Mar 14.06.2005

ECONOMíA

A la búsqueda de una alternativa por si no llega el gas boliviano

Argentina, Brasil, Chile y Uruguay le propusieron al gobierno de Perú abastecer de gas a la región, sumándose a un anillo energético que vincule a todos los países del Cono Sur. El gasoducto a construirse demandaría 2500 millones de dólares.

› Por Cledis Candelaresi

En la medida en que peligra la provisión del gas boliviano, los países de la región imaginan alternativas sustitutas o, en el mejor de los casos, vías ilusorias para calmar la ansiedad. Ayer, una delegación de ministros de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay presentó al gobierno de Perú una propuesta para comprarle gas de la reserva de Camisea, a través de un megagasoducto que costaría unos 2500 millones de dólares. Este atajo, al que la administración de Alejandro Toledo dio un enfático apoyo, tiene que salvar aún muchos escollos para llegar a feliz término, empezando porque el subsuelo peruano no albergaría suficiente carburante como para abastecer a una red con tantos demandantes. Aun así, Julio De Vido estuvo entre los más entusiastas promotores del enlace. Tanto que sugirió como aporte argentino a ese enlace regional la venta de tecnología para que el transporte público peruano funcione con GNC, alternativa que por estas tierras está más en estado germinal.
Como proyecto político, pocos se atreverían a denostar la propuesta de integrar gasíferamente a todo el Cono Sur. Una idea que, según declararon ayer los funcionarios, podría sumar en una segunda etapa a Paraguay y Bolivia y a Venezuela. Después de recibir a la delegación internacional en el Palacio de Gobierno, Toledo la celebró como una “extraordinaria idea”, aunque sin desmenuzarla ni considerar su viabilidad real.
“Se está pensando en un proyecto para construir 1200 kilómetros de tubería para llevar el gas desde Pisco (sur de Perú) hasta Tocopilla en Chile, y después a Porto Alegre (Brasil)”, explicó ayer Toledo, quien se ocupó de no dejar afuera a su flamante par boliviano, Eduardo Rodríguez: éste debería designar un representante para integrar el equipo técnico que diseñará el proyecto en detalle.
Quizás entonces salte a la luz lo que hasta ayer no parecía claro para los ministros de Planificación de Argentina, de Energía y Minas de Brasil, Dilma Vana Rousseff; de Economía y Energía de Chile, Jorge Rodríguez Grossi, y de Industria, Energía y Minería de Uruguay, Jorge Lepra Loiodice y los peruanos de Economía, Pedro Pablo Kuczynski, y de Energía y Minas, Glodomiro Sánchez. El gas de la zona selvática peruana no alcanza para sostener tan ambicioso proyecto.
Según datos oficiales y privados recopilados por el Instituto de Investigación de Ciencias Sociales de la Universidad del Salvador (Ideso), Perú tiene reservas gasíferas que equivalen apenas a la mitad de las argentinas. Estas hoy son de aproximadamente 560 mil millones de metros cúbicos y dan un horizonte de abastecimiento nunca superior a los diez años. Para colmo de males, gran parte del fluido peruano está comprometido por contratos de exportación a México y el sur de los Estados Unidos –en rigor consume muy poco–, para lo cual tiene que ser parcialmente licuado y, luego, vuelto a gasificar.
Ayer mismo, el ministro peruano de Energía reiteró que la prioridad en la explotación de Camisea es atender el mercado interno y la exportación a México. El sábado, antes del planteo formal, Kuczynski ya había aludido a aquella restricción, cuando declaró que la exportación del gas peruano al Mercosur dependía de que se descubrieran “reservas adicionales a las de Camisea”, que hoy equivalen a más del 90 por ciento de la disponibilidad de ese país. Cuestiones en las que Toledo prefirió no poner énfasis.
Tampoco se precisó el diseño financiero de la multimillonaria operación, sino sólo se bosquejó que parte del dinero para el megaemprendimiento podría surgir de los ahorros previsionales peruanos y que la construcción podría quedar en manos de la belga Tractebel, con negocios en Perú. El repago, por supuesto, estaría luego a cargo de las naciones que recibirían el fluido por la vía que consideren apropiada.
Quizás aquí tallaría el proyecto en manos del Parlamento argentino que Economía acaba de avalar por escrito. Es el que permite imponer sobre la tarifa que pagan los usuarios argentinos cargos específicos para obras de infraestructura, incluyendo las que permiten ampliar la capacidad de transporte. Pero esto es especulación pura. La idea a la que el viernes pasado aludieron los presidentes Néstor Kirchner y Ricardo Lagos, sujetando su realización a la voluntad peruana, tiene también escollos técnicos de envergadura como atravesar longitudinalmente la prominente cordillera andina para abastecer al norte de Chile, desafío que demandará tiempo y dinero.
¿Qué pasaría para Argentina si fracasara el anillo energético? Es más difícil de prever que si se corta el suministro de gas boliviano: se cerraría el grifo a Chile y parte del problema coyuntural estaría resuelto. Argentina importó el año pasado gas menos gas del que exportó, a pesar de que dos leyes argentinas impiden vender cuando no está garantizado el autoabastecimiento.

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