El principal indicador bursátil de China, el Shanghai Composite Index, registró ayer una caída de 6,4 por ciento. La turbulencia en la bolsa de valores de la potencia asiática comenzó a mediados de 2015 y reapareció durante las primeras jornadas del año tras la publicación de una serie de datos negativos de la economía de ese país. La expansión del PIB durante 2015 fue 6,9 por ciento, la más baja en 25 años. Ese escenario se monta sobre una estructura del mercado financiero local muy atomizada que facilita la propagación de los escenarios negativos.

Las autoridades chinas intervienen activamente inyectando fondos y operando a través de las tasas de interés para evitar que la salida de inversores del mercado no se traduzca en el estallido de una burbuja. El Banco Popular de China anunció ayer que había inyectado en el sistema financiero un total de 440.000 millones de yuanes (67.000 millones de dólares), su mayor movimiento diario mediante operaciones en ese mercado desde comienzos de 2013. Existe preocupación en el mercado chino sobre la continuidad de ese comportamiento del gobierno. Las inyecciones de ayer llegaron después de las tres realizadas la semana pasada.

Una de las principales evidencias de la desaceleración que atraviesa la economía china es el retroceso de 11,9 por ciento en el volumen de transporte de los ferrocarriles, un indicador que ofrece una aproximación al ritmo de la actividad económica ya que existen cuestionamientos sobre la credibilidad de las mediciones oficiales. El órgano anticorrupción del Partido Comunista de China, la Comisión Central de Inspección de Disciplina, informó que intenta averiguar si Wang Baoan, el responsable de las estadísticas, cometió “graves violaciones de disciplina”.

Si bien la economía china había atravesado con solvencia la crisis internacional, el principal motor de crecimiento global comenzó a experimentar una fuerte desaceleración los últimos años. Aunque envidiable, el relativamente bajo ritmo exhibido por la economía china (6,9 por ciento) impacta sobre su demanda de materias primas como las exportadas por Argentina. Las ventas externas que realiza el país hacia China se ven afectadas en cantidades y precios, aunque sobre ese último factor incide también los cambios en la política monetaria estadounidense.