ECONOMíA
Todo el mundo paga la guerra
› Por Julio Nudler
“La economía mundial estuvo volando con un solo motor. Pero va a ser mucho peor si tiene que aterrizar sobre una sola rueda.” El motor es Estados Unidos. La rueda, el euro. Poniéndolo más claro: la expansión norteamericana sostuvo (y sostiene) en gran medida el tempo de la economía mundial, papel que la conservadora Unión Europea se negaba a compartir. Pero EE.UU. carga con sus enormes déficit gemelos, incluyendo un rojo en cuenta corriente superior a 5 por ciento del Producto. Esto algún día tendrá que acabarse, y ese día habrá un derrumbe del dólar. La pregunta es entonces quién hará el ajuste cuando ello suceda; es decir, qué economías aceptarán importar la recesión que exportará Washington. Si fuese el área euro la que debiera soportar todo el impacto, las dificultades serían mayúsculas... y el conflicto en el Atlántico Norte, proporcional. Mejor sería que el problema se repartiese más parejamente, lo que significa que también China y las otras economías asiáticas deberían aceptar que sus monedas se revalúen contra el dólar.
La metáfora del avión pertenece a Kenneth Rogoff, consejero económico y jefe de investigación del Fondo Monetario, que está despidiéndose de estos cargos para recluirse otra vez en la Universidad de Harvard. Así es que ayer, durante 46 minutos, brindó su última conferencia de prensa como presentador del World Economic Outlook, el compendio de los pronósticos sobre la economía mundial que lanza y rehace periódicamente el FMI. Las palabras en inglés de Rogoff, traducidas simultáneamente a otros nueve idiomas, desde el árabe al chino, subrayaron el optimismo de las predicciones, aunque sin ocultar las fuertes disparidades del proceso. Pero, como dijo, “más vale una recuperación desbalanceada que ninguna recuperación”, después de la sima a la que se descendió en 2001.
Preguntado sobre cuánto afecta a la economía global la llamada “guerra al terrorismo”, KR no eludió arriesgar una cuantificación del daño: en los próximos 20 años el mundo crecerá un cuarto de punto menos por año de lo que podría crecer en una situación geopolítica más estable, como la que existió en los años ‘90. ¿Puede esto interpretarse como un cuestionamiento al belicismo de los neoconservadores republicanos? En cualquier caso, hubo otras menciones indirectamente muy críticas hacia la política económica de George W. Bush, dejando la clara sensación de que lleva rumbo de colisión.
Según el análisis del célebre Ken, también en los últimos años de la década pasada EE.UU. tomaba prestado fuertemente del resto del mundo, pero ese dinero financiaba un febril ritmo de inversión, puede que excesivo, pero que a la larga se traduciría en más crecimiento, permitiendo que el esquema convergiera. El gobierno contribuía a esta convergencia porque también ahorraba (superávit fiscal logrado con Bill Clinton). Desde entonces, la inversión colapsó tras el estallido de la burbuja bursátil, y el actual déficit en cuenta corriente representa cada vez más no inversión sino desahorro, tanto privado como público. Algo del déficit fiscal irá a inversión, pero es la menor parte. Hay, por tanto, un problema de sustentabilidad de largo plazo.
Aun así, la voz económica del FMI se declaró ayer en Dubai “razonablemente optimista” sobre el retorno de la economía global a un crecimiento normal, “o quizá todavía mejor”. Seis meses atrás, Irak aún no había caído en manos de las fuerzas anglonorteamericanas, y ello afectaba a los mercados y a la capacidad de aventurar pronósticos. Por sombrías que pinten las cosas en Bagdad, el horizonte está algo más despejado, y a esto se suma la extinción de los últimos coletazos del derrumbe de Wall Street y de los escándalos corporativos.
Pero KR predijo que el crecimiento se concentrará en Estados Unidos y el Asia emergente (China, India...). En cuanto a Europa, “por el momento, la mayoría de los europeos que quieran ver una recuperación económica tendrán que mirarla por TV, soltó Ken despiadadamente. El hecho es que mientrasEE.UU. sigue absorbiendo una gran porción del ahorro del mundo, Asia es su gran fuente de capital. Pero la disparidad no es ni será sólo geográfica: también se manifiesta al interior de las economías y las sociedades, porque el nuevo ciclo económico expansivo “no generó empleos”. Para Rogoff, “esto encierra cierto riesgo para la evolución del consumo”, pero es probable que las implicancias sean más profundas que eso porque atañen al patrón de distribución del ingreso en las economías avanzadas. No es solamente el problema de un componente de la demanda agregada.
Otra nube que KR ve hincharse en el horizonte es “el alto y creciente nivel de endeudamiento público en todo el mundo”, con potenciales peligros de default en diversas economías emergentes “que no aprovechen las relativamente benignas condiciones actuales para ajustar”. Es probable que buena parte de esa deuda sea tomada por los gobiernos para tapar agujeros sociales que las economías ya no alcanzan a ocultar, como el creciente déficit de los sistemas previsionales y de los subsidios al desempleo. ¿Será políticamente viable el ajuste que reclama Rogoff?
Fuera de frases como “el reciente colapso de las negociaciones comerciales en Cancún es una tragedia”, resultado de concebir el crecimiento como dependiente del comercio y, por tanto, de la apertura (efecto virtuoso tan negado por algunos investigadores como el propio Kenneth negó la relación entre globalización financiera y crecimiento), para este economista un aumento del comercio mundial podría contrabalancear el impacto adverso de la deteriorada situación geopolítica, pero infortunadamente el comercio en lugar de intensificarse se está desacelerando.
En otro plano, Rogoff rechazó como una simplificación la idea de que China consigue su enorme superávit comercial con Estados Unidos y Europa sólo porque el yuan está subvaluado. Y en cuanto a Maastricht y el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que impone el ajuste fiscal y monetario al área euro, se irguió para aplaudirlo, pero también lamentó que sea tan rígido en las recesiones.