ECONOMíA
› EL PJ PASO SIN PROBLEMAS EL PAQUETE POR EL SENADO, AYUDADO POR LA UCR
Regalo de Reyes del Senado a Duhalde
Sin mayores discusiones y con pocos votos en contra, la Cámara alta aprobó el proyecto de ley. Lamberto ofició de informador y explicó por qué antes la convertibilidad era buena y ahora no. Cristina Kirchner se abstuvo por “coherencia”; Vilma Ibarra votó en contra; Eduardo Menem, a favor, “por disciplina”.
› Por Felipe Yapur
Seis de enero, día de Reyes. Día de regalos. Eduardo Duhalde, a pesar de haber abandonado hace años los pantalones cortos, ayer recibió el presente que jura necesitar para poder gobernar: la salida de la convertibilidad que provocará la primera devaluación en diez años y la modificación de la política cambiaria que liberará al peso del dólar. Si bien los niños acostumbran a abrir los regalos cuando se despiertan, Duhalde recibió el suyo ayer a las 19.25, cuando el presidente del Senado, Juan Carlos Maqueda, dio por sancionada la Ley de Emergencia Pública y de Reforma del Régimen Cambiario. Ahora sólo resta saber si las consecuencias de la norma aprobada podrán ser consideradas por la sociedad como un presente o una nueva frustración.
El tratamiento en el Senado comenzó a las 10.30. Los justicialistas no querían perder tiempo y sin rodeos comenzaron con el debate. Existía el compromiso de tener aprobada la ley a más tardar la seis de la tarde para darle la posibilidad al ministro de Economía Jorge Remes Lenicov de explicar temprano los alcances del programa económico. Este apuro fue el que llevó al titular de la comisión de Economía, Oscar Lamberto, a advertir al resto de los senadores, una vez que comenzó el debate en particular de los artículos que, “es imposible aceptar la modificación de una sola coma al proyecto en cuestión”. Los radicales estuvieron de acuerdo y velozmente sancionaron la ley, aunque con alguna hora de atraso.
El encargado de justificar la razón del proyecto que había sido aprobado durante la madrugada fue Lamberto. Cumplió el mismo rol que había jugado doce horas antes su colega Jorge Matzkin. El santafesino recordó que en 1991 justificó –como Matzkin– la necesidad de la ley de convertibilidad. Una década más tarde, Lamberto hizo un repaso de los beneficios que alguna vez tuvo la convertibilidad pero también de los derroches y los descuidos fiscales y políticos que tuvo el Estado.
Al igual que su compañero pampeano, el inminente secretario de Hacienda generalizó las responsabilidades y mucho menos dio nombres. Sólo se limitó a destacar que “el endeudamiento público fue la panacea para casi todas las cosas, había plata abundante, barata, y la Argentina empezó a vivir de prestado y en la verdulería del barrio vimos como se reemplazaba las naranjas de Concordia por las de Israel”.
La descripción del proceso de la crisis que hizo el santafesino fue, como la de otros senadores, correcta, pulcra. Pero tanto justicialistas como radicales se cuidaron de nombrar a alguno de los responsables de la crisis que se vive en la actualidad. Tanto se cuidaron, que ni siquiera nombraron al ex ministro de Economía del PJ y la Alianza, Domingo Cavallo.
Más allá de ello, Lamberto, que hizo las veces de miembro informante, destacó que uno de los peligros de la devaluación será que “el monstruo que metimos en la botella (por la hiperinflación) no vuelva a apoderarse de la Argentina, y para esto hace falta disciplina a cara de perro, política monetaria para acompañar a la producción”. Nuevamente como, Matzkin, destacó las dudas y los temores que produce esta “batalla”. Finalizó su discurso con un compromiso que debería hacer la dirigencia política “para evitar la hiperinflación y que nos digan que había que dolarizar”, la única referencia al menemismo.
Los bloques de la UCR y el PJ, además de destacar los males de la convertibilidad, evitaron recordar en sus discursos las loas que hacían durante las campañas electorales a esta herramienta hoy en retirada.
La excepción que se destacó fue la posición de la santacruceña Cristina Kirchner, quien anticipó su decisión de abstenerse a la hora de la votación en general. Señaló que apoyar la delegación de poderes a Duhalde es “una incoherencia” luego de que hace diez días se votó la derogación de superpoderes de Cavallo. “Muchos menos lo puedo hacer cuando hace muy pocovoté, durante la administración radical, que se abriera el corralito para los salarios y jubilaciones”, agregó.
La senadora patagónica fue también muy dura con la delegación al Ejecutivo de la potestad de implementar la política monetaria y cambiaria. “No lo hará, como algunos creen, el Presidente Duhalde, sino un funcionario del Banco Central”, dijo para justificar su oposición a que un funcionario el banco defina la política cambiaria que puede ser el centro de los lobbies.
A la actitud abstencionista de Kirchner y su comprovinciano Nicolás Fernández, se sumaron los puntanos Liliana Negre de Alonso y Jorge Ochoa, y la salteña Sonia Escudero. La coincidencia de éstos –que rechazan la delegación de superpoderes– tuvo diferentes razones. Los puntanos lo hicieron por solidaridad de quien fuera su presidente, Adolfo Rodríguez Saá quien abandonó la presidencia sin poder cumplir con la promesa de implementar una tercera moneda para mantener la convertibilidad. La salteña no lo dijo, pero su posición también estuvo relacionada con una suerte de solidaridad con el ex presidente que gobernó siete días. El gobernador de Salta, Juan Carlos Romero, fue uno de los pocos mandatarios que acompañó hasta el final a Rodríguez Saá.
En tanto que el voto negativo provino de Vilma Ibarra (Frepaso), Pablo Walter (Fuerza Republicana), Lázzaro Chiape (Liberal-Corrientes), Luz Sapag (Movimiento Popular Neuquino), Nancy Avelín (Cruzada-San Juan) y Ricardo Gómez Diez (Renovador-Salta). Pero esto no hizo mella en la sanción de la norma. El resignado acompañamiento del bloque radical a la iniciativa del gobierno evitó alguna sorpresa.
Los legisladores radicales optaron por un marcado bajo perfil. Sus discursos giraron alrededor de un reconocimiento explícito del fracaso de la gestión delarruista que no supo encontrar la salida a la crisis que, a los convenientes ojos de los radicales, es el fin de la convertibilidad. Lo hicieron todos salvo Raúl Alfonsín, quien en su discurso dio cuenta del acuerdo alcanzado con el PJ –como aquel que se denominó Pacto de Olivos– al resaltar en todo momento la necesidad de consolidar la unidad nacional para “salvar al país de la guerra civil que no se produjo porque no hubo bandos”.
A diferencia de lo que ocurrió en Diputados, el máximo representante del menemismo en el Senado, Eduardo Menem, votó a favor de la norma por “disciplina partidaria”. De todas formas se resistió a aceptar la tesis de la muerte de la convertibilidad a causa de la recesión: “No murió de muerte natural, se la mató cuando se cambiaron las autoridades del Banco Central (en referencia a Pedro Pou, un impulsor de la dolarización) y cuando se le agregó otra moneda, el euro. Esta fue un instrumento formidable para la estabilidad y el crecimiento del país. Las estadísticas así lo indicaron”, aseguró el senador riojano, sin hacer referencia alguna a los índices de desempleo y marginación que provocó el modelo.
Pero para que pueda ser sancionda, los senadores debieron esperar una larga, extenuante y por momentos poco productiva sesión de la Cámara baja ante el permanente rechazo de la bancada del PJ a incorporar modificaciones al texto de la norma en cuestión.
Justicialistas, radicales y los pocos frepasistas que siguen a Darío Alessandro aprobaron después de la medianoche el proyecto del Ejecutivo. Poco a poco fueron aprobando artículo tras artículo. Pero a pesar de que la mayoría de los oradores resaltaron el carácter “trascendental” e “histórico” de la sesión, el presidente de la Cámara, Eduardo Camaño, hizo oídos sordos a los reclamos de la mayoría de los bloques opositores de votar electrónicamente. Todos los artículos se votaron con el sistema, de dudosa efectividad, de la mano alzada. En el apuro por dar media sanción, todo valía. Camaño llegó a permitir que algunos legisladores justicialistas votaran sin estar sentados en sus bancas. Durante el tratamiento en particular de la ley, el bloque del PJ tuvo algunas deserciones aunque no le impidieron conseguir la media sanción. Los primeros en retirarse del recinto fueron los puntanos. Por otras motivaciones, igual actitud tuvieron los representantes del menemismo, quienes prefirieron retirarse antes avalar el fin del instrumento económico que le dio sentido al modelo que impuso Carlos Menem.