Mar 02.11.2004

ECONOMíA  › OPINION

Preguntas relevantes

› Por Maximiliano Montenegro

A esta altura ya nadie duda de que el Gobierno flexibilizó la oferta original de renegociación de la deuda (aquella de la poda del 75 por ciento) anunciada en Dubai. Desde junio último, en lo que se conoció como la propuesta Buenos Aires, Lavagna promete pagarles a los acreedores el doble de lo que admitía en aquel entonces: 41.800 millones frente a 20.300 millones. Desde esa perspectiva, el incentivo adicional de un pago cash –de unos 1000 millones– por los intereses devengados este año, al fijar la fecha de emisión de los títulos en diciembre de 2003, puede considerarse un discreto moñito en el envoltorio.
Tampoco hay duda de que, de lograr un alto grado de adhesión, la administración Kirchner habrá concretado la mayor quita en la historia de las reestructuraciones de “deudas soberanas”, desde Rusia a Ecuador, pasando por Bosnia. Hay elementos que justifican con creces esta situación: de los 15 países que deambularon por el purgatorio del default en las últimas décadas, ninguno sufrió una caída tan pronunciada del PBI como la que ocurrió en Argentina; ni tenía una proporción tan elevada de títulos públicos dolarizados ni atravesó por una devaluación tan violenta.
Ahora bien, con la propuesta formalizada ayer, ¿desaparece el problema de la deuda? ¿Dejará de ser éste el chaleco de plomo de la política económica? ¿Es sostenible el ajuste fiscal implícito en la propuesta? ¿Es compatible la meta de superávit fiscal primario a futuro con aumentos de salarios públicos, jubilaciones, gastos sociales u obras públicas?
Aunque los voceros oficiales las omitan, no son preguntas triviales. El Gobierno se compromete a un superávit fiscal operativo del 2,7 por ciento del PBI hasta el 2010 (para los siguientes 30 años hay una leve reducción). Tal superávit es necesario para garantizar el pago de la deuda al día (la emitida después del default y los préstamos a los organismos internacionales), que representa casi la mitad de la deuda total, más intereses de los bonos renegociados. El ministro afirma que no es un esfuerzo fiscal ciclópeo, comparado con el superávit de 4 puntos del PBI que habrá este año.
Sin embargo, el ahorro primario actual incluye factores extraordinarios: las retenciones a las exportaciones –que el FMI presiona por eliminar– infladas, a su vez, por los precios record de las commodities agropecuarias; el impuesto al cheque –también en vías de extinción– y el componente procíclico de los ingresos fiscales, que repuntan de manera desmesurada durante la salida de una recesión. Aquellas preguntas son muy relevantes.

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