por Pollack, aparecen en escena nuevos “actores”: bancos argentinos dispuestos a “pagar” para que los propios fondos buitre habiliten el stay y se libere el pago a los bonistas, evitando así que se llegue al supuesto default. Pero ¿se trata de generosos salvadores? Y si tenían la solución, ¿por qué no llegaron antes? Si los bancos fueran los dueños de la “varita mágica” que abriera el cofre de la solución, ¿pasarían a ser también los dueños de la situación en este conflicto de repercusión internacional?

Buscando las explicaciones de a una, podría decirse:

n ¿Por qué recién ahora? Porque la estrategia de los fondos buitre fue presionar a que la Argentina cediera en su posición de rechazar el pago de la deuda en los términos de la sentencia, extorsionándolo con el bloqueo del pago a los bonistas del canje (hold in) y la posterior declaración del default. Cuando entendieron que la Argentina no cedería ni en el límite, accedieron a considerar la propuesta de terceros (banqueros argentinos pero también de otros orígenes), que ya circulaba desde hace semanas.

n ¿Por qué un grupo de bancos locales surge como salvador? Porque resultarían los que más perderían con una declaración externa de default. Tienen en sus activos un monto elevado de títulos de deuda argentinos, buena parte de ellos bajo legislación extranjera. Y el valor de los títulos de sus empresas, que cotizan en Nueva York, se desvalorizarían. Porque son los que manejan el grueso del vínculo financiero con Estados Unidos (transferencias de fondos, pagos comerciales y por colocaciones financieras, depósitos y préstamos externos), flujo que se podría ver sensiblemente afectado por una descalificación de la plaza argentina en el núcleo financiero de Nueva York. Porque, además, concretar la operación de compra de deuda le podría valer a este grupo de bancos estrechar vínculos con grupos inversores de mucho peso en las finanzas neoyorquinas.

Su participación tiene mucho más que ver con defensa de intereses propios que con un gesto patriótico. No por nada, a estas horas, otros grupos financieros, incluso de Estados Unidos, siguen disputando por ocupar su lugar en la operación. Es por estas mismas razones que concretar la operación no los convertiría en “patrones” de la situación ni en dueños de la solución.

n ¿Por qué la salida debería venir de afuera de la causa? Porque las restricciones legales que tiene la Argentina, para no disparar la cláusula RUFO con un acuerdo que exceda al del canje, y la cerrazón de los fondos buitre y el juez en su pretensión de cobro o acuerdo inmediato, hacen que la situación quede absolutamente trabada. Sólo una oferta externa que tienda un puente entre las partes abriría un principio de solución. Un camino que el special master, con su actitud hasta acá y su declaración de ayer, no ayudó precisamente a recorrer.

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