Los principales indicadores del mercado bursátil de China registraron ayer su mayor caída diaria desde 2007. El precio de las acciones negociadas en la Bolsa de Shanghai retrocedió, en promedio, 8,5 por ciento ayer. Novedoso por su magnitud, el descenso devolvió al principal índice de precios de acciones chinas, el Shanghai Composite, a su trayectoria descendente. Si bien las semanas pasadas el valor de esos papeles había mostrado una leve recuperación, entre mediados de junio y julio acumuló un retroceso de 32 por ciento. El Estado chino viene desplegando a lo largo de los últimos meses un conjunto de medidas monetarias expansivas para limitar las tensiones financieras. La incertidumbre en China se trasladó hacia el resto de los mercados emergentes. Ayer en Brasil la cotización del dólar subió dos centavos para llegar hasta 3,37 reales. Ese valor superó la marca histórica para los últimos doce años, alcanzada el viernes.

La caída desde mediados de junio hasta la primera quincena de julio en el Shanghai Composite Index constituyó la peor racha negativa desde 1992 y el indicador se ubicó en su mínimo nivel desde 2008. El total de pérdidas durante esas cuatro semanas representó una caída de capitalización bursátil de unos 2,5 billones (millones de millones) de dólares. Ayer más de la mitad de las acciones que cotizan en los mercados de Shanghai y Shenzhen, más de 1600 empresas, evidenciaron pérdidas de 10 por ciento, la variación máxima diaria que permite la normativa bursátil china antes de interrumpir su operatoria.

Como sucedió en Estados Unidos y Europa, las autoridades chinas pusieron en marcha un ambicioso programa de inyección de liquidez para evitar un desplome mayor de las acciones. El recorte de la tasa de interés a manos del Banco Popular de China y la compra directa de acciones son algunos de los mecanismos desplegados en lo que va del año. A pesar de esos esfuerzos, ayer el mercado bursátil chino se mostró volátil nuevamente con fuertes caídas en el precio de los papeles.

En un escenario global donde las economías emergentes ven limitada su capacidad de respuesta a la sostenida depresión en los países desarrollados, el precio del dólar en Brasil llegó hasta 3,37. Aunque no representa un fuerte salto cambiario y tampoco induce una aceleración de la inflación, el valor alcanzado es el más alto en 12 años. Ese comportamiento se registra en un escenario de estancamiento económico autoinfligido por el ajuste fiscal en marcha y la tensión política que sacude al gobierno de Dilma Rousseff y sus principales aliados. El alza en el tipo de cambio no es impulsada por el Banco Central brasileño, pero si lo convalida al no intervenir en el mercado cambiario. Con reservas por más de 370 mil millones de dólares, la autoridad monetaria dispone de suficiente poder de fuego para administrar el precio del dólar.