ECONOMíA
› DESPUES DE ONCE AÑOS DE CONVERTIBILIDAD, EL GOBIERNO DEVALUO
El peso finalmente cayó derrotado
El gobIerno anunció ayer una devaluación del peso del 28,6 por ciento. Por el tipo de cambio oficial el dólar cotizará a 1,40 peso. En el libre, nadie lo sabe. El peligro es que el libre explote junto con los precios.
› Por Maximiliano Montenegro
Después de casi once años de Convertibilidad a la paridad 1 peso igual 1 dólar, el ministro de Economía de Duhalde, Jorge Remes Lenicov, anunció oficialmente ayer una devaluación del peso del 28,6 por ciento. Según el nuevo tipo de cambio “oficial” el dólar cotizará a 1,40 peso. A esa paridad deberán vender sus dólares al Banco Central los exportadores y podrán comprar dólares los importadores de productos esenciales, como medicamentos y alimentos. Además, habrá un “mercado libre”, al que deberán trocar sus pesos quienes hagan turismo en el exterior, importen productos no esenciales, o simplemente quienes quieran refugiar sus ingresos y ahorros en la moneda norteamericana. “No me pregunten cuál será el nivel del tipo de cambio en el mercado libre. Sería un acertijo precisarlo. Pero rondará el tipo de cambio oficial”, dijo Remes Lenicov. La gran apuesta del gobierno duhaldista se medirá en los próximos días por el comportamiento de dos variables: el dólar libre y los precios. Si el dólar libre se disparara, entonces retroalimentaría la ola de remarcaciones de precios iniciada la semana, licuando el poder de compra de los salarios, profundizando la recesión, y alentando nuevas subas del dólar paralelo.
Con la Casa Rosada cercada por dos barricadas de cien policías cada una, el flamante ministro de Economía de Duhalde públicamente anoche el fin de la Convertibilidad. Minutos antes, el Senado había aprobado la “ley de emergencia pública y reforma del régimen cambiario”, que dio el marco legal para cerrar una etapa de la historia argentina.
“No queremos hacer cosas raras ni distintas. Queremos hacer lo que hacen otros países y les ha ido bien”, empezó Remes para desdramatizar la devaluación del peso, después de once años de la convertibilidad de un peso a un dólar.
Para salir del cepo, el gobierno optó por un tipo de cambio dual. El dólar oficial, fijo a la paridad de 1,40 peso; y el “dólar libre”, flotando de acuerdo a las reglas de la oferta y la demanda. Este último, es el que guiará las expectativas y los bolsillos de los ciudadanos ávidos de billetes verdes.
Una y otra vez, Remes se preocupó por recalcar que la cotización del dólar en el mercado libre deberá ser “parecida” al oficial. Sin embargo, ésa es una de las grandes dudas del plan. Porque si el libre se dispara, toda la arquitectura del programa podría derrumbarse.
El Gobierno optó por un tipo de cambio desdoblado antes que por virtud por necesidad. Se planeó fijar el tipo de cambio, como una forma de establecer un ancla a las expectativas de precios de los agentes económicos. Pero vender todos los dólares del Banco Central a 1,40 peso, sólo hubiera postergado unas semanas el vaciamiento de las reservas. A su vez, lanzar un único tipo de cambio “flotante”, hubiera disparado la cotización de la divisa a valor siderales, porque el Central ya no cuenta con los dólares suficientes para defender un valor “razonable” del peso.
Más aún, el propio Remes admitió ayer, en una charla informal con periodistas económicos previa a la conferencia de prensa para la televisión, que el FMI presionó para que el gobierno optara por un único tipo de cambio flotante, en lugar de desdoblarlo. “El FMI consideraba filosóficamente que lo mejor era ir directamente a la flotación, en lugar de un tipo de cambio dual. Les dijimos que queremos flotar y que tengan consideración. Si aceptaron 11 años la Convertibilidad, bien puede aceptar 4 o 5 meses un tipo de cambio dual”, afirmó.
Sin embargo, el gran peligro del tipo de cambio dual es que el dólar libre se escape y que todos los agentes económicos, en especial los formadores de precios, no tomen como valor de referencia el tipo de cambio oficial fijo, que supuestamente actuaría como “ancla”, sino el libre.
El Gobierno confía en que esto no suceda por tres motivos. Hay poco circulante en pesos (para comprar dólares), los depósitos están atrapados en el corralito y hay gran cantidad de dólares retirados en los últimos tiempos”, explicó Remes. Las cuentas que hacen en Economía es que hoy hay 8000 millones de pesos en el bolsillo de los argentinos (circulante). Pero de esa cifra, más de la mitad son billetes de baja denominación (menos de 20 pesos) y monedas que utilizan cotidianamente para transacciones que no están dolarizadas.
Sin embargo, en ningún momento Remes dijo que el dólar libre no subiría porque los argentinos vayan a creer que un dólar a 1,40 peso sea caro, ni mucho menos. Porque la impresión es más bien la contraria. Además, cajas de ahorro y cuentas corrientes en pesos, otros 4000 millones, podrían ser dolarizadas por aquellos que estén dispuestos a pagar la cotización del dólar libre que tomarán de referencia a partir del miércoles –cuando se levante el feriado cambiario– los bancos para efectuar sus operaciones. Sea como fuere, en el equipo de Duhalde son conscientes que toda la suerte del plan se jugara en las próximas semanas. Y confían en la ley de la gravedad aplicada a la economía: “Al principio, algunos pueden creer que esta es una devaluación como las anteriores. Y puede ser que haya grandes remarcaciones, pero los precios que suban van a tener que bajar por la competencia, la apertura comercial y la recesión”, dijo ayer Remes.
Es la teoría del “sube y baja”, que se escuchó en los últimos días entre los más estrechos colaboradores del ministro de Economía y el Presidente, que no se cansan de mencionar el caso de Brasil. Allí, después de la devaluación del real en enero del 99, el dólar se disparó y hubo histeria con la remarcaciones de precios, pero al final la inflación se mantuvo en caja y hace meses que la cotización se estabilizó en 2,30 reales.
La idea es que dólar libre y precios pueden picar en punta al principio, una vez disipada la incertidumbre deberían bajar. Sin embargo, un dólar libre por las nubes podría hacer trizas el programa en pocas semanas. Primero, porque alentará a nuevas remarcaciones de precios, que licuarían rápidamente el poder de compra salarial, espesando aún más el clima social. Segundo, porque al no haber cláusulas indexatorias por inflación para ningún contrato privado –desde los alquileres hasta cualquier venta a crédito de la cadena comercial–, éstos terminarían dolarizándose o directamente se paralizarían, profundizándose la depresión. Tercero, porque para esperar que el dólar y los precios alguna vez vuelvan habría que tener un poder político con el que difícilmente cuente el presidente designado por una Asamblea Constituyente hace una semana.
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