ECONOMíA › SIN RETENCIONES, SIGUE LA CRISIS FRUTíCOLA
› Por Claudio Scaletta
La región del Alto Valle de Río Negro experimenta el ocaso de su economía frutícola. Los datos predominantes son tres: la caída de la cantidad y calidad de la producción, la expulsión y desaparición de actores económicos y el progresivo abandono de la actividad principal en favor de otras tareas agrícolas de menor valor agregado, como la ganadería o la producción de forrajes, o directamente extractivas, como los hidrocarburos. Como suele suceder en economía, el ocaso presenta siempre resultados heterogéneos: mientras unas pocas grandes empresas absorbieron chacras y se enriquecieron, miles de productores vendieron, alquilaron o lotearon sus tierras. No se trató de un proceso capitalista típico, de concentración “virtuosa” por cambio tecnológico y aumento de la escala de la producción, sino de una concentración “viciosa”, es decir; a costa de los sectores más débiles y en el marco de un circuito cuya producción perdió calidad y se achicó.
Tras el cambio de gobierno, el circuito frutícola accedió a sus dos reclamos principales en materia de política económica. Una potente devaluación de la moneda de alrededor del 40 por ciento, el sueño de todo exportador, y la eliminación del remanente del 5 por ciento de retenciones. Las medidas se sumaron a un logro concedido sobre el final del gobierno anterior; la reinstauración de reintegros del 8 por ciento a las “exportaciones por puerto patagónico”, en este caso las que salen por el privatizado puerto de San Antonio Este.
Pensando en términos de la política regional se destacan algunos datos:
En los últimos días los productores arrojaron toneladas de fruta frente al edificio de la Secretaría de Fruticultura.
Los exportadores se mostraron satisfechos con las medidas cambiarias y arancelarias, pero dijeron que “no son suficientes”.
Algunos dirigentes de la Federación de Productores, una organización que se quedó sin base, señalaron que el nuevo escenario regional era este año “aun peor” que el año pasado.
Ambos, productores primarios y empacadorescomercializadores, reclaman aportes del Estado para líneas de financiamiento, cuando las tasas para capital de trabajo para las empresas más chicas que todavía acceden al crédito ya están por encima del 35 por ciento.
Iniciada la cosecha de las primeras variedades (peras Williams) la fruta aún no tiene precio de referencia. Esta semana se habló de ofertas de 1,5 pesos por kilo cuando solamente el costo de cosecha alcanza a 1 peso.
Esta suma de datos amerita unas pocas reflexiones:
Durante todos los gobiernos kirchneristas el principal reclamo regional fue por la eliminación de las retenciones. Se argumentaba que los bajos precios recibidos por los productores primarios eran consecuencia del arancel cobrado al momento de la exportación, el que bajaba en la cadena hasta el primer eslabón. Aunque los productores pudieron comprobar la falsedad del argumento cuando las retenciones se redujeron del 10 al 5 por ciento y sus precios no mejoraron, extrañamente las retenciones siguieron siendo azuzadas como el reclamo principal, demanda exaltada por la prensa regional, accionariamente ligada al capital exportador. Sobre el segundo gobierno de CFK al reclamo por las retenciones se sumó con fuerza la demanda por devaluación. De hecho se argumentó que la baja de retenciones había sido “comida” por la revaluación. La reinstauración de los reembolsos portuarios fue una compensación frente a estos reclamos, pero tampoco llegó a los precios de la producción primaria.
Cuando lo que comercializa el productor primario de una economía regional es un producto perecedero se genera una dependencia con los propietarios de activos estratégicos, plantas de empaque y frigoríficos, que se traduce en una situación de “oligopsonio”: una condición de mercado en la que existen unos pocos compradores para una multitud de oferentes. El resultado es una diferencia de poder en el momento de la comercialización. El precio recibido es el resultado de esta asimetría de poder, que nada tiene que ver con aranceles y tipo de cambio; mejoras que son apropiadas íntegramente por el capital exportador sin el menor derrame.
El sistema de comercialización que corresponde a esta relación es “la entrega de la fruta” al capital comercializador (“al galpón”) en consignación, sin precio ni contrato. Aunque formalmente el productor recibe un precio al que se le descuentan todos los servicios prestados (empaque, frío, comercialización) la realidad es que el productor carece de control e información y el precio resulta discrecional. Por eso hoy, iniciada la cosecha no hay precio. Y por eso los precios recibidos pueden mantenerse durante años por debajo de los costos de producción y llegar a niveles de quebranto. A ello se sumó que una de las principales empresas, la belga Expofrut, anunció que ya no comprará fruta de terceros pues su matriz decidió una reconversión ganadera.
En vez de intervenir en la relación comercial mediante una ley que formalice la primera venta con un precio variable y no único más un contrato, eliminando la consignación discrecional y sumando un sistema de información, el gobierno saliente se limitó a construir algunos frigoríficos para que unos pocos productores no sean dependientes de la entrega al momento de la cosecha. La fruta tirada frente a la Secretaría de Fruticultura la semana pasada provenía de estos frigoríficos. No es lo mismo ser un buen productor que un buen comercializador. Son saberes distintos.
A pesar de la potente transferencia implícita en las primeras medidas del gobierno de la Alianza PRO, el capital exportador vuelve a utilizar la excusa de los pequeños productores, un actor que redujeron prácticamente a su extinción y con representación viciada, para demandar nuevas medidas: principalmente crédito barato y abundante para reponer capital de trabajo, un mecanismo históricamente utilizado para capitalizarse a cuenta del Estado.
Se argumenta que los incentivos positivos a las ventas externas serían la baja en los costos internos y en los fletes marítimos por la caída del precio del petróleo, pero las ventas de commodities no dependen de la oferta, sino de la demanda.
El nuevo escenario comercial presenta algunos nubarrones. El principal es sanitario: años de pagarles a los productores por debajo de los costos de producción afectaron las inversiones en tareas culturales. A pesar de que el Estado realizó ingentes aportes materiales para erradicar la principal plaga, la carpocapsa, mediante un programa nacional ya finalizado, el abandono de chacras y las bajas inversiones en sanidad en los últimos años se tradujeron en el regreso virulento del problema, lo que afecta especialmente las ventas a Brasil, país que además está en recesión y experimentó una devaluación.
El segundo mercado en importancia, Rusia, también devaluó y está en recesión.
La demanda interna, en tanto, se verá como mínimo estancada por la caída de la actividad implícita en la nueva macroeconomía macrista.
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