ECONOMíA
Henke, el CEMA, las computadoras y la nueva interna en el Central
La abrupta renuncia de Roberto Reyna, miembro del directorio del Central, puso en el tapete el ascenso del sumariado y cuestionado Alejandro Henke. El conflicto con Economía, el rol del CEMA, la minirrenuncia de Lesniewer y el caso de las computadoras.
› Por Susana Viau
“Si lo llaman a ese tipo, yo me voy.” El viernes, el justicialista Oscar Lamberto no pudo o no quiso evitar el exabrupto. La reunión que él y sus compañeros senadores Carlos Verna y José Luis Gioja estaban manteniendo con los directores del Banco Central, Aldo Pignanelli, Ricardo Branda y Guillermo Lesniewer, tocaba fondo. La había mandado a pique el abordaje de un tema que ya desde la mañana se ventilaba en los diarios: el alejamiento de otro director de la entidad, Roberto Reyna, enmascarado tras un supuesto pedido de licencia por estrés. El hombre que había provocado la ira de Lamberto era Alejandro Henke, cuya candidatura al directorio del BCRA no logra perforar las resistencias de la Cámara alta. Henke y Lesniewer –ambos enrolados en el CEMA, el menemista Centro de Estudios Macroeconómicos de la Argentina– son parte fundamental del conflicto que cobró su primera baja con la ida de Reyna y amenaza con hacer añicos la convivencia en el interior del máximo órgano de decisión del BCRA. Un enfrentamiento que tiene reflejos y rebotes en el propio Senado de la Nación.
El mismo viernes, mientras trascendía la noticia de que Reyna no concurría al banco desde hacía algo más de una semana, Lesniewer, responsable de la Superintendencia de Entidades Financieras, presentó su renuncia. No fue sino un ademán. Sabía que le sería rechazada pero, además, el superintendente está aferrado al puesto. Una disputa interna, por dura que fuese, era incapaz de lograr lo que en el Central no consiguen ni los procesamientos ni los embargos derivados de las actuaciones de los funcionarios en relación a los bancos caídos.
Un ejemplo estimulante, si hiciera falta, es el de Miguel Angel Ortiz, quien cuando dejó su cargo en la superintendencia continuó vinculado al BCRA como asesor del ex presidente del banco, Pedro Pou, pese a ser un procesado múltiple. Ortiz todavía resiste en su trinchera de actual asesor del directorio.
Todos ellos, Lesniewer, Ortiz, Henke, revistan en el CEMA, un organismo de estudios –o de lobby– creado a instancias de Eduardo Bauzá y con el apoyo financiero de Domingo Catena (ex pariente político de Pou) para sustituir desde el riñón del menemismo a los cavallistas de la Fundación Mediterránea. El CEMA, incrustado durante la gestión Pou en los altos niveles gerenciales y decisorios del BCRA, es un inestimable factor de poder.
Gritos y susurros
La fugaz dimisión de Lesniewer y la súbita e inexplicable evaporación de Reyna son el síntoma de un grave malestar en el directorio y del realineamiento de sus integrantes. La primera manifestación tuvo lugar en la comisión de poderes del Senado, a la hora de discutir el pliego de Henke, fondeado desde hacía tiempo. Tal como informó este diario, fue Verna el encargado de llevar la voz cantante y de recordar que ciertos puntos negros en la foja de Henke complicaban su designación.
El más importante es el sumario que la Auditoría General inició a raíz de la desaparición de 10 computadoras personales que Henke tenía asignadas. La Auditoría solicitó a Henke que realizara la correspondiente denuncia judicial. Por otra parte, pidió a Henke que señalara a qué funcionarios habían sido entregados los equipos. Henke respondió que, si bien reconocía haber firmado las planillas donde constaban las asignaciones de las PC, éstas no habían sido destinadas a él sino al “seguimiento de entidades con problemas” y no recordaba qué empleados se habían hecho cargo de ellas. Tampoco supo contestar en qué momento advirtió la falta de las computadoras, afirmando, según reproduce la auditoría, que “contestó con generalidades, aludiendo al efecto Tequila y evidenciando un desconocimiento total y absoluto del paradero de las mismas y una continua falta de cumplimiento de las normas internas sobre la desaparición de bienes”. Los instructores del sumario sostuvieron que lo que más les llamó la atención, aparte de la desidia respecto del cuidado de los bienes bajo su custodia, “fue la demora en que incurrió para llevar a cabo la denuncia policial”, puesto que la primera sugerencia de la Auditoría al respecto data de febrero del 2000 y la denuncia policial se efectuó recién en el mes de diciembre.
A criterio de los auditores, las medidas adoptadas por Henke fueron “tardías e insuficientes”. Agregaron que para mejorar su situación, al ampliar la denuncia policial, Henke “llega a argumentar falsamente sobre el accionar de la Gerencia de Sistemas”. “Más aún –dicen los sumariantes-, citado por el juzgado interviniente, fue renuente y no concurrió, justificando su inasistencia en el cúmulo de tareas y reuniones impostergables.” Para los instructores, Henke no podía zafar: había cometido irregularidades y merecía sanciones disciplinarias por violar diversas disposiciones referidas al cuidado del patrimonio de la entidad.
Verna expuso con largueza las alternativas del sumario y el tratamiento de los pliegos de Henke quedó diferido. En una de sus intervenciones, que por supuesto los taquígrafos no registraron, Verna relató que Carlos Branda, miembro del directorio del BCRA, le había confiado que Henke había pedido el cierre del sumario.
El pedido surtió efecto, puesto que el expediente fue derivado de inmediato a una dependencia vinculada al sumariado y, cosa curiosa, de inferior rango que la Auditoría. Desde allí se recomendó archivar las actuaciones sin cargos contra Henke. Esa postura fue convalidada por el vicepresidente del BCRA, Aldo Pignanelli. El 25 de abril, el titular de la entidad, Mario Blejer, enterró la cuestión.
Henke había logrado remover el obstáculo que con más fuerza obstruía su designación, pero los problemas iban a seguir. Según narró a Página/12 uno de los participantes, en una posterior reunión de directorio, y a los gritos, Pignanelli responsabilizó a Reyna de haber filtrado hacia el Senado los detalles del sumario. Y no sólo eso: también lo acusó de haber soplado al oído de Verna la versión de que dos importantísimos funcionarios del BCRA habrían percibido beneficios como retribución por los fenomenales redescuentos otorgados a un banco de plaza. Solo y con sus potenciales amigos reacomodados junto a Henke, Lesniewer y el CEMA, Reyna optó por una retirada estratégica.