ECONOMíA › OPINION
› Por Carlos A. Tomada *
Hace 30 días me expresaba sobre la realidad nacional y su reflejo en el día a día. Hoy necesito –por responsabilidad y compromiso– compartir algunas reflexiones (tal vez ya obvias) sobre el despliegue de este nuevo Régimen y sus consecuencias.
Efectivamente, como el PRO decía y nosotros sabíamos, en la Argentina está en marcha un brutal cambio de rumbo. Esto significa una modificación de 180 grados en la dirección en la que iba nuestro país en los últimos años. Así lo celebran algunos, así lo padecen y padecerán las mayorías. Y ese cambio, es sobre las buenas herencias y no sobre las deficiencias o errores que seguramente habremos cometido. Ahora nos dicen que estamos “volviendo a un país normal”. Sí, a ese status quo que nuestro proyecto político, durante 12 años, cuestionó y enfrentó por “mandato popular, comprensión histórica y decisión política”.
La “restauración” en curso implica esencialmente retomar una injusta distribución del ingreso y consolidar la histórica relación de fuerzas donde predomina la subordinación a los intereses de “los que mandan”. ¿Cómo se hizo esto tan rápido? Mediante una inmediata y decidida transferencia de ingresos modificando todos los precios relativos de la economía: retenciones, devaluación, tarifas, apertura de las importaciones y otras decisiones simbólicas y contundentes. Y no nos engañemos. El anuncio grandilocuente sobre Ganancias y asignaciones familiares en el actual contexto es poco sustantivo y no favorece al poder adquisitivo de los trabajadores. Sino que son anuncios utilizados como estrategia para limitar y condicionar la discusión paritaria.
Se trata, en síntesis, de un renovado intento de terminar definitivamente con las experiencias nacionales y populares. Han aprendido de anteriores fracasos. Saben más, tienen más asesores, más marketing y más tecnologías... pero volverán a fracasar.
Sus objetivos son: a) subordinación de la política de ingresos (salario, empleo y seguridad social) a las políticas macroeconómicas (monetaria y fiscal). Cueste lo que cueste socialmente. b) acrecentamiento de la tasa de ganancia y libre disposición del excedente económico. Industria argentina abstenerse. c) disciplinamiento de la fuerza laboral a través del desempleo y del debilitamiento sindical. Basta de puja distributiva y conflictividad. d) retroceso del Estado como regulador y orientador, pero fuertemente interventor a favor de los intereses concentrados.
Sus resultados no discriminan. No hay trabajadores que zafen. No hay sindicatos a los que les vaya mejor. No hay empresarios nacionales o pequeños que participen de los beneficios. No hay sector público que se fortalezca. Ya lo vivimos. No igual. Pero en el fondo, idéntico.
Finalmente, está el objetivo central, el eje vertebrador del bloque de poder amarillo: que el kirchnerismo no vuelva nunca más. Pero no sólo eso: que la experiencia de un gobierno de corte nacional, popular y democrático no se repita. ¿Por qué? Por los avances, por los derechos, por los valores en juego. No por los déficits. Que ni se nos ocurra que hay retorno a “todo eso”. Que la memoria de nuestro pueblo no vuelva a recordar “que los días más felices siempre fueron peronistas”. Que nos olvidemos de cantar “...no nos han vencido!”. Para eso, “la década ganada” tiene que quedar como una “década perdida”, una etapa oscura. Como sea. A costa de cualquier cosa. Mentiras, distorsiones, cooptaciones, engaño, ocultamiento. Para eso tienen sectores del Poder Judicial y los grandes medios. Acá nada de instituciones, república o diálogo real.
Quisiera terminar estas reflexiones con un ejemplo de la repercusión de esta realidad en el mundo del trabajo, ya que será el hilo conductor de estas políticas y objetivos. Hablamos de los despidos indiscriminados ya efectuados y los por venir en los próximos 45 días. Ahí se hace visible cómo se traduce el accionar del Régimen en un tema que nos conmueve. Ellos sabían y saben de ese impacto. Pero avanzan igual. Y lo hacen porque: 1) los despidos en el sector público son “el” ejemplo; ahora se puede despedir en cualquier lado; 2) así van desmembrando y achicando al Estado, con la excusa de los “ñoquis”; 3) al perseguir políticamente generan miedo; 4) necesitan ir conformando una masa de desocupados que mantenga a raya a los que “se salvan”; 5) sustituyen a los despedidos por militantes (“no grasa”) del PRO. Así va a ser siempre.
Es grande el desafío que tenemos desde el vasto y plural movimiento nacional. Deberemos trabajar, pensar y accionar en pos de una unidad generosa para retomar la senda interrumpida. No será igual a lo vivido porque ya no somos ni seremos iguales. Pero tenemos un nuevo punto de partida: los logros que argentinos y argentinas vivimos desde el 2003 a 2015. Muchos esperados. Otros impensados. Tenemos el legado político de Néstor y Cristina. Sabemos qué hacer, cómo corregir y cómo profundizar la buena herencia que dejamos. Otra vez hay una Argentina que (nos) espera.
* Jefe del Bloque del FpV. Legislatura porteña.
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