ECONOMíA
› ESCANDALO EN LA BOLSA DE NUEVA YORK
Bye, Mr. President
Su primera inversión bursátil fue por mil dólares, al adquirir acciones de una compañía aérea. No hizo más que imitar al dueño de la farmacia donde se empleaba. Fue en aquel momento, 36 años atrás, que Dick Grasso descubrió su vocación por los negocios y la adrenalina que genera la histeria bursátil. Fue presidente de la Bolsa de Nueva York en los últimos ocho años. Ayer renunció. No pudo eludir la presión de los propios financistas, de la dirigencia política ni de los medios de prensa cuando se hizo público que Grasso se aseguró una ganancia de 140 millones de dólares por su trabajo hasta el año 2007.
Escandalizado, el tesorero del estado de California, Phil Angelides, calculó que un estadounidense medio tendrá que trabajar 5200 años, a razón de 40 horas semanales, para embolsar lo que Grasso en cuatro años. La revelación del contrato del titular de la New York Stock Exchange (NYSE) encolerizó a otros dirigentes políticos y a sus pares financistas, aunque la mayoría de ellos reconoció la próspera labor de Grasso en los 35 años que se desempeñó en Wall Street. Ayer, el editorial del prestigioso New York Times estuvo dirigido a criticar ácidamente el contrato del presidente de la Bolsa.
Los mayores elogios los recibió tras los atentados del 11 de setiembre de 2001, cuando pocos inversores creían que la Bolsa podría volver a funcionar a sólo cuatro días de los atentados. El multimillonario contrato de Grasso reconocía su desempeño en la carrera.
En su defensa, algunos especialistas argumentaron que en Estados Unidos los contratos laborales son libres. Pero, a la vez, las gruesas críticas a las autoridades del salón bursátil más importante del mundo dan cuenta también de la sensibilidad de los neoyorquinos tras los atentados y el ataque a Irak. Y de la crisis en particular que atraviesa Wall Street después de la estrepitosa caída de las acciones tecnológicas, que dejó en la bancarrota a miles de pequeños inversores, y de los fiascos descubiertos en los balances de algunas de las empresas más poderosas del país.
Justamente, Grasso multiplicó los pasos en falso a partir de esos escándalos. Ya se notaba que el ocaso estaba cerca. El final llegó anoche. Prolijamente, la renuncia fue presentada al cierre de los mercados. No sería cuestión de alterar más los ánimos de los financistas.