Mié 01.10.2003

ECONOMíA  › UNA VISION DEL NUEVO STAND BY

“De patas cortas”

› Por Julio Nudler

La fundamental falencia del acuerdo con el FMI es algo que ni siquiera se discutió: la estrategia económica de largo plazo. Tal la afirmación de Mario Teijeiro, presidente del Centro de Estudios Públicos. Y dice más: “Hemos conseguido que nos aprueben un programa débil, del cual seremos la principal víctima en el largo plazo”. El Fondo consintió porque le interesa cobrar sus préstamos a la Argentina, y el Tesoro estadounidense respaldó porque quiere evitar el potencial efecto contagio, especialmente sobre Brasil, de una Argentina que crece sin programa con el Fondo. Polémico y sustancioso, el análisis de Teijeiro se aparta del lugar común en el que caen otros economistas liberales, e incluso descalifica (sin nombrarlo) a Miguel Angel Broda y su teoría de la “transferencia neta”.
Lo que Broda sostiene (y también la Fundación Mediterránea) es que no hay que preocuparse por la transferencia bruta de recursos al exterior con destino a los acreedores. Aunque ello exija un superávit fiscal primario superior al 3 por ciento del Producto, ese fuerte ahorro público no sería recesivo porque permitiría dejar rápidamente atrás el default, tras lo cual ingresarían fuertes capitales al país, con el consiguiente impacto expansivo. Pero Teijeiro disiente: “La lógica del ajuste fiscal reactivador puede funcionar –apunta– cuando el ajuste fiscal necesario para revertir la desconfianza es pequeño y el retorno de los capitales es potencialmente importante. Pero ha de fracasar si el ajuste necesario es importante y los capitales regresarán a cuentagotas”.
Para este analista, los capitales tardarán de todos modos en volver a un país que ha defolteado recientemente y cuyo sistema bancario está quebrado. Por lo demás, ¿qué tasa de interés sería necesaria para atraerlos? “No basta con que los capitales regresen en cantidad suficiente –advierte Teijeiro– sino que lo hagan a tasas bajas. De lo contrario, reconstruiríamos otra bicicleta financiera explosiva como la de los ‘90.” La probabilidad que asigna a un retorno voluminoso y barato es “bajísima sino nula”. Por esta razón, sólo quedó como alternativa limitar el superávit (aunque aun así representa “un esfuerzo fiscal que no registra antecedentes en nuestro país”) y proponer una quita sustancial.
Teijeiro plantea una estrategia de crecimiento basada ante todo en la retención del ahorro nacional, que, como consecuencia del default y del colapso bancario, sigue fugando al exterior o al colchón. Otra fuente importante es la inversión productiva de nuevos capitales extranjeros y argentinos radicados en el exterior. Y la tercer fuente crítica es la reinversión de utilidades por parte de empresas rentables. Para que este esquema sea sostenible, una porción sustantiva de la inversión debería orientarse hacia proyectos exportadores.
A partir de aquí la postura de Teijeiro se aproxima más a la del arco liberal, criticando el distribucionismo y la “innecesaria sobreactuación política” del Gobierno en temas como banca y privatizadas. “No se trata de restituir las tarifas a sus valores en dólares, ni de hacerse cargo de la deuda privada externa ni de recapitalizar a los bancos por todas sus pérdidas”, señala. Pero cree necesarios aumentos tarifarios mínimos para financiar la reinversión y obtener una utilidad razonable en pesos. Y, en el caso de los bancos, compensarlos por las pérdidas que son responsabilidad del Estado, exigiéndoles paralelamente una recapitalización por sus malas decisiones de crédito e inversión.
Pero la estrategia subyacente en el acuerdo con el FMI es la de una recuperación basada en el gasto estatal, el consumo y la obra pública, en un “tradicional enfoque keynesiano cortoplacista, esta vez financiado con mayor recaudación... Es una estrategia de patas cortas”, sentencia.

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