ECONOMíA
La UIA con nuevo titular, pero con las mismas ideas
Los principales grupos industriales sellaron un acuerdo que dejó afuera todo disenso para conformar la llamada “lista de unidad” en la UIA. Héctor Méndez, que hoy será consagrado nuevo titular, ya anticipó una definición clara: los aumentos de salarios industriales “ya fueron suficientes”.
› Por Cledis Candelaresi
La Asamblea General de la Unión Industrial Argentina consagrará hoy al plástico Héctor Méndez como nuevo presidente de la entidad y líder de una lista de consenso a la que se integrarán prominentes nombres como el de Techint y Arcor. Sin las divisiones que inquietaron a la UIA en los dos últimos años y con un discurso muy empatizado con el del Gobierno. El nuevo titular, quien asumirá formalmente el 26 de mayo, en las últimas horas ratificó esa proximidad ideológica al reiterar su idea de que los salarios industriales aumentaron “lo suficiente” y que las mejoras adicionales –siempre a definir en paritarias– entrañan un riesgo inflacionario. El sustituto de Alberto Alvarez Gaiani va incluso un poco más allá cuando postula que, hacia el futuro, cualquier mejora debe definirse no ya por “productividad” sino por “competitividad”, concepto aún más restrictivo para los trabajadores.
Este abogado egresado de la UBA y fundador de Tambores Argentinos Sociedad Anónima de San Juan (Tarsa), su primera empresa, se autodefine como un hombre de “formación industrial”, al que le “gustan los fierros” y con “espíritu predispuesto a la toma de riesgos”, distanciándose sin quererlo de quienes se abocaron al gremialismo empresario pero sin tener una empresa que avale su representatividad.
Para sus pares, es una especie de dirigente bisagra, “con capacidad negociadora y abierto para buscar la unidad”. Esa que faltó en las últimas elecciones mientras la lista Industriales, bajo el liderazgo de Techint, se esmeraba en disputarle la conducción a la línea más conservadora, representada por el presidente saliente y hombre de la Copal a quien en más de una ocasión se le endilgó afinidad con el menemismo. La realidad es que, al menos en temas medulares, no hay diferencias entre el titular que viene y el que se va –ambos alineados al Movimiento Industrial Argentino- ni entre éstos y los dirigentes de la otrora lista opositora. La discusión salarial es un buen ejemplo de estas afinidades.
Luis Betnaza, hombre de Techint y próximo vicepresidente segundo, da una pauta de cómo debe ser esa recomposición. En principio, los salarios deberían alcanzar los niveles del 2001, con aumentos que compensen la inflación acumulada desde entonces. A partir de allí, cualquier mejora futura debería producirse “exclusivamente” en función de la productividad de la empresa o el sector habilitado a participar en paritarias.
El criterio expresado ante este diario por el ejecutivo del grupo Rocca se inspira en la convicción de que si se suman los ajustes otorgados espontáneamente por algunas empresas más lo que forzaron los decretos, en la industria hoy existe un nivel salarial “similar al de la convertibilidad”. La misma idea que en otras palabras expresó el propio Méndez ayer, quien calificó como “dignos” los salarios de los “empleados en blanco”. Una generalización que ignora a aquellos rubros donde no hubo otro ajuste que los impuestos por el Gobierno.
“Las empresas que dieron aumentos ya los dieron y las que no es porque no pueden”, sentenciaba días atrás ante este diario el ex vice e inminente titular de la UIA, marcando un límite infranqueable para los trabajadores que esperan recomponer sus ingresos. Es más. Para Méndez, el concepto que debería regir las paritarias es el de competitividad más que productividad. Eso significa que no importa si un mismo plantel de trabajadores consiguió multiplicar la producción. Lo que verdaderamente talla, a juicio del hombre de UIA, es que la empresa en cuestión sea más competitiva, bien sea porque exporta y mejoró el tipo de cambio, bien porque se redujeron sus costos. Un parámetro muy difícil de evaluar en la mesa paritaria, en particular cuando no existe cogestión obrera.
Al igual que su antecesor, Méndez brega por un “proteccionismo sin complejos”, que ampare la producción local de la competencia china, ya que la nación asiática correspondería a la categoría de países con costos despreciables. Brasil no tiene este status y su producción es un problema acotado a los sectores sensibles como textiles o línea blanca. Cuando piensa en el país vecino, la conducción fabril unificada mira con deseo el régimen de créditos subsidiados a exportadores y productores y, en general, la existencia de una política industrial que aquí sólo se estaría esbozando con algunas medidas aisladas como la amortización acelerada de bienes de capital o el inminente protocolo automotor.
El tipo de cambio ya no es motivo de discusión entre dirigentes ni entre éstos y el Gobierno. Hay consenso de que mientras se ubique en torno a los 3 pesos por dólar, puede ser tolerado por los que importan, bien aprovechado por los que exportan y utilizado como paraguas por quienes se embarcaron en sustituir importaciones. Siempre y cuando los costos –incluido el salarial– no se desborden.